Tras el éxito del Mundial de Fútbol y de los Juegos Olímpicos de Invierno, Rusia ha ido ganando presencia en los medios de comunicación de todo el mundo. Durante los últimos años, Putin se ha cuidado en demostrar un país rejuvenecido y preparado para afrontar una nueva etapa, para ser de nuevo “grandes”, y, personalmente, lo he podido ver con mis propios ojos.
Nací en Saratov en 1993, una ciudad portuaria del Volga situada a 858 km de Moscú (traducido en distancias, eso son 15 horas en tren). Una ciudad que permaneció totalmente cerrada y aislada para los extranjeros hasta 1991, la caída del orden soviético. En 2001 me mudé a España con mi familia, visitando Rusia una única vez desde entonces, en 2008. En aquel entonces no vi demasiados cambios. Pero ahora que recientemente visité de nuevo mi madre Volga, he visto un país bastante renovado, si no totalmente, durante los últimos diez años.
Rusia, una jungla urbana
Empecemos por el principio: cuando me fui de Saratov tenía 8 años, y no era precisamente un lugar amigable. Dentro de la familia solíamos decir que era lo más parecido a una jungla urbana que hayamos conocido. Después de caer el velo de la Unión Soviética, el país se había sumido no solo en una crisis económica, sino social. Se convirtió básicamente en un "sálvese quien pueda".
La criminalidad subió a niveles vertiginosos, las mafias crecían (no eran mafias como tales, sino más bien bandas bien organizadas), la falta de dinero hizo que todo el sistema se corrompiera, y el ambiente que se respiraba en general era de decadencia y peligro constante, teniendo lugar un crecimiento brutal de asesinatos y lesiones deliberadas entre 1991 y 1994.
La siguiente vez que volvimos en 2008, en plena crisis también, no había mucha diferencia. La gente que conocíamos trabajaba y sobrevivía como podía, siempre y cuando conocieras cómo funciona el sistema. Si sabes que debes pagar un soborno a la policía para que te atiendan, o que debes dar otro en las administraciones para que te hagan procesos burocráticos, o que debes dar otro soborno al profesor de tu hijo para que no le siente al final de la clase y lo ignore, y dónde puedes hablar muy alto y dónde no.
Cuando volví por primera vez hace diez años, teniendo yo 14, mi familia me insistía que en la calle hablara muy alto, o que mejor no lo hiciera, pues después de llevar 7 años en España tenía acento al hablar en ruso. Se podía "notar que no era de aquí", y quizás llamaríamos la atención de quién no debíamos. O tal vez nos subirían el precio de los productos en el mercado de forma desorbitada por sospechar que éramos extranjeros.
De bazares ambulantes a supermercados
Pero volvamos a 2018, ¿en qué ha cambiado Rusia exactamente en estos últimos diez años? A medida que iba pasando los días allí, lo noté en las cosas más cotidianas. En 2001 en Saratov jamás vi un supermercado tal y como lo conocemos hoy. Me crié entre mercados y bazares de calle, alimentos frescos de particulares o vendedores ambulantes de conservas, o minitiendas subterráneas con el resto de productos de necesidad. En 2008 ya alcancé a ver un único supermercado decente en toda la ciudad.
Este verano pre-Mundial volví y apenas reconocía la ciudad, a excepción de los edificios y la estructura de las calles. Un breve paseo por el centro me descubre que tienen Bershka, Mango, Burger King, y todo tipo de tiendas, supermercados y restaurantes que no se alejan mucho de la realidad europea. En Moscú es lo más normal, pero ¿en Saratov? No es una ciudad pequeña, pero hay que tener en cuenta que cuando me fui la gente vendía tomates y pepinos sentados en cajas de cartón.
Esto no quiere decir que no hubiera otro tipo de tiendas, comercios y establecimientos en 2001, tanto en Moscú como en Saratov, pero no eran accesibles para todos. Comprar ropa se concentraba solo en bazares de calle para la gente de a pie, a las tiendas normales no podías entrar. No es no que no pudieras entrar exactamente, pero si llegabas con pintas de "clase baja" o "pobre", te pedían con un tono bastante desagradable que salieras de la tienda. Cuando era pequeña aún me acuerdo de entrar en una tienda de zapatos con mi tío, que nos miraran de arriba a abajo y nos señalaran con el dedo, con un gesto de desprecio, la salida.
Con la caída de la Unión Soviética llegaron las desigualdades abismales (¿clase media, eso se come?). Los "nuevos rusos" que aprendieron a aprovecharse del sistema corrupto no tardaron en pasar de una pobreza miserable a tener unas riquezas desbordantes (de origen dudoso), y al resto de la gente, que no podía o no quería vivir así, aprendió a vivir entre enormes dificultades. Las tiendas, restaurantes y demás cosas más elevadas eran reservadas para los privilegiados.
Imaginaos mi sorpresa en 2018 al entrar en una tienda de ropa de cuero, que no es precisamente barata, vestida con unos legins y una bomber (podía parecer de todo, menos "de pasta") y que lo primero que me diga la dependienta es en qué me puede ayudar, acompañada de una sonrisa. Mi madre y yo por un momento nos congelamos pensando en si nos estaba echando, pero no, nos estaba atendiendo de la forma más amable posible.
Después de hacer las compras y salir de la tienda nos miramos desconcertadas. Esa amabilidad no nos era para nada familiar. A medida que pasaban los días y visitábamos más comercios, la experiencia se repetía: trabajadores amables que te atienden sin malos tonos, sin desprecios y con buena educación. Mi madre especialmente no salía de su asombro. Sin duda no era la Rusia que conocíamos.
Aire tranquilo en las calles
¿Os acordáis de la jungla urbana? Pues bien, parece que eso se ha quedado bien atrás. Es curioso, porque mirando la tasa de homicidios intencionados de aquí a unos años no ha variado demasiado. En 2008 se situaba en un 11,60, subiendo hasta 15,99 en 2010, y bajando al 11,31 en 2015, datos registrados hasta ahora.
La tasa es la que es, pero al menos en Saratov el ambiente se vive distinto en definitiva, y estoy más segura de ello después de las declaraciones de mi familia que vive allí. Ellos también notaban un ambiente más tranquilo de aquí a unos años. De hecho, durante mi estancia, las calles estaban llenas de familias y niños en los parques, de puestos de helados y de mazorcas. No era para nada el ambiente hostil que recordaba.
Ahora los sobornos a la policía se ve como algo mal visto e inaceptable, cuando antes era la norma. Ahora en los centros gubernamentales (nosotros tuvimos que ir a arreglar nuestros pasaportes) son amables, cuando antes sin un manojo de billetes no te atendían. A pesar de que se escuche mi acento, nadie nos presta atención.
Las infraestructuras, en estado ruinoso
Cuando digo casi renovada me refiero a que hay cosas que siguen igual. Una de ellas son las calles y el transporte público. En Moscú sí que es verdad que se han renovado infinidad de calles, tanto en capital como afueras, pero al menos en Saratov siguen tal cual nos fuimos. Los ruidos que hacían los tranvías eléctricos al pasar daban más miedo que otra cosa, estaban oxidados, viejos y medio rotos.
Cuando ves a la gente viajar en esas chatarras polvorientas agradeces los buses de Madrid, de verdad.
Multitud de calles están destrozadas, pasar en coche por ellas es una auténtica aventura. Ni en el parque de atracciones tienes tanta acción.
Por casualidad pasamos por mi antiguo colegio, donde estudió mi madre en su momento también. Vimos el colegio a medio derrumbarse y con las mismas grietas y roturas que cuando nos fuimos en 2001. Hablando con la gente que trabaja ahora allí nos contaron que eran básicamente un trozo de Rusia olvidado por el gobierno en lo que se refiere a mejorar los establecimientos públicos e infraestructuras. Por muchas veces que hayan hecho peticiones para reformar y mejorar el colegio nadie les contesta.
Y la realidad es que el gobierno, si no se trata de Moscú o San Petersburgo apenas invierte en mejorar las infraestructuras, ni los edificios tampoco. En mi visita a posterior a Moscú era fácil de ver: un metro reformado e incluso decorado con motivo del mundial, carreteras reparadas, y transportes totalmente nuevos.
La clase media ya es una realidad
A la mayoría de la gente, al igual que en España, se le está subiendo la fiebre del iPhone, por lo que he presupuesto que la gente debe de ganar decente para poder permitirse uno. Si nos fijamos en cómo ha evolucionado el sueldo medio en el país, tiene sentido.
Durante los años 90 la renta rondó entre los 120 - 326 rublos. Actualmente está entre 12.000 y 30.000, porque los sueldos nunca son iguales en las provincias que en la capital. Por ejemplo fue fácil verlo en mis familiares: mi tío, que es fontanero y vive en Saratov, gana 12.000 rublos al mes (188,71€); su mujer es administrativa y gana 24.000 (377,42€). La pensión de mi abuela son alrededor de 7.000 rublos (110,0 €). Mi prima, que vive en Moscú, es administrativa también, pero gana 30.000 rublos (471,77 €).
Obviamente los precios que hay allí no se pueden comparar con los europeos. Personalmente me hinché a fumar tabaco por 60 rublos el paquete (0,8 €). Un concepto que se ha empezado a avivar entre la gente es el de la "clase media", donde ahora se ubica mi familia que vive allí. Antes era algo que ni siquiera uno se podía imaginar.
Al menos en Saratov, el mundo gira en torno a Gazprom, el gigante energético y petrolífero de Rusia. Fundada aún en la Unión Soviética, permanece viva a día de hoy y propocionando trabajo a millones de rusos. La mayoría de mis tíos trabajan para ellos de alguna forma: siendo transportistas, administrativos, técnicos... Incluso mi padre cuando vivíamos allí trabajó para ellos como guardia de seguridad, en los años 90. Y mi abuela como contable durante el régimen soviético.
Todos tienen contratos fijos y un sueldo decente para sus precios.
En mi propia familia pude ver cómo habían mejorado sus condiciones laborales, monetarias y de calidad de vida. Sigue habiendo bastante diferencia con Europa, pero la situación había mejorado sin duda en su medida. Mientras nosotros aquí en España nos podemos permitir irnos de vacaciones a Francia, Italia u Holanda, ellos viajan por Turquía, Tailandia, China u otros países donde no se les requiere visado.
El paisaje global se aprecia también en las calles y en la pluralidad de sus gentes. Antes de irme ya había bastante inmigración en Saratov, pero vivían las kommunalkas, aún existentes y apartadas, en barrios separados a los rusos. Las kommunalkas era un tipo de vivienda popular en la Unión Soviética, se trata de un edificio donde la gente vive en apartamentos, pero comparten una única cocina, baños, teléfono y salón para todo el edificio, que usualmente está en la plata baja.
Este tipo de viviendas correspondían normalmente a la población más pobre y discriminada (inmigrantes, ancianos sin familia, etc). Aún así, era raro ver inmigrantes en aquel entonces, al menos mezclados con los "autóctonos". Ahora al pasear por las calles es visible una clara pluralidad en las calles: armenios, uzbecos, kazajos, chinos, etc. Desde trabajadores hasta estudiantes en la universidad.
Qué dicen las estadísticas
Si nos paramos un momento a mirar números podemos ver que mis sensaciones no iban muy desencaminadas, por mínimamente que sea el país se ha ido levantando en varios aspectos. En el ránking de índice de desarollo humano Rusia pasó de estar en el puesto 55º al 49º. Además, la mortalidad infantil ha disminuido sustancialmente, y la esperanza de vida al nacer ha crecido de forma significativa.
Al final una cosa es indudable, y es que Rusia está avanzando. En varios sentidos nos puede resultar salvaje y hostil, debido a la homofobia, el machismo latente y el nacionalismo que reina entre la gente. Pero al menos, desde mi experiencia, veo que cada vez más gente joven, debido a internet y la globalización, se están acercando cada vez más a otros ideales, o puntos de vista. Si ahora, diez años después, he podido ver un cambio, quizás hay una esperanza de que ese cambio siga evolucionando.
Una versión anterior de este artículo fue publicada en julio de 2018.