Antes de ser consumida por la enésima revolución tecnológica de la telefonía móvil, Nokia había tocado el cielo. Sus productos eran fiables, eran bonitos, sólidos y funcionaban a las mil maravillas, de forma intuitiva y sencilla. Habían establecido el patrón de la telefonía móvil y conquistado el mercado: desde su lanzamiento en el año 2000, w. Pero de repente, todo saltó por los aires.
Lo que siguió después fue el lanzamiento del iPhone, del que ya se cumple una década, y una carrera a largo plazo para construir dispositivos cada vez más eficientes y completos. A Nokia se la comió el futuro, pero la humanidad sigue pendiente de su pasado. Ahora que la compañía ha anunciado el regreso del 3310, aunque los detalles del mismo están aún por aclararse, todos hemos aplaudido. ¡Regresa el tocho indestructible!
Pero la vuelta del Nokia 3310, poco más de quince años después de su lanzamiento, sólo es un ejemplo de todo lo que está mal con la cultura de la nostalgia. Una cultura que, ahora, está colonizando a la generación millennial.
No necesitas volver a la tecnología de 2002
Sucedió con Pokémon Go y ha vuelto a suceder con el Nokia 3310, la segunda punta de lanza en una dinámica de mercado inevitable: conforme las generaciones crecen, hay que regenerar el comercio de la memoria. Y cuando los jóvenes de los ochenta han agotado (y acaparado) todas las recolecciones de música y moda y todos los remakes cinematográficos posibles (Stranger Things) es hora de pasar a sus sucesores.
Si el efecto 'member? de South Park valía para nuestros padres también vale ahora para nosotros. ¿Te acuerdas de aquella época en la que el snake era el juego favorito de todo el recreo? Qué tiempos. ¿Y de aquellas carcasas de colores intercambiables y que te permitían tunear el teléfono móvil? Jo, la adolescencia. ¿Y qué me dices de su legendaria resistencia, comparada con la fragilidad de las pantallas actuales?
Pero todo eso es puro artificio: nadie necesita un 3310 en su vida. Lo necesitábamos antes, pero no ahora. Si el propósito de la tecnología es avanzar, la carrera hacia adelante en la que la industria móvil se ha sumergido durante la última década es el mejor ejemplo de las bondades de la competitividad y de la mirada puesta en el futuro. Durante los últimos diez años, los móviles han cambiado y nos han transformado en el camino.
Y también nos han hecho la vida más fácil.
La nostalgia es una trampa, y el único motivo por el que queremos un Nokia 3310 en nuestro bolsillo otra vez y no una BlackBerry, ese horror tecnológico que te transporta directamente a 2007, es por su carácter icónico.
La única diferencia es el carácter icónico de Nokia, cuya leyenda ha propulsado toda clase de divertidos memes. El mayor grado de privacidad (relativo, un saludo a todos los protagonistas de The Wire) y su mayor resistencia sólo son dos relativas mejoras que pierden sentido en el mundo actual: si mantienes tu ordenador moderno y tus cuentas sociales, la privacidad es una ilusión, ¿y de qué sirve tener un móvil que no se rompe si lo pierdes en un concierto cuando no puedes grabar o fotografiar ese concierto?
Y lo que es peor: ¿quién quiere volver a utilizar teclas otra vez?
El regreso de Nokia tiene un punto neoludita
Lo peor, sin duda, no es el empeño arcaico de regresar a un pasado tecnológico superado (más similar a un inexistente fetichismo por los ordenadores de los '80 o por los carros tirados por caballos de principios del siglo XX que al amor incondicional de los apasionados por los coches clásicos post-Segunda Guerra Mundial), sino el ligero, casi imperceptible punto neoludita del aplauso al Nokia 3310. No lo ves, pero viene de la mano.
En el aplauso a la privacidad está la clave: sí, los móviles de antes eran más cerrados, pero al precio de dejar de comunicarnos con los demás. En una época donde vivir al lado de una pantalla las 24 horas del día es la norma, hay quien lo observa con cierto agrado. Si somos adictos a las redes, ¿qué mejor receta que un móvil sin redes?
Pero el 3310 implica también el regreso a un universo donde las relaciones sociales eran menos extensas y, aunque limitadas en mayor medida la plano físico, también menos interesantes. No es cierto que las redes sociales nos estén aislando en nosotros mismos, mas al contrario: Twitter y Facebook nos han permitido entablar amistad y relaciones amorosas con personas que, de otro modo, quizá nunca hubiéramos conocido. E Internet nos ha permitido conocer qué sucede en el mundo en tiempo real.
Además, los Nokia clásicos sólo retrotraerían el problema a principios de este siglo: en vez de enviar WhatsApp volveríamos a las llamadas perdidas y a los mensajes de texto, y en vez de hablar por Messenger hablaríamos por teléfono. Pero la dependencia continuaría, porque somos dependientes de nuestro entorno social. Los móviles modernos sólo lo han expandido, no estrechado, y lo han hecho para bien.
Prepárate para otro desembarco de la nostalgia
¿Harto de los remakes de Star Wars y de Blade Runner, dos películas que se estrenaron años antes de que hubieras nacido? Tranquilo: si algo sabemos de la industria cultural es que ha encontrado una máquina de hacer dinero en la nostalgia.
Y ahora viene a por ti. Da igual lo mucho que huyas de Alien o del universo Spielberg: a la vuelta de la esquina te esperan reinterpretaciones modernas de Digimon (member?) y reediciones de los primeros discos de Estopa.
Cuando Nintendo expandió el universo Pokémon a Go, a las plataformas móviles y a la realidad virtual, lo hizo siendo extremadamente conservadora. No hubo revolución alguna en aquel movimiento, como ya explicamos en su momento: antes que optar por extrapolar las novedades de las últimas ediciones de la saga, Nintendo se limitó a los primeros 150 Pokémon y limitó al máximo las posibilidades lúdicas del juego. El resultado fue un boom, pero también su sentencia de muerte.
Aquel fue el primer desembarco en una mitología reservada a los millennial que hoy se adentran en la veintena. Suya fue la niñez y la adolescencia que creció a lomos de una GameBoy buscando un Lapras perdido de la mano de dios, y a ella iba dirigida aquella reedición y aquel movimiento tan sagaz. El regreso del Nokia 3310, el protagonista de la primera generación de consumidores que se crió entre teléfonos móviles, es el otro paso hacia adelante. Una pequeña actualización tecnológica que esconde el tic conservador de la industria.
Vamos a volver a la década de los 2000 tarde o temprano. Y hay motivos para tenerle mucho miedo. La cuestión es cómo vamos a combatir la nostalgia, si es que podemos.