A falta de mes y medio para que finalice el año, nadie podría sorprenderse si evaluáramos a 2020 como un curso "mejorable". "Defectuoso". "Confuso". "Terrorífico". La epidemia ha acabado con la vida de 1.300.000 personas en todo el mundo (casos registrados, más el exceso de fallecimientos sin contabilizar; ha sumergido a decenas de países es una crisis económica sin precedentes; y ha roto los planes vitales de media humanidad, fruto de las restricciones de movilidad y los confinamientos.
Es normal si estás algo ansioso. La mayor parte de la gente lo está.
La encuesta. Lo ilustra un reciente sondeo de Ipsos Mori con más de 14.000 participantes en una quincena de países. Cuestionados sobre si creían que la situación en su país estaba "controlada", una mayoría de ellos, en casi todos los países, respondió negativamente. Los "adultos jóvenes" lo hicieron en mayor porcentaje, lo que revela una mayor ansiedad sobre su presente y futuro inmediato. España se encuentra a la cabeza de las naciones pesimistas. Más de un 80% cree que las cosas van mal.
Record mundial en ansiedad pic.twitter.com/mDevGaewPV
— Alfonso R Sanchez, CFA, PhD (@ARSanchezM) November 18, 2020
El mundo. El mundo ha entrado en una espiral de fatalismo y desazón. El 63% de los encuestados a nivel global (PDF) creen que sus países caminan en la dirección errónea. Sólo un puñado de estados se salvan: Arabia Saudí, donde el 88% se mostraba positivo sobre el estado de las cosas; Australia (62%); Malasia (60%); e India (55%). En Europa, la opinión pública menos catastrófica es la alemana (sólo un 52% considera que el país va mal). Francia acompaña España en el otro extremo (un 79%).
Los jóvenes. La ansiedad se ha disparado. Nadie podría culparnos. Uno de los grupos más propensos a ella antes ya de la epidemia, las generaciones más jóvenes, parece particularmente afectado, como relata este reportaje del Financial Times. Según la OCDE, los menores de 25 son 2,5 veces más propensos a perder su puesto de trabajo por culpa del coronavirus. La recesión que afronta el mundo, con seguridad, afectará en mayor grado a sus salarios, por lo general más precarios.
Todo esto ha provocado que en algunos países, como Estados Unidos, el volumen de jóvenes (de 18 a 29 años) que vive bajo el techo de sus padres se haya disparado: del 47% en febrero a en torno al 52% en junio. Y creciendo.
Tendencias. Desde que Ipsos iniciara sus encuestas, las preocupaciones del mundo han variado poco a poco. En 2012 el desempleo era la preocupación principal para más del 50% de encuestados, un porcentaje que había disminuido poco a poco... Hasta que en marzo los confinamientos detuvieron la actividad económica. En paralelo, otra cuestión desapareció de los desvelos de la opinión pública. El crimen está en mínimos históricos, siendo una preocupación sólo para el 26% de los participantes.
Desde entonces, eso sí, ha ido ganando terreno, y a día de hoy se encuentra en niveles similares a la corrupción o a la pobreza.
En España. El trabajo es claro: España, y muy en especial sus jóvenes, encabeza cualquier métrica equiparable a "ansiedad". Hasta la llegada del coronavirus, el porcentaje de encuestados que juzgaban negativamente la dirección del país estaba cayendo poco a poco (hasta un mínimo del 60%). Hoy, como ya hemos visto, la tendencia se ha revertido. Tanto el coronavirus como el desempleo quedan igualados en nuestros desvelos (60% y 59%), a mucha distancia de los demás. Hay razones.
En octubre, el desempleo juvenil español ascendió al 43,9%, el máximo entre los países desarrollados. Un problema endémico que arrastramos desde la última crisis y que evidencia la estrechez del mercado laboral, poco cualificado y demasiado temporal. Por más que la conversación sobre ellos haya rotado en torno a las fiestas y los botellones... El verdadero problema de España con sus jóvenes es otro. Uno más grave.
Imagen: Manu Fernández/AP
