El entorno y los estímulos que recibimos a partir del mismo nos influyen mucho más de lo que creemos. Tanto es así que diferentes investigaciones han demostrado que las personas introvertidas prefieren vivir en zonas aisladas y tranquilas, mientras que los extrovertidos se sienten más cómodos en lugares abiertos donde puedan relacionarse fácilmente con la gente.
Investigación. Desde la Universidad de Virginia han realizado cinco estudios para profundizar en las preferencias geográficas de individuos extrovertidos e introvertidos. El objetivo de estos experimentos era demostrar si existía una relación entre ser introvertido y preferir la montaña y ser extrovertido y decantarse por la costa.
Así, la investigación ilustró que el 74% de las personas que buscan diversión y sociabilidad se decantan por una zona con costa, mientras que el 51,8% de los que persiguen la tranquilidad y la soledad se van a la montaña.
Evidencia geográfica. Aunque la realidad descrita anteriormente revela cómo reaccionan los participantes al darle a elegir entre mar o montaña, para confirmar la tendencia, los investigadores utilizaron los datos de los rasgos de personalidad (extraversión, conciencia, amabilidad, mente abierta a nuevas experiencias e inestabilidad emocional) de los residentes de los 50 estados federales de Estados Unidos.
Al igual que sucedió con otras hipótesis previas, el resultado evidenció que los extrovertidos tienden a preferir vivir en estados llanos o costeros y los introvertidos en los más montañosos o aislados. Sin embargo, en relación con estos últimos, se observó que los ciudadanos residentes en los estados muy montañosos eran más introvertidos aún que los que vivían en zonas menos accidentadas geográficamente.
Para clasificar los estados se tuvo en cuenta el punto más alto de cada uno de ellos y el número de sistemas montañosos. Así y a juzgar por los resultados presentes en el gráfico, estados poco montañosos como Dakota del Norte o Wisconsin aparecen como los más extrovertidos del país, mientras que otros muy montañosos como Washington o Alaska se agrupan en el lado de los más introvertidos.
Influencia en el bienestar. El mismo estudio evidencia que las personas introvertidas que residen en lugares aislados como bosques o montañas sienten mayor sensación de calma y tranquilidad que cuando lo hacen en entornos más abiertos. Algo que encaja no sólo con las premisas anteriores sobre las necesidades de los introvertidos, sino también con estudios que avalan los efectos beneficiosos de vivir en ambientes boscosos.
Una investigación realizada en 2009 por científicos japoneses, evidenció que estar presente en un bosque, respirar hondo y sentir los beneficios de la naturaleza ayudaba a disminuir los niveles de cortisol, aumentar la actividad nerviosa parasimpática y reducir la presión arterial. Es decir, ayuda a reducir los niveles de estrés.
Efectos colaterales de la altitud. Además de reportar la calma que demandan las personas introvertidas, vivir en lo alto de una montaña no siempre tiene consecuencias positivas. De la misma forma que residir a una altitud elevada aumenta el riesgo de padecer derrames cerebrales o arteriopatías coronarias, las cifras de las muertes por suicidio en Estados Unidos muestran una correlación directa con la altitud.
Así y en base a estos datos, un estudio publicado por la Academia de Medicina de Emergencia, sostiene que a existe un vínculo directo entre las altas tasas de suicidio y las regiones más elevadas del país. Por ejemplo, el estado de Utah que está situado a una altitud media de 1.800 metros sobre el nivel del mar posee un ratio de suicidios un 70% mayor que el resto.
Serotonina. Aunque los propios investigadores todavía no tienen una explicación cien por cien certera sobre por qué los suicidios son más elevados en estas zonas, se cree que puede deberse a un contexto de hipoxia. Debido a la altura, la cantidad de oxígeno que llega a los tejidos es menor, lo que puede dificultar en el metabolismo de la serotonina, un neurotransmisor que si está por encima de los valores normales puede llegar a desencadenar comportamientos agresivos o suicidas.
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