La Semana Santa es venial consustancial a la cultura española. Quizá de capa caída, adorada por muchos, igual de repudiada por otros, las procesiones, los ritos litúrgicos y la socialización en torno a los actos religiosos es central a nuestras vidas durante, al menos, una semana del año. Dado que, en caso de que se deteste, resulta casi imposible escapar de ella, ¿por qué no caer en sus brazos mejor? La Semana Santa española también es una fiesta, y se puede acudir a ella con un sólo propósito: correrse una gigantesca juerga.
Depende de la ciudad, claro, y del espíritu festivo de cada uno, pero no todo en Semana Santa son tallas de madera de dudoso gusto estético, fervor cristiano, nazarenos y costaleros. A menudo, las procesiones se enmarcan dentro de un ambiente festivo y de celebración que sirve como excusa perfecta para que los bares abran hasta altas horas de la madrugada y las copas se multipliquen como peces y vinos en honor a Jesucristo. Ahí también reside el encanto (profano, como todo lo divertido) de la Semana Santa.
¿A dónde acudir? Estas son algunas de las propuestas ideadas por la redacción de Magnet, pero hay muchas más, y quizá en tu ciudad más cercana.
El Entierro de Genarín, León
La fiesta profana española por antonomasia. León tiene sus procesiones tradicionales, venerables y veneradas, pero todas palidecen en comparación al bello espectáculo que recurre las calles del Húmedo entre Jueves Santo y Viernes Santo. Una marcha ebria por tan fantástico barrio en honor a un bohemio tibio de vinos y tapas que, en un momento de despiste, fue arrollado por un camión de la basura. ¿Qué mejor defensa del Húmedo, uno de los corazones gastronómicos del norte de España, que honrar a uno de sus más ejemplares habitantes? Ninguno. De ahí que se haya convertido en una gloriosa fiesta.
Con talla incluida. El culto a Genarín comenzó como una broma recurrente entre su círculo cercano, pero ha evolucionado hoy a toda una festividad no oficial, con miles de personas acudiendo en su búsqueda, sus rituales, sus milagros y sus personajes secundarios propios. Una genialidad.
Las turbas, Cuenca
Conocida durante años como "la procesión de los borrachos", en las Turbas se mezclan componentes religiosos y profanos a un mismo tiempo. La marcha de madrugada del Criso hacia el Calvario, portado por una cofradía seria y recta, se ve interrumpida por "las turbas" que abucheaban a Jesús durante su penoso trayecto. Ese acompañamiento se realiza hoy frente a la talla, parando en los puntos más señalados de la ruta, subiendo desde la base de la ciudad hasta el bello casco antiguo de Cuenca, ante la mirada atenta de miles de personas agolpadas en sus angostas calles hasta el amanecer.
Es un espectáculo poco comparable en la Semana Santa nacional: los turbos afrentan al Cristo y le desean su muerte en la cruz. Dadas las horas y la idiosincrasia de la procesión, el alcohol corre por las barras, así como la fiesta a lo largo de toda la ciudad, y lo sacro y lo hereje se funden en una sola representación.
Juego de Las Caras, Calzada de Calatrava
Son pocas las tradiciones estrictamente profanas presentes en nuestra geografía, pero la de Calzada de Calatrava, en la provincia de Ciudad Real, es una de las más interesantes. El Juego de Las Caras reúne a centenares de habitantes locales la tarde del Viernes Santo en las calles de Calzada. Forman círculos y se dedican a apostar en corros, en un juego de cara y cruz con dos monedas. Por supuesto, nada de esto tiene significación religiosa, pero ahí pasan las horas, entre gambas, tapas y cervezas, hasta que las procesiones vuelven a ocupar el espacio público. Es mucho más divertido que las apuestas deportivas.
La Pascua de Padrón
Porque no podía faltar Galicia, claro. En concreto, la Pascua de Padrón, cuya programación se asemeja más a las fiestas municipales de cualquier pueblo de la península que a una celebración litúrgica al uso. Hay de todo: torneos de tenis y de fútbol, pruebas del campeonato de España de jinetes de raid, exposiciones de pintura y dibujo, pasacalles, carreras populares, pregón, casetas de pulpo, generosas cantidades de vino, orquesta y, a modo de traca final, verbena festiva el sábado por la noche. Una fiesta.
Las enramadas, Saelices
Para explicar por qué te lo pasarías en grande en la Semana Santa de un remoto pueblo conquense de no más de 600 habitantes, conectamos con nuestra corresponsal en Saelices, Ana Cantarero:
(Las "enramadas", durante la noche del Domingo de Ramos) En su origen consistía en que los quintos que estaban enamorados pintaban ramos de flores en las fachadas de la moza en cuestión antes de irse a filas. Esto ha derivado en la actualidad en jóvenes borrachos que pintan las fachadas de todo quisqui para desvelar todos los trapos sucios de las familias. Esa noche la gente no duerme o se pone el despertador a primera hora de la mañana con el bote de cal y brocha para borrar evidencias antes de que la gente del pueblo se levante.
La tradición no es exclusiva de Saelices, y aunque bastante debilitada con el paso de las décadas, sucede lo mismo en otras localidades de mayor o menor tamaño de España. Véase en La Zubia, Granada (dato cortesía de Javier Jiménez).
La danza de la muerte, Verges
¡Viva la muerte! Pero no la de la inteligencia, sino la representada cada Viernes Santo en Verges, provincia de Girona. Cataluña cuenta con pocas procesiones o actos litúrgicos relacionados con la Semana Santa, pero este se cuenta entre los más célebres de España. ¿Por qué? Porque no todos los días se ve a un puñado de adultos y niños disfrazados de esqueletos nocturnos, portando guadañas y bailando una vieja tradición medieval cuyo mensaje, grosso modo, se puede resumir en "si no estás muerto, tranquilo, lo estarás".
La danza de la muerte de Verges tiene raíces medievales, y tenía lugar en otras localidades cristianas del orbe europeo. En aquellas se perdió, pero no en esta. Su particular obsesión con la muerte, más allá del Cristo crucificado, puede derivar de la venial relación del arte y la cultura medieval con el hecho biológico final, y se complementa con cañas, tapas y celebración callejera por el bello casco de Girona.
Lunes de Aguas, Salamanca
No exactamente Semana Santa, pero sí relacionada con los acontecimientos anteriores: ligeramente profana y excusa perfecta para socializar al aire libre, comer y beber. Es decir, para disfrutar de la vida sin los rigores de la penitencia.
El Lunes de Aguas de Salamanca tiene lugar el lunes posterior al Lunes de Pascua, o lo que es lo mismo, el segundo lunes posterior al Domingo de Resurrección. Al parecer, la noble tradición salmantina se remonta a los tiempos de Felipe II, cuando en su noche de bodas apreció el carácter desviado, pervertido, pagano y alcoholizado de la Salamanca universitaria. Impresionado, prohibió las conductas pecaminosas, como las prostitutas o la ingesta de carne y alcohol, durante los días de la cuaresma. El lunes de agua, finalizado ese periodo prohibitivo, servía pues de liberación y exaltación de la Salamanca joven.
Hoy, como cualquier cosa en Salamanca, está llena de univeristarios con una sed infinita. Tiene lugar en torno a miles de riquísimos hornazos en los parques y espacios verdes de la ciudad. Y por la noche, Salamanca, claro.
En el fondo, casi cualquier ciudad de España
De Zaragoza a Valladolid, pasando por Granada, Orihuela, Lorca o Murcia. Porque la Semana Santa es tiempo de liturgia, de amor desmedido por unos y de desprecio de otros, pero también es un tiempo de fiesta, relajación y celebración para la mayoría secular de los españoles. Reuniones en familia regadas de licores, torrijas, rosquillas y, por la noche y si ha tocado regresar al pueblo o a la ciudad de origen de tus padres, copas, pachangas, alguna procesión inoportuna de madrugada y celebración.