Sí, sabemos lo que vas a decir. Se trata sólo de un premio que se le otorga a películas de una muy reducida parte del cine que se hace a nivel mundial, pero si los premios del séptimo arte más cubiertos del mundo llevan 87 años errando el tiro a la hora de elegir la que es la mejor película de cada año, no íbamos a pasarlo por alto. Y sí, es una lista hecha de sugerencias. El cine es inabarcable. Y seguramente este año también se equivocarán
1927/28: En el principio estuvo la distopía
La primera primerísima cinta premiada en los Oscar fue Alas. No vamos a fingir que la hemos visto, pero Metrópolis sí y es un peliculón. Tres hurras por Maria.
1928/29: La pasión de Renée Maria Falconetti
Estatuilla para la Melodía de Broadway. Ajá. Parece que todos estuviesen muy contentos en esa película. Al otro lado de las emociones está La pasión de Juana de Arco, una gran obra de Dreyer en la que su director hacía muy grande una cosa nueva que se estaba probando: la composición pictórica y donde Renee Maria Falconetti encargaba una de las actuaciones más arrebatadoras del cine.
1929/1930: Buñuel frente a las superproducciones
Tocaba premiar la superproducción seria (se empezaba a gestar la política de estudios) y de ahí que triunfase Sin novedad en el frente. Mientras tanto y en Francia un genio llamado Buñuel presentaba La edad de Oro, otra exquisita muestra de surrealismo tras Un perro andaluz en la que se escenificaba el amour fou.
1930/31: un Fritz Lang noir antes del cine negro
¿Tú crees que verías Cimarrón, uno de los primeros westerns de gran presupuesto, si no fuera porque ganó un Oscar? ¿Qué me dices en cambio de M, el vampiro de Düsseldorf, la película que mejor expresa la inhumanidad de la masa cuando el ser humano actúa en grupo?
1931/32: la mafia llama a tu puerta
Los estudios, ya fuertes, plantan una película coral de actorazos (Greta Garbo, John Barrymore, Joan Crawford) en Gran Hotel. Pero Howard Hawks y Richard Rosson plantaban Scarface, el terror del hampa. La primera gran obra del género gánster y una de esas ocasiones en las que sospechas que sus directores estaban más en contra que a favor del sistema.
1932/33: cabalgata al Empire State
Vale que eran momentos aún de gestación del galardón más popular del séptimo arte, pero ni por esas lo vamos a olvidar. Nos parece imperdonable que al bueno de King Kong lo pasara por encima Cabalgata. Por cierto, esta peli era de Frank Lloyd, realizador prolífico de la época y uno de los fundadores de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood. Bien la imparcialidad.
1934: comedias frente a comedias
No nos gusta desmerecer a Frank Capra, más cuando nos ha dado, como la oscarizada Sucedió una Noche, uno de los títulos fundamentales de la screwball comedy. Pero es nuestro trabajo recordar que ese mismo año W. S. Van Dyke filmó La cena de los acusados. Estética oscura, diálogos chispeantes, unas despreocupadas tendencias al alcoholismo… Parece que 1934 era el año de pasarlo bien. Al menos en pantalla. No es como para reprochárselo.
1935: todo lo que hay en usted me recuerda a usted, exceptuándole a usted
Otro premio a Frank Lloyd, que en estos momentos presidía la Academia. Al menos fue a Motín a bordo, la que está considerada la mejor película de y una gran aventura marítima de esas que ensalzan valores muy cívicos y tienen gran discurso final. Los hermanos Marx le plantaban al mundo entonces Una noche en la ópera, y eso significa la escena del camarote. Sintiéndolo mucho, nos llama mucho más lo que pasa en este barco en cinco minutos que en el otro en sus más de 2 horas.
1936: No, Chaplin no lo ganó
Poco puede hacer El gran Ziegfeld frente a Tiempos Modernos, Chaplin contra el fordismo, defendiendo a los hombres que apenas son un eslabón más en la cadena de producción capitalista y hacerlo divirtiendo al espectador. No vamos a descubrirte a Chaplin, así que no nos extendemos más.
1937: la fiera de Howard Hawks
Qué pequeña se hace La vida de Emile Zola frente a La fiera de mi niña, ese momento en el que Howard Hawks demostraba que las situaciones más cotidianas podían transformarse, sin previo aviso, en un complicado y divertido juego de sentimientos.
1938: Renoir, lo difícil hecho fácil
Cuando no deben dárselos, se los dan. Frank Capra se ganó la estatuilla con Vive como quieras el mismo año en el que Jean Renoir, uno de los maestros del cine, se presentaba en la ceremonia con La Gran Ilusión bajo el brazo, una conmovedora película sobre los problemas de identidad nacional y de clase que podría haber sido la primera película de habla no inglesa en llevarse el premio. Patriótico para los de izquierdas, antibelicista para los de derechas, con esa aparente sencillez y su definitiva complejidad Renoir logró ponerse muy arriba en el podio de autores de cine.
1939: juramos que la bruja del este nunca más volverá a pasar hambre
¿A ti qué te apetece más ponerte en fiestas? ¿El Mago de Oz o Lo que el viento se llevó? No importa, aunque la película ganadora le dio el primer Oscar, de secundaria, a una actriz negra (Hattie McDaniel), la de Judy Garland tiene otro mérito añadido: haberse convertido en un icono para la comunidad gay.
1940: el detalle y el lirismo de John Ford
Rebecca vs Las uvas de la Ira. Un Hitchcock muy por los suelos frente a un John Ford tocando techo.
1941: Ciudadano Welles
Qué verde era mi valle es una absoluta obra maestra del género pastoral. Pero tal vez los encargados de premiar el mejor cine al otro lado del Atlántico deberían sopesar cuándo se da la extraña circunstancia de que tienen que premiar por igual a dos obras, que si una de ellas queda fuera del podio estaríamos ante una tremenda injusticia. Nos referimos a Ciudadano Kane, a sus planos, a su ingenio narrativo y a la trascendencia en el resto de directores venideros.
1942: reírse o no reírse contra el nazismo
Es La señora Miniver otro gran filme de propaganda en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Ser o no ser, con la guerra también de fondo, pretendía reflexionar con mucha comedia de por medio sobre las terribles formas del nazismo. Eso mientras se confunde al espectador sobre lo que es real y lo que es ficción dentro de la propia historia.
1943: siempre nos quedará Renoir
Son malos tiempos, en general, para el cine, pero Casablanca se alza como mito fílmico llevándose el merecido premio. De la cosecha de 1943 destaca, también, otra joya de Renoir en el exilio, Esta tierra es mía, en la que hacía un conmovedor y humano panfleto en favor de la democracia en un momento en el que muchos de los ciudadanos de las naciones aliadas habían perdido la ilusión en el sistema.
1944: Billy Wilder, James M. Cain y Raymond Chandler
Siguiendo mi camino, cine del que agrada con curas buenos y mensajes amables, es lo que se premió en los Oscar de 1944. Perdición, de Billy Wilder, es un clásico del cine negro de soberbia dirección cuya historia, bastante rompedora para la época, era justo lo que debían castigar los académicos. Se llevó al final la victoria moral.
1945: Roma, herida abierta
Días sin huella ha pasado a la historia como el mayor alegato contra el alcoholismo, pero Roma, ciudad abierta es la mejor película contra el fascismo. Y además juega en casa. Rosselini, uno de los inventores del neo-realismo siembra aquí otro brote estilístico que muchos continuarían después y también le da al público, a su pueblo, un durísimo espejo en el que reconocerse.
1946: Qué bello es fracasar en los Oscar
En mitad de un convulso período de asentamiento de valores políticos, una película cambió para siempre la forma que la nación estadounidense tenía de verse a sí misma: Qué Bello es Vivir, de Frank Capra. Porque, por encima de Los mejores años de nuestra vida, la de Capra y James Stewart sí que era una película con alas.
1947: el bellísimo accidente de Orson Welles
El antisemitismo fue el tema protagonista de este año. La barrera invisible, de Kazan, busca poner el foco en el ese subterráneo cáncer interiorizado por la mayoría de ciudadanos, tal vez sin saberlo. Al otro lado de los reconocimientos estuvo La dama de Shanghai, un proyecto que se tuvo por fallido de Orson Welles pero que nosotros vemos como un bellísimo accidente tal vez más eficaz por lo que yerra que por lo que intenta acertar. Ah, y la secuencia de la sala de espejos es, simplemente, demasiado.
1948: Zapatillas frente a Shakespeare
Las zapatillas rojas fue una película de corte surrealista que revolucionó algunas cuestiones cromáticas en su día. Una exquisita oferta de Powell y Pressburger que se ha ganado su puesto como mito de Fausto transmutado en tragedia musical más vibrante (y cursi) que podrás ver jamás. Ganó Hamlet, de Laurence Olivier. Bueno.
1949: la noria de Harry Lime
El político, triunfadora de esta edición de los Oscar, es en verdad una película más que recomendable (ese ritmo endiablado, esa justa mesura en cuanto a la vertiente de denuncia) pero El tercer hombre de Carol Reed despuntó sobre sus coetaneas, uno de los mejores títulos del cine británico y una de esas películas en la que los espacios (los hombres y la ciudad, los interiores y los exteriores) son la gran fuerza que hace que converja todo.
1950: la (in)justicia de Rashomon
Nos encanta, nos emociona incluso el premio a Eva al desnudo, de Joseph L. Mankiewicz, la obra que camufló sólo lo justo la homosexualidad de Broadway y de paso hacía un bonito juego metanarrativo (los actores se estaban interpretando a sí mismos). Pero bueno, que ahí está también Rashomon, tal vez la mejor película sobre la idea de justicia jamás filmada.
1951: Wilder vs el periodismo
En Hollywood siguen muy a tope con la magia del baile y le dan todos los premios a Un americano en París. Mientras tanto, Billy Wilder dejaba apartado su registro cómico para sumergirse en un duro retrato del egoísmo humano en forma de pacto de poder que se da entre la prensa y la política. No hace falta que vengas a decirnos a los periodistas que no tenemos ética, que ya nos dejó el recado antes Wilder en El gran carnaval.
1952: Cantando bajo DeMille
A Hollywood le encanta más que a nadie el buen ejercicio de ostentación visual, más en los tiempos de las megaproducciones. Ese año, en concreto, el circo de El mayor espectáculo del mundo, de DeMille, pero, ¿No prefieres la jovialidad y el ánimo coreográfico de Cantando Bajo la Lluvia?
1953: la revolución Ozu
Aunque disimulasen, es muy posible que los académicos ya supieran entonces que la mejor película y las mejores actuaciones no estaban en De aquí a la eternidad. No, estaban en Cuentos de Tokio, de Ozu, para muchos, la película más revolucionaria de la época, una que de verdad descubría otra forma de filmar, de mirar y de sentir. Aunque sólo sea por los planos-almohada…
1954: ¿La ventana qué?
En realidad, los académicos no lo tenían difícil. No costaba nada haber nominado a La ventana indiscreta, una de las películas dirigidas para el gusto cinéfilo estadounidense que mejor les hablaba de su propia filia por el voyeurismo. Pero ni siquiera estaba nominada a mejor película. Al menos ese año ganó un hermoso cuento sindical de Kazan, La Ley del Silencio.
1955: Rebelde sin premio
Los hijos, nietos y bisnietos de aquellos años no conocemos nada de Marty, película oscarizada con la que Delbert Martin Mann se ganó también en su día la Palma de Oro en Cannes. Pero algo sí que nos suena de Rebelde con Causa.
1956: La vuelta al western en 80 Fords
No importa cuánto de festín para los sentidos tenga La vuelta al mundo en ochenta días, la épica travesía de un Phileas Fog interpretado por David Niven. Lo único que sabemos es que Centauros del Desierto es uno de los mayores hitos fílmicos. En su política de desmerecer el género western perdieron la oportunidad de premiar (una vez más) a Ford y de reconocer que su forma de premiar a las películas era viendo lo que se escondía en ellas más allá de la forma.
1957: jugando al ajedrez con la muerte
El puente sobre el río Kwai es una de las más insignes películas del cine para padres. Otra opción que puede aportarte más satisfacciones es El séptimo sello, para muchos, la puerta de entrada al cine de Bergman, un cineasta esencial y uno de los más expertos artistas en guiar al espectador a lo más hondo del angst vital.
1958: Vertigigi
Esta vez, en cómo podemos pasar de Vértigo, Hollywood obvia una mezcla de thriller y psicodrama de impresionante complejidad considerada por muchos críticos la mejor película del cineasta para premiar con 9 Oscars a Vincente Minnelli con su extravagante pero modesta Gigi.
1959: Un ladrón de bolsillos contra Ben-Hur
Para esos que dicen que la nouvelle vague le tira para atrás porque es muy intelectual, desordenado y sin argumento, recomiéndales Pickpocket, de Robert Bresson. Si la ven y el dinamismo logrado por esa economía de medios no les ha maravillado, si siguen en sus trece, diles que se pongan Ben-Hur, que es la que se llevó la estatuilla ese año.
1960: "Oye, Carmiña, que soy Hitchcok, que lo dejo"
Es aquí donde todos los amantes de Billy Wilder, Shirley MacLaine y los sueños (y espejos) rotos vienen a poner el grito en el cielo. Pero sí, a nosotros nos parece mucho más revolucionaria Psicosis que El Apartamento. En la línea de obras de Hitchcock que la academia se olvidó de premiar, una de las historias que más ha transformado la mirada del espectador (imagínate estar en aquella época y ver que matan a la protagonista… ¡a mitad de película!) y una obra canónica en eso que podríamos llamar el cine freudiano. También el que debe estar en el top 3 de posters cinéfilos vendidos en El Corte Inglés.
1961: Resnais ya tal
El concepto musical de peleas de bandas no puede fallar, y por eso la academia justamente le dio la estatuilla a West Side Story. Pero sinceramente, fue mucho más relevante El año pasado en Marienbad, experimento fantastique de Resnais en terreno de ensueños, recuerdos y autoimagen. “Eres como una sombra y esperas que me acerque”. Delirio.
1962: Atticus Finch killing an arab
Da lo mismo cualquier punto bueno (los tiene, por supuesto) que podamos sacarle a Lawrence de Arabia. Matar a un ruiseñor es una de las películas más definitivas sobre el coming of age y una aguda crítica al racismo, de las que calan y educan sin adoctrinar.
1963:
Tom Jones u Ocho y medio. Qué me dices.
1964: Sergio Leone revisitando Yojimbo
Dan ganas de prepararse un té y ponerse una elegante pamela un viernes noche para ver My Fair Lady, una película con tanto talento en todos sus departamentos y una historia tan adictiva que entendemos que los académicos premiasen la cinta de George Cukor. Una pena que, por favorecer el musical se dejasen el soberbio remake de Yojimbo que es Por un puñado de dólares. Sergio Leone en estado de gracia.
1965: qué dulce cantar que susurra el monte
¿Sonrisas y Lágrimas? ¿Dos musicales consecutivos llevándose el gran premio? Pues nos pasamos a Repulsión, de Polanski, y al cine desasosegante. No es fácil hacer bien el drama psicológico a la vez que el físico, y las mil maneras con las que en este filme vemos y tocamos a Carol aka Catherine Deneuve, son sólo propias de un maestro.
1966: ésta a Boyero le encanta
A los Premios Oscar les dio por premiar teatro inglés. Un hombre para la eternidad es ese cine sobrio y prudente cargado de grandes actuaciones dentro del canon británico. Por aquella época también salió a la luz Blow-Up (Deseo de una mañana de verano), una de esas películas que, además de haber sido la introducción a la cinefilia de millones de adolescentes con ínfulas artísticas, es el cine alegórico de Antonioni para disimular un thriller en un discurso sobre la alienación de la juventud en tiempos modernos. Carlos Boyero la tildó de insoportable.
1967: Jesus love you more than you will know
Ganó la denuncia social de En el calor de la noche, pero en nuestros corazones somos más de recordar a Mistress Robinson y sus encantos, que nos sedujeron a nosotros y al joven y perdido Dustin Hoffman en El Graduado. Sin El Graduado no habríamos tenido Academia Rushmore, así que tú decides.
1968: Kubrick, una odisea en la Academia
Oliver es un cándido drama musical dirigido por Carol Reed en 1968 que arrasó en el certamen cinematográfico. También es la película que le quitó (junto al resto de contendientes) el premio a 2001: una Odisea en el Espacio, la revolucionaria película de Stanley Kubrick tan menospreciada (en el sentido estricto de la palabra, suponemos que no sabían a lo que se estaban enfrentando) que ni siquiera fue nominada aquel año a Mejores Efectos Visuales.
1969: cowboys de carreteras secundarias
Aunque ganó la bienintencionada desmitificación del sueño americano que es Cowboy de Medianoche, había una película que no sólo cuestionaba lo heredado sino que también lo hacía saltar por los aires. Hablamos de Easy Rider, el largometraje que marcó el comienzo de eso que se ha llamado el nuevo Hollywood. Si no la premiaron fue porque era demasiado áspera, casi antisistema para los estándares del cine comercial en su momento.
1970: el suicidio es indoloro
¿Qué tal un poco de propaganda? ¿Qué tal subirle la moral al pueblo americano ahora que lo de Vietnam no va especialmente bien? Eso es lo que significó el premio de aquel año a Patton. Pero Robert Altman, de siempre un superdotado del guión técnico, hacía un poco lo contrario que la película que acabaron encumbrando los académicos. Una crítica, desde la mirada bélica, a lo que los estadounidenses habían llevado al sudeste asiático. ¡Y eso que M.A.S.H. también estaba nominada! Tal vez pensaron que era demasiado pronto para darle el premio a un semidesconocido.
1971: amar Australia por encima de todas las cosas
Para este año de French Connection Contra el imperio de la droga le pasamos el testigo a Despertar en el Infierno, la loca epopeya australiana de Ted Kotcheff cuyo realismo sucio y drive mental nos lleva directos a la revelación de que el infierno somos nosotros mismos.
1972: y si te quejas, te mandamos una cabeza de caballo
No, si ha ganado el Padrino nosotros no vamos a ofrecer aquí ninguna alternativa. Venga, acúsanos en los comentarios de falsa publicidad.
1973: el sindiós de 1973
¿Fue 1973 uno de los años más duros en cuanto a competición a Mejor Película? Ganó El Golpe, pero… ¿es mejor que El Exorcista o American Graffiti? Aún con esas, el filme de culto Malas Tierras de Terrence Malick se quedó fuera de categoría. También Malas Calles, el revelador debut de Scorsese.
1974: ¿no te ha quedado claro lo de la cabeza de caballo?
El Padrino. Parte II ganó y así se queda. Sí.
1975: alguien voló sobre Amity Island
¿Qué te lleva a votar antes a Alguien voló sobre el nido del cuco que a Tiburón? El miedo. El miedo a reconocer que algo tan básico puede haberte provocado sensaciones tan profundas. El surgimiento del blockbuster, Rob Scheider y el bicho que hizo que una generación no volviera a mirar de igual forma lo que subyace a la superficie marina bien valen un premio.
1976: the eye of the tiger periodístico
Grande es el culto a Rocky, pero más grande aún fue en su momento Network, un mundo implacable. La película definitiva sobre periodismo que deberían ponerle, muy por delante de Todos los hombres del presidente (que también competía ese año), a los estudiantes de ciencias de la información del mundo entero. Si la ves a día de hoy, verás que lo que cuenta está de rabiosa actualidad. Seguro que Dan Gilroy, el director de Nightcrawler, está con nosotros. Por cierto: ¿sabes qué otra se quedó también fuera? Taxi Driver.
1977: hasta Woody Allen bailaría disco
De acuerdo, Annie Hall fue todo un descubrimiento. Pero mientras nos centremas en las neurosis urbanistas y el diálogo ingenioso y existencialista se nos olvida honrar a una, sino la mayor, película tributo a la era disco. Fiebre del sábado noche seguirá viva y muy arriba al menos en este rincón de la red.
1978: San John Carpenter
Por mucho estima que le tengamos a Michael Cimino (y El Cazador es, probablemente, su mejor película) ese año Carpenter se cascó La Noche de Halloween. Es decir, la cinta de terror que marcaría unos patrones en el género (el plano subjetivo, la música minimalista, la sugestión antes que el susto explícito) que todavía hoy en día se repiten y plagian hasta la saciedad.
1979: el horror vs el divorcio
Muy bonita Kramer contra Kramer, el drama de lo duro que es para un hombre criar a sus hijos en solitario (extraño tema que le interesa tanto al cine, pero no su equivalente, en proporción, con el otro género). Algo más emocionante es sin embargo Apocalipsis Now, obra en la que Coppola dejó, además del bolsillo y la salud, una de las más originales y emblemáticas obras bélicas (y, de paso, una peineta a lo que supuso la Guerra de Vietnam).
1980: nopormuchomadrugaramanecemástemprano
Menudo dramón se plantó Robert Redford en su debut tras las cámaras, Gente Corriente. Ah, espera, estamos hablando del mismo año en el que se estrenó El resplandor. Ya sabes, la película de terror de Kubrick y una de la obras de culto más nutritivas de la historia del cine.
1981: cacharros de fuego
Seguro que te acuerdas de la escena de Carros de fuego. De los chicos corriendo por la playa con música de Vangelis. Pero seguro que no recuerdas nada más. Sin embargo, si has visto Das Boot. El submarino (bueno, más que visto, si la has experimentado) seguro que no podrás dejar de pasar por alto más de una escena y, en general, su total inmersión, puro ensayo sobre lo que significa a varios niveles la claustrofobia.
1982: motos digitales contra Gandhi
Gandhi es otro clásico premio a biopic academicista. En el año de The Thing, Blade Runner y Tron. Tiene delito la cosa. Como hay que escoger sólo una de estas tres gemas vamos a dárselo a Tron, que por todo lo que desarrolló a nivel técnico bien merece el homenaje.
1983: Tony Montana que estés en los cielos
La fuerza del cariño está dirigida por James L. Brooks, el director de Mejor… imposible (!) y uno de los guionistas y productores de Los Simpsons (¿?). De acuerdo, le echaremos un ojo. Mientras tanto, nos quedamos con la que para nosotros es LA película de 1983, ese tour de force de Brian De Palma llamado El Precio del Poder. ¿No te pasa que te apetece escuchar un rato a Moroder y salir a disparar a rivales?
1984: Leone y la canción de Cockeye
El adiós de Leone al cine, Érase una vez en América, no estuvo ni siquiera nominada a Mejor Película en un año que premiaron a Amadeus. Aunque no hay consenso sobre si estamos ante una de las mayores obras de arte del cine, sí lo hay ante que es una de las más hermosamente filmadas radiografías del alma inmigrante (y criminal, y mucho más) de Estados Unidos.
1985: Terry Gilliam, garoto de iPanema
Entonces no sabemos, pero hoy en día ver Memorias de África se puede hacer una experiencia especialmente difícil si no tienes el estómago recubierto de una capa antiacrimonia. Se hace más sencillo ver ese delirio llamado Brazil y ofrecido por Terry Gilliam. Una distopía sucia contraria al canon estilístico impuesto por Hollywood que se presenta como la obra perfecta para trastornar para siempre a tu sobrino o sobrina de 7 años.
1986: un lugar donde ser siempre chavales
Vietman seguía caliente y de ahí el premio a Platoon, de Oliver Stone. Contra tanta guerra, mejor un poco de amistad old-school como la de los protagonistas de Cuenta conmigo, una de esas raras películas que se permiten conmover sin caer en lo estomagante. ¿Y tú? ¿Eres un Cornie, un Chris, un Vern o un Teddy?
1987: el último soldado patoso
Cualquier premio a Bernardo Bertolucci nos parece correcto, aunque eso implique premiar El último emperador. Pero ese era el año de La chaqueta metálica. Ya sabes, un poco de pesimismo y misantropía contra un mundo más violento de lo que lo son sus personajes en la película. Que si no es por la sonrisa de Patoso, que lo sea por los videos parodia del sargento de artilleria Hartman.
1988: ZAZ
Rain Man es barata. Es un premio a una película en verdad desalmada. Es lo peor que ha representado Hollywood de siempre. No como Agárralo como puedas, una película con coraje, atrevida, que sobrepasó los límites de la comedia absurda… y que fue pionera del meollo en el que el género derivó años más tarde, en las spoof movies. Un tipo de películas que son, verdaderamente, un sálvese quien pueda.
1989: paseando a Spike Lee
Nos cargamos sin miramientos a Paseando a Miss Daisy frente a Haz lo que debas. Para una de las más grandes películas de denuncia que han creado directores afroamericanos y van y la dejan fuera de competición.
1990: muerte entre los nuestros
Kevin Costner, el tema del genocidio de los americanos nativos y un lobo llamado calcetines (hablamos de Bailando con Lobos) le ganaron la partida a Muerte entre las Flores, de los hermanos Coen. Una película en la que se homenajeaba a todo el cine negro y se le daba un pequeño empujón, un espejo sobre el que mirarse a todo lo que este género traería después. Ah, y Uno de los Nuestros también se quedó fuera. Que también podrían haber premiado la tercera parte de El Padrino, pero vamos a dejarlo estar.
1991: la Bella y Hannibal Lecter
Es cierto que El silencio de los corderos es una buenísima película, pero lo que se jugaba en competición en 1991 era otra cosa. Hablamos de la primera vez que una película de dibujos entra a las nominadas a Mejor Película, con La Bella y la Bestia. Habría sido un bonito gesto por parte de la Academia reconocer, por fin, que esta forma de arte es eso, arte. Por cierto, desde aquí animamos a los organizadores a dejar de segregar al cine de animación en categorías paralelas.
1992: si estaba bien hasta Annie Lennox...
Igual que la camiseta marinière y la chaqueta de cuero, el western siempre vuelve. Esta vez lo puso de nuevo en circulación Clint Eastwood en la muy notable Sin Perdón. De ese año es también Drácula de Bram Stoker (de Coppola), fiel adaptación con hallazgos visuales y también un Keanu Reeves que conquistaba a cualquiera.
1993: qué es, qué es
La lista de Schindler es una importante (y explotadora) película sobre el holocausto, otro espectáculo perfectamente preparado de Spielberg para dejarse llevar por las emociones y dar inicio a la fiebre del efecto digital de la corrección de color para aislar un tono junto al blanco y negro. Pero hay otra película de ese año que ha trascendido a lo largo de todos estos años entre jóvenes y otros que no lo son tanto. Pesadilla antes de Navidad es el referente indiscutible de los neogóticos, los frikis y demás raritos. Unas preciosas escenas para su impresión en sudaderas y bolsos. Una nueva sensibilidad.
1994: Corre, Vincent Vega, corre
¿Nos atrevemos a desbancar al Forrest Gump de Zemeckis? ¿Qué tal con un poco de culto? Sacamos al frente Pulp Fiction, de Tarantino.
1995: jamás nos podrán arrebatar la ira
Con cariño hacia sus fans y a Mel Gibson lo decimos, pero el triunfo de Braveheart es el triunfo de la masculinidad más irracional. En el año en el que, encima, Fincher se sacaba de la manga Seven, película cuyo final estará entre los 20 mejores de todos los tiempos.
1996: el largo invierno de los Coen
El paciente inglés es cine lírico, sentimental… Sí sí, pero Fargo es comedia marciana y golpes de genialidad que incluyen trozos de Steve Buscemi en una trituradora de maderas.
1997: todo es lounge, menos mi vida, mi vida es más bien Lynch
El transatlántico de Titanic arrolló carteleras y recogidas de premios. Mucho más silenciosa fue la llegada de Carretera Perdida a nuestras vidas, una presencia que no ha hecho más que aumentar como lo debería hacer cualquier fuga psicogénica a lo más hondo del ser humano que se precie.
1998: rusos blancos
Sí, parece que somos unos fanboys de los Coen, pero es que nos duele un poco que Shakespeare in Love le ganase a El Nota y su comedia absurda e incómoda. El nihilismo de El Gran Lebowski bien vale un ruso blanco y una estatuilla, o qué.
1999: los dientes contra la acera
Uno de los hitos precursores de la ideología Mr Wonderful, La vida es Bella, le robó el justo premio a Edward Norton haciendo de nazi. No señor, ese premio tendría que haber sido para American History X.
2000. Nolan antes de Nolan
¿Es el premio a Gladiador una forma de La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de intentar conectar con la sensibilidad del público mayoritario de multisalas? En cualquier caso, así dejaron fuera Memento, la obra consagratoria del tótem Nolan, un pequeño anticipo del despliegue creativo que nos daría en años venideros y también, junto con Following, su película más espontánea, imperfecta y conquistadora.
2001: para mente maravillosa, la de Luhrmann
Lo sentimos por Ron Howard y su Mente Maravillosa, si hubo una película que llegó a conectar con el público fue Moulin Rouge!, su Fin de Siècle, su artificiosa imaginería y la oligofrenia fílmica de Baz Luhrmann. El mejor folletín protagonizado jamás por Nicole Kidman, y ojo, que hablamos de la actriz que protagonizó Todo por un sueño. Si no te convence, recuerda que Ghost World también anda por ahí.
2002: Polanski y el ardor nazi
El Pianista. Porque el tándem Polanski- tísico Adrien Brody le gana de calle a las chicas de Chicago. Además, todo lo que sea humor negro, más en el contexto nazi, lleva puntos extra.
2003: atrapados en el tiempo que nos queda por vivir
El premio a Mejor Película para la tercera parte de El Señor de los Anillos nos suena más un reconocimiento a una importancia histórica por sus nuevos métodos de producción que a la calidad artística. Le quitamos la estatuilla y se la entregamos a Sofia Coppola, que ese año nos dio Lost in Translation, la obra que ha copado el imaginario popular de la desubicación cultural y que también nos ha dejado inolvidables escenas para todos los gustos. Unos son más del abrazo de Johansson-Murray y otros, como nosotros, de romepa medias.
2004: a ver, estábamos a punto de saltarnos las reglas... pero no teníamos un Padrino a mano
Million Dollar Baby es un justo ganador, más viendo el bajísimo nivel de ese año. Pero no nos importaría honrar Descubriendo nunca jamás. ¿Que por qué premiar un biopic algo desalmado y fabricado para la temporada de premios? Porque es Johnny Depp en una película de mediados de los 2000 haciendo de persona normal.
2005: ojo por ojo
Para muchos, este es el año en el que Crash le ganó a Brokeback Mountain. Pero ey, nosotros, que somos de la tercera vía, escogemos Munich, el gran espectáculo (¿glorificación?) del ojo por ojo de Spielberg.
2006: pequeño mr. Scott
Infiltrados, adaptación de la hongkonesa Juego Sucio por parte de Scorsese, es un premio indigno para este director. Por eso mucho mejor habría sido premiar a la de aliento Sundance, Pequeña Miss Sunshine, una familia que era todo carisma y una de las raras excepciones a la norma de “si sale Michael Scott, será lo más gracioso de la película”.
2007: ambición no recompensada
Se puede ser fan de los Coen, como los académicos que honraron a No es País para Viejos, y también querer a Paul Thomas Anderson, a quien cada vez valoran menos desde la institución y a quien le vimos perder este año que presentaba Pozos de ambición, una bonita película sobre el valor de la amistad entre un cura y un amable emprendedor.
2008: Pixar mejor que Boyle
Slumdog Millionaire es un poco el La vida es bella actualizada (además de defender, sin querer, la patraña meritocrática en un mundo que empezaba a sufrir los efectos del atraco financiero). No, nos quedamos, mucho mejor, con el buen slapstick y ecologismo del adorable Wall-E.
2009: mejor premiar a Blomkamp antes que fuera Blomkamp
Cualquiera de las nominadas (vale, tal vez menos Un tipo serio) de ese año podría haber ganado sin problemas, ya que rascaban mismos méritos como pieza artística. De ahí el premio a En Tierra Hostil. Así que… ¿qué tal pensar fuera de la caja y premiar la distopía y los bichejos adorables de Distrito 9? A estas alturas del partido, ya casi que podemos garantizar que es lo mejor que nos va a dar Neill Blomkamp.
2010: el discurso de Scott Pilgrim
¿Te acuerdas de El discurso del Rey? Creemos que su director tampoco. Qué demonios, deberíamos pedirle explicaciones a Colin Firth sobre por qué se puso a hacer de Jorge VI. No, hay en ese año una joya de la que sí nos acordaremos las próximas décadas. Se llama Scott Pilgrim contra El Mundo y en su hiperbólica dirección y diseño (cómic) de personajes se contiene gran parte del sentir de los jóvenes de nuestro tiempo.
2011: Ryan Gosling sí que es un artista
Qué bonita The Artist, cuánto nos gusta la nostalgia, los franceses guapos y los perros bailarines. Casi tanto como los neones, la apología de la violencia y Ryan Gosling. Elige bien, elige Drive y quédate con los real heroes.
2012: muertes en diferido en regimen de simulación
No tenemos casi nada en contra de Ben Affleck, ni siquiera cuando se pone en el papel de director como en Argo. Pero sí contra el cine academicista y un puntito panfletario, más si no eres Michael Bay. Looper tiene viajes en el tiempo, gente que muere en diferido y un trío de protagonistas (Emily Blunt, Bruce Willis y Joseph Gordon-Levvit) insuperable.
2013: más quisiera Siri
La película buena de Steve McQueen era Shame, no 12 años de esclavitud, pero claro, se olvidaron de premiarle en 2011 y algo había que hacer. ¿No llega mucho más un cuento sobre un hechizado universo futurista fuertemente influenciado por la tecnología pero que se cuida de no ser tecnófoba? Además, en Her te recuerdan que, si alguna vez te vas a liar con Scarlett Johansson, es porque está todo en tu cabeza.
2014: a latigazos
Birdman o la exasperante intrascendencia de la crisis de los 50. Al pájaro le gana sin problemas el solo de batería, la pedagogía militar y el sobreesfuerzo. Whiplash es quite our tempo.
2015
¿Que quién nos gustaría que ganase este año?