La propaganda oficial del Estado buscando la solidaridad entre culturas no es nada nuevo en Estados Unidos. Por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial el Departamento de Guerra supervisó todas las películas financiadas por el Gobierno para alzar la moral del pueblo durante la contienda. Y, como explican en el documental Five Came Back, tuvieron mucho cuidado de no envilecer en exceso a los individuos, sino culpar a sus regímenes. La guerra iba a terminar en algún momento, y los dirigentes sabían que sería un error fatal hacerle creer a la gente que los foráneos eran sus enemigos.
Es decir, así como combatieron a los nazis más allá de sus fronteras, tuvieron también que evitar que su pensamiento se extendiera en su propio país, algo que podría ocurrir de manera tan sencilla como reemplazando en el discurso a los “arios” por los “auténticos estadounidenses”.
Con los hechos sucedidos este fin de semana muchos internautas han recuperado este corto de 1947 en el que el propio Estado celebra la diversidad y la inmigración, valores que siempre habían representado a la construcción de América, intentando sofocar al tiempo los tentáculos del racismo.
El corto propagandístico original, que se pasaba antes de las películas en los cines, duraba 17 minutos e incluía la progresiva aceptación de los ciudadanos alemanes de políticas antiizquierdistas y antisemitas. En el fragmento que se ha hecho ahora viral sólo vemos el arranque del clip. Con paralelismos con el discurso de la campaña de Trump, vemos cómo son “los otros”, negros y masones en este video, chinos y mexicanos para el caso contemporáneo, los que le están “arrebatando el país” a los legítimos ciudadanos.
En ‘Don’t Be a Sucker’ un orador reclama más poder para los blancos. Entre su público un ciudadano de origen húngaro y un estadounidense corriente. Éste parece estar de acuerdo con lo que dice, hasta que descubre que él también forma parte de la lista de indeseables. “¿Y eso lo cambia todo, verdad?”, le dice el otro hombre.
Como han señalado varios estos días, el problema con el ascenso de estos movimientos es que podamos confundirlos como una lucha política entre conservadores y progresistas cuando, en el caso de los supremacistas, lo que tenemos es una contienda entre fascismo y democracia, una lucha entre los que creen que todos merecemos poseer los mismos derechos y los que quieren despojárselos a otro grupo por considerarlo inferior.
We should call evil by its name. My brother didn't give his life fighting Hitler for Nazi ideas to go unchallenged here at home. -OGH
— Senator Hatch Office (@senorrinhatch) August 12, 2017
Como dijo Orrin Hatch, un republicano y Senador de Utah, “Debemos llamar al mal por su nombre. Mi hermano no dio su vida combatiendo a Hitler para ver cómo las ideas nazis avanzan incuestionadas en su propio país”.