Real Madrid, Fútbol Club Barcelona, Atlético de Madrid y Valencia Club de Fútbol disputarán la próxima Supercopa de España en Arabia Saudí. La Federación Española anunció la sede esta semana, tras meses de rumores y debates internos. El torneo se celebrará en Yeda, al oeste del país, durante el mes de enero. La decisión ha causado gran controversia entre aficionados y medios de comunicación, hasta el punto de que RTVE ha anunciado que no pujará por los derechos.
Se trata del punto culminante de una tendencia muy extendida en la industria del deporte: aceptar el dinero, aunque provenga de regímenes autoritarios.
¿Por qué? La respuesta más inmediata a la decisión de la Federación: Arabia Saudí desembolsará más de 120 millones de euros por la organización del torneo, un dinero a repartir entre la institución y los cuatro clubes. Exportar la marca comercial de los clubes españoles era un viejo anhelo federativo. Durante la temporada pasada trató de celebrar un partido de Liga, el Barcelona - Girona, en Miami. La normativa FIFA y una sentencia judicial se lo impidió.
Legalidad. El veto se justificó en el "principio de alternancia": en competición doméstica, no se puede romper la lógica local vs. visitante. A la Federación, por tanto, sólo le quedaba un producto que vender entre los países del mundo: la Supercopa. Un torneo que pasa de dos equipos (vencedor de Liga vs. vencedor de Copa) a cuatro. Rubiales, presidente federativo, ha justificado la reforma sobre un riesgo de desaparición del torneo (falta de interés).
De viaje. Un motivo más plausible es el dinero. España no es el único país que ha exportado su Supercopa. Durante la última década, Italia ha celebrado tres ediciones en China, dos en Qatar y una en Arabia Saudí, todos ellos regímenes autoritarios. Los clubes europeos no son ajenos a la financiación de petromonarquías. Fly Emirates engalana la camiseta del Real Madrid, del Milan y del Arsenal; Qatar Airways en su día la del Barcelona y hoy la de la Roma.
Otros deportes. No se trata de una tendencia privativa del fútbol, cuyo último Mundial se celebró en Rusia, país donde los opositores políticos siguen siendo perseguidos, y cuyo próximo se celebrará en Qatar. Ciclismo y atletismo han celebrado respectivos torneos mundiales en el país peninsular, una monarquía de carácter hereditario donde las libertades civiles están reprimidas y los trabajadores extranjeros operan como mano de obra precaria, sin derechos laborales.
Motivos. El caso de Arabia Saudí es diferente. La posición de las mujeres saudíes no tiene parangón en todo Oriente Medio: hasta hace poco no podían conducir, y siguen supeditadas a sus maridos desde un punto de vista legal y judicial. El régimen saudí se cuenta entre los más brutales y antidemocráticos del mundo, y las mujeres, para el caso que nos ocupa, siguen teniendo vetado el acceso a recintos deportivos o la mera práctica del deporte. De ahí que el viaje de la Supercopa a Yeda sea particularmente escandaloso.
Sin embargo, supone tan sólo la última estación de un tren que lleva años en marcha, y que ofrece enormes beneficios a las organizaciones implicadas. La industria del deporte se ha acostumbrado a ganar dinero en regímenes autoritarios. Es un negocio lucrativo para ambas partes. Aunque eso implique su blanqueo.
Imagen: Enrique de la Fuente/AP