Mucho se ha escrito y mucho queda por escribir sobre las consecuencias globales del coronavirus. ¿Volverá a ser nuestra vida social tal y como lo fue un día? A corto plazo lo más probable es que no. Las aglomeraciones públicas se han convertido en un problema. Y para muestra, una manifestación en Tel Aviv que el pasado fin de semana reunió a 2.000 personas del modo más extraño imaginable.
Espacio. Las imágenes de la protesta, dirigida contra el primer ministro Benjamin Netanyahu, han circulado por las cuatro esquinas de las red por su carácter, de algún modo, premonitorio. Todos los participantes guardaron un estricto metro y medio de separación. Lo que antaño hubiera ocupado una fracción de la plaza ahora se extendía por su totalidad. Un presagio de los tiempos inmediatos que afrontamos.
כיכר רבין, ת"א. @ynetalerts pic.twitter.com/c1IALmhXa7
— איתי בלומנטל 🇮🇱 Itay Blumental (@ItayBlumental) April 19, 2020
Rabin Square demo; Yair Lapid speaks. pic.twitter.com/Ueu7CKV3x6
— Noga Tarnopolsky נגה טרנופולסקי نوغا ترنوبولسكي (@NTarnopolsky) April 19, 2020
No hay normalidad. Las fotografías ilustran hasta qué punto cuestiones cotidianas y en apariencia triviales de nuestro día a día podrían cambiar para siempre. Hace mes y medio, cualquier manifestación requería de escasa planificación sobre el terreno. Recorrido, lema, permiso de las autoridades, etcétera. Hoy una protesta requiere de un elaborado protocolo, marcas en el suelo incluidas, que distancie a los participantes.
La mera idea de manifestación, cuyo objetivo prioritario es reunir al mayor número de gente posible, afronta una crisis existencial.
Cancelaciones. Los manifestantes hebreos ofrecen una alternativa aún inexplorada para los eventos masivos. En Europa, el grueso de concentraciones públicas, espectáculos deportivos o festivales multitudinarios ha sido cancelados hasta la vuelta del verano. A su regreso, con probabilidad, tendrán que utilizar técnicas y normas similares a las desplegadas por la protesta israelí.
El futuro inmediato será más parecido a Finlandia o no será.
Guantes, mascarillas. El espacio personal es una cuestión crucial, pero no la única. Numerosos gobiernos, entre ellos el español, han recomendado utilizar mascarillas cuando se termine el confinamiento. También guantes en supermercados y otros espacios públicos. Está por ver qué efecto puede tener la epidemia en el regreso a la normalidad del transporte público. O cuántos trabajadores regresarán a sus oficinas.
Más dudas. Hay otros dilemas a resolver en el corto plazo. ¿Volveremos a volar como solíamos hacerlo? ¿Podremos reunirnos en las playas de forma tan densa como tendíamos a hacerlo? ¿Qué pasará con el coche en las ciudades, será una solución o un problema? ¿Dejaremos de saludarnos con las manos, con dos besos? Muchas medidas preventivas se irán tal y como llegaron. Es probable que otras no.
Tel Aviv ha ofrecido un diminuto ensayo de todo lo que vamos a repensar a escala global.
Imagen: Itay Blumental