La relación del mundo animal con el coronavirus es tan extensa como la propia pandemia. Al fin y al cabo las hipótesis más plausibles sobre su origen se encuentran en un mercado fresco de Wuhan y en varias especies exóticas sospechosas de transmitir el virus. Pero hay más. Los animales también se han visto afectados por el confinamiento, en no poca medida por nuestra estrecha relación con ellos.
El último ejemplo: las ratas.
Agresividad. Un reciente informe del Centro de Prevención y Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) advierte sobre el inquietante comportamiento de los roedores urbanos durante los últimos meses. Sin humanos recorriendo el metro, sin restaurantes sacando la basura, las ratas se han topado con escasez de comida. Y en su desesperación se han vuelto más agresivas, optando por... Comerse entre ellas.
Canibalismo. "Las ratas no se están volviendo más agresivas hacia los humanos, sino entre ellas", explica un experto en roedores (sí, existen) en The New York Times. "Simplemente se están volviendo las unas contra las otras". En Nueva Orleans o Chicago se han detectado comportamientos erráticos y brutales. Las ratas más grandes y mayores matan y devoran posteriormente a las más jóvenes.
También se dejan ver con más frecuencia a calle abierta.
Dependencia. Es un fenómeno especialmente acuciante en ciudades con grandes colonias, como Nueva York. Allí, las ratas han desarrollado una relación de dependencia con los humanos. Los animales rebuscan en las basuras, en el transporte público y en los bares para sobrevivir. La Gran Manzana tiene una población estimada de unos 2 millones (una por cada cuatro humanos); en París, 4 millones (dos por cada humano).
Otros casos. Acaso menos llamativos, hay más ejemplos de animales desesperados por la desaparición de los humanos. En España, el ejemplo más evidente lo han ofrecido las palomas, los patos y los pavos reales. En Japón, los ciervos de Nara han adoptado un comportamiento más agresivo. Otros simplemente han rellenado el vacío que dejamos durante el confinamiento. Es el caso de los jabalíes o los osos.
En general, sin humanos, la naturaleza se abrió paso. En el caso de las ratas, de formas abruptas e impactantes.
Mascotas. No es una cuestión exclusiva de las especies salvajes. La epidemia también ha tenido un impacto directo en nuestras mascotas. Los pocos estudios elaborados hasta la fecha apuntan a que algunos de ellos, como los gatos o los hurones, pueden contagiarse; la evidencia es más magra para perros. Durante la cuarentena, para otros, se han convertido en una imaginativa fuente de negocio (alquilar perros para paseo).
Y esperanza. ¿Lo que un animal trae, otro se lo lleva? Quizá sea la idea que ronda a los grupos de investigación que durante los últimos meses han analizado la respuesta de llamas y dromedarios al coronavirus. Se sabe que su sistema inmunológico los repele con cierta facilidad, por lo que, en ausencia de vacuna, podrían ofrecer pistas para futuros tratamientos paliativos. La investigación aún tiene mucho camino.
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