Ni un sólo mes sin su pertinente ración de dramatismo político en Gran Bretaña. Si tras la elección de Theresa May como primera ministra la salida del Reino Unido de la Unión Europea parecía definitivamente encarrilada, la justicia británica ha decidido hoy que no sea así. La Alta Corte ha dictaminado, atendiendo a una apelación previa, que el gobierno no tiene facultad ejecutiva plena para decidir el Brexit por su cuenta. O lo que es lo mismo: que debe ser una ley parlamentaria la que lo haga.
¿Qué significa esto a nivel práctico? Que los planes de May de activar el artículo 50 del Tratado de Lisboa en la próxima primavera se pueden haber ido al garete. El gobierno ya ha anunciado que aspira a apelar la decisión judicial, pero según explican en el Financial Times, es improbable que su caso prospere. Según la Alta Corte, al afectar la salida de la Unión Europea a derechos adquiridos de los ciudadanos británicos, sólo el parlamento tiene la potestad de ejecutarla. Así que toca negociar. Ningún camino de rosas.
La decisión de la justicia británica es más dura de lo que pueda parecer. Aunque antes hay que responder a la pregunta más elemental: ¿significa esto que no habrá Brexit? No, al menos no directamente.
Que sí, que no, que nunca te decides
Tan sólo implica que el parlamento deba consensuar, negociar y debatir una ley que fije la posición y los términos del Reino Unido en la mesa de negociación con la Unión Europea. Para May, es un obstáculo evidente por dos motivos: el primero, porque obliga a afrontar detalles muy delicados como la libre circulación de personas y la pertenencia al mercado único antes de enfrentarse a sus socios europeos; el segundo, el más evidente, porque no hay una mayoría parlamentaria a favor del Leave. Los remainers son más.
Eso no significa que el Brexit haya entrado en barrena. Pese a que la mayor parte de parlamentarios argumentaron a favor del Remain, las cosas han cambiado una vez la mayor parte de la población ha votado en favor de la salida. Theresa May en persona afirmó votar a favor de la permanencia, y ahora es una ferviente defensora de la salida.
Para muchos parlamentarios, el problema está en sus votantes. Reino Unido cuenta con circunscripciones uninominales, lo que hace de cada parlamentario mucho más vulnerable a las decisiones mayoritarias de los votantes de su pequeño condado electoral. Eso puede provocar que, en caso de que el gobierno obligue al parlamento a votar a modo de referéndum en favor o en contra del Brexit, muchos de ellos terminen optando por el Leave para no ser penalizados por sus electores. Pero hay otras alternativas al "sí/no" parlamentario.
La más evidente, la redacción de una ley. Lo solicita la Alta Corte y es el camino más espinoso para el gobierno de Theresa May, que ha anunciado, aunque con escasa convicción, que plantea activar el artículo 50 de cara a la próxima primavera. Si hay ley, lo más probable, tanto los remainers conservadores como muy especialmente los laboristas y los nacionalistas escoceses podrán batallar punto por punto los términos de la misma. Eso enfangaría el proceso, lo dilataría y lo mantendría en espera.
Dicho de otro modo, anularía una salida del Reino Unido en 2019, y alargaría su horizonte (sin eliminarlo del todo), sembrando el terreno para encuestas o sucintas propuestas de nuevos referéndums que anulen el Brexit.
Me llevo el Scattergories y convoco elecciones
Dado que los riesgos para May son tan evidentes en caso de ardua, tediosa batalla parlamentaria (en ambas cámaras, por cierto: los Lores también están a favor de la permanencia), hay una tercera salida: elecciones. Las encuestas son muy favorables para los conservadores en todas partes. El partido laborista está dividido en dos y su posición frente a la salida de la Unión Europea ha sido tibia. Una nueva mayoría clara para May, aún más superior de la actual y renovando el compromiso de su bancada con el Leave, lo haría todo más sencillo.
No en Escocia, claro, donde el SNP posiblemente redoblaría sus apoyos y volvería a plantear, como ya ha hecho, un nuevo referéndum de independencia. Es el punto de inestabilidad más peligroso que tiene el gobierno por delante.
Pero no el único. La libra continúa por los suelos, los crímenes de odio contra minorías raciales siguen disparados, la economía se ha estancado ligeramente y las perspectivas son negativas, por no mencionar la profunda brecha social desatada tras el reférendum y el enardecido clima político, con figuras como Farage clamando por la posible "traición" de la clase política en caso de no activar el artículo 50 (en delicada referencia histórica).
A modo de conclusión, cinco meses después del referéndum, Reino Unido tiene nuevo gobierno, una nueva amenaza secesionista en el norte, una economía sumergida en un mar de dudas, numerosos incidentes racistas, los dos partidos mayoritarios abiertos en canal a nivel interno y un proceso de salida que sólo afronta obstáculos, riesgos e incertidumbres a todos los niveles, desde el legal hasta el económico. Los británicos siguen sin saber hoy ni cuándo saldrán de la Unión Europea ni en qué términos, y tampoco están cerca de saberlo.
Como diría un ilustre pensador: Brexit, it's very difficult todo esto.
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Imagen | Wenn