Durante más de 800 años la famosa torre inclinada de Pisa ha sido la protagonista de mil y una cábalas. Y no es solo porque esté tumbada hacia un lado, sino por su increíble persistencia: ha resistido grandes terremotos, a la guerra e, incluso, la intervención de dictadores como Mussolini. ¿Cómo lo ha conseguido? Parece que su secreto está en el suelo.
La torre del campanario de la catedral de Pisa comenzó a construirse en la Toscana allá por el 1173. No mucho tiempo después, alguien se percató de que la construcción había comenzado a inclinarse. Con el tiempo, la inclinación se volvió tremendamente llamativa. Tanto que se convirtió en un auténtico espectáculo. A día de hoy, la torre es un monumento célebre.
Pero aunque tiene cientos de años, las razones de su fama no fueron descubiertas hasta hace décadas: la torre se inclina por culpa de un suelo blando y suave. En concreto, la diferencia en la consistencia del suelo, entre los lados este y oeste, provoca esta agónica inclinación. Nadie apostaba, por supuesto, a que la torre inclinada aguantara eventos tan terribles como los últimos terremotos vividos en la toscana.
Un secreto de 39,7 grados
Y, sin embargo, la torre sigue en pie. Según un último estudio, presentado en la Universidad de Bristol durante la decimosexta Conferencia Europea sobre Terremotos e Ingeniería, la razón de haber resistido ante todo es, precisamente, el suelo. El mismo suelo que provoca su inclinación, explican los expertos, es el que le ha permitido resistir los envites de la tierra.
En concreto, la combinación de rigidez, altitud y la suavidad de terreno, formado por arenas y arcillas blandas, evita que la torre se vea afectada por la resonancia de los terremotos, lo que le ha hecho ganar un récord en los límites de los índices DSSI, que miden la elasticidad en los eventos sísmicos.
En febrero de 1964, el Gobierno Italiano levantaba un grito de alarma por toda la Comunidad Europea: la torre inclinada de Pisa se caía. Ingenieros, matemáticos e historiadores se pusieron en marcha para evitar el desastre. Y lo cierto es que lo consiguieron: tras quitar treinta y ocho metros cúbicos de tierra de la zona de su base consiguieron devolver a la torre a sus 3,97 grados de inclinación, recuperando 0,54 grados.
Esto puede parecer minúsculo, pero estaba sentenciando a la torre a su destrucción. Por suerte, las medidas tomadas, que son mucho más complejas de lo que parecen, han detenido la inclinación creciente. No es el primer intento de proteger a la torre contra su inexorable caída.
En 1934, Benito Mussolini ordenó enderezar al que ya era uno de los símbolos más importantes de Italia. Para ello mandó verter varias toneladas de cemento en su base. Ni que decir tiene que en vez de enderezarse, la torre se hundió un poquito más. A día de hoy, gracias a la intervención, la torre ha dejado de inclinarse, permaneciendo en sus 3,97 grados. También tiene instalado un preciso sistema de monitorización para evitar sorpresas. Los conservadores miden exactamente cualquier cambio que pueda ocurrir en su inclinación.
No solo existe la Torre de Pisa
Aunque parezca una mera curiosidad, todos estos esfuerzos tienen una razón mayor que conservar la buena forma de la torre de Pisa. Toda la investigación y tecnología desarrollada en torno a este monumento puede servir, explican los expertos, para conservar otros monumentos igualmente importantes. Y es que, además de la de Pisa, podemos encontrar torres inclinadas por todo el mundo.
Igualmente impresionante es la torre de la pagoda Huzhu, que se inclina nada menos que 6,51 grados sobre el suelo. Aunque también es cierto que mide solo veinte metros, frente a los más de cincuenta de la torre de Pisa. El templo inclinado de Huma, en India, es otro interesante ejemplo de cómo puede inclinarse una imponente construcción sin llegar a caerse.
La pagoda Yunyan, en Suzhou, China, tiene muy poco que envidiarle a la torre de Pisa, con sus casi cincuenta metros. Por culpa de la ruptura de dos columnas internas, la pagoda "de la colina del tigre", como se conoce este monumento, ahora está inclinada unos tres grados sobre el suelo. Hasta hemos construido nuestras propias torres inclinadas de manera artificial. Por ejemplo, el edificio Capital Gate, en Abu Dhabi, que mide nada menos que 160 metros y se inclina 18 grados.
Y, como decíamos, todos estos edificios, y muchos otros, se ven beneficiados de los hallazgos encontrados en la torre de Pisa. Gracias a los conocimientos adquiridos sobre los suelos y las estructuras, podemos mejorar la manera de mantener controlada su estabilidad. Porque, al fin y al cabo, si ha estado ahí durante cientos de años, ¿por qué no ayudar a que aguante un poco más?
Imagen: Frend Brundick/Flickr