La comunidad internacional se las prometía muy felices el pasado mes de junio cuando, tras años de negociaciones y agrios desencuentros, Grecia y Macedonia llegaban a un punto de encuentro en relación a su ancestral disputa: el nombre de Macedonia. Tan ansiado acuerdo culminaba en "Macedonia del Norte", toponimia que obligaba a ceder a ambos países. Para Macedonia, era el primer paso hacia la OTAN y, eventualmente, la UE.
Hasta que los macedonios dijeron ¯\_(ツ)_/¯
¿Qué pasa? Que el gobierno socialdemócrata de Zoran Zaev necesitaba refrendar el pacto tanto en las urnas como en su parlamento. El primer paso lo dio ayer y resultó en una amarga victoria: más de 91% de los macedonios que acudieron a las urnas votaron a favor de "Macedonia del Norte". Pero no fueron demasiados: la participación no superó el 36%, y las leyes macedonias obligan a un mínimo dele 50% para dar por válido el referéndum. Fue un "sí" con un gigantesco "pero" al lado.
¿Por qué? En parte, porque la oposición nacionalista se movilizó en favor de la abstención. El propio presidente, Gjorge Ivanov, definió como un "suicidio histórico" la posibilidad de renunciar a "Macedonia". El principal partido conservador del país, VMRO-DPMNE, agitó la bella bandera nacional y llamó a sus ciudadanos a un ejercicio de responsabilidad y conciencia. La campaña triunfó y evidenció la escasa permeabilidad de un cambio de nombre entre los macedonios.
Ni siquiera es un contundente "no". Macedonia parece indiferente a la cuestión y asume con naturalidad su nombre comúnmente aceptado. Se ha encogido de hombros.
¿Y ahora? El referéndum no es vinculante, así que Zaev tiene otra oportunidad en el Congreso. Para ello necesitará encontrar apoyos entre la oposición, lo que no parece sencillo. La reforma requiere de una mayoría de dos tercios, la cual es imposible sin el apoyo de algunos parlamentarios de VMRO. Zaev se valdrá de las presiones europeas y estadounidenses para atraer a algunos diputados nacionalistas. Es un juego de equilibrismos políticos que tiene escasos visos de éxito.
¿Después? Si el primer ministro lograra aprobar el cambio de nombre, la pelota caería ahora en el tejado de Grecia. Tsipras necesitaría otros tantos juegos malabares para convencer a sus compañeros de cámara de la viabilidad del nombre acordado, "Macedonia del Norte". Muchos nacionalistas griegos lo interpretan como una concesión inasumible. Tsipras ejercería, una vez más, de muñidor entre ciertas expectativas imposibles y la cruda realpolitik.
¿De dónde viene? Exploramos el origen del entuerto aquí. Macedonia no es sólo un país, sino también una provincia de Grecia y una región histórica enclaustrada en torno al valle del Vardar. Patria de Alejandro Magno y cuna de la cultura helenística, Grecia interpreta en su nombre mitológico las raíces de su gloria nacional, mientras que la actual Macedonia, de raíz eslava, también se arroga el simbolismo de Alejandro y las fronteras extendidas de la Gran Macedonia.
Grecia sólo accedió al control de su actual "Macedonia" bien entrado el siglo XX, y la presencia histórica de asentamientos eslavos en su interior provoca que algunos nacionalistas irredentistas macedonios sueñen con una Macedonia legendaria que expanda las fronteras de su estado, cuestión violentamente tabú para el nacionalismo griego. El debate está trufado de simbolismo y memoria histórica y nacional. De ahí que "Macedonia" sea una cuestión tan controvertida.
Incluso con el apellido "del Norte", por lo visto, incapaz de contentar siquiera a los macedonios.
Imagen: Thanassis Stavrakis/AP