Suena la alarma, la apagas, vuelve a sonar, la vuelves a apagar, sales de la cama, te desplazas somnoliento por la casa, tomas un par de tazas de café, acudes a tu puesto de trabajo, te sientes cansado, improductivo, agotado, vuelves a beber café, nada cambia, miras el reloj: es mediodía y has dormido ocho horas, pero te sientes tan cansado como si hubieras trasnochado. Tu cuerpo te envía señales, pero no sabes leerlas.
Si esto te sucede de forma rutinaria, es posible que seas un búho. Un latesleeper: una persona cuyo ciclo de sueño es más vespertino que el de la mayoría, que de forma natural tiende a dormirse más tarde y a despertarse más tarde, y que alcanza su pico de actividad por la tarde.
Los latesleeper son una minoría: un sector de la población silencioso cuyo ciclo de sueño no se adapta al ritmo de la sociedad. O más bien al revés: cuya sociedad no se adapta a su ciclo de sueño. Diversos investigadores han estudiado el fenómeno durante las últimas décadas y han descubierto que los latesleepers tienen problemas de conciliación laboral y de rendimiento académico, y que para ellos más que para ningún otro grupo madrugar resulta una condena.
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Los cronotipos: la clave de que siempre estés cansado
El concepto clave para entender la vida de un búho (la forma común de referirse a los latesleepers: el grupo contrario, quienes disfrutan de picos de actividad altos durante las mañanas, serían las alondras) es su "ritmo circadiano".
Los ritmos circadianos son ciclos de sueño de 24 horas presentes en el organismo de multitud de animales, entre ellos el ser humano. En esencia, determinan cuándo nos vamos a dormir y cuándo nos despertamos, y cómo distribuimos nuestra actividad vital a lo largo de todo un día. Y si bien todos somos esclavos de ellos, no todos lo somos durante las mismas horas. Algunos se duermen de forma natural a las doce de la noche, mientras que otros lo hacen a las dos.
A esta variación de horarios la bautizamos como "cronotipos". Hay muchos y muy distintos. En 2012, el investigador Till Roenneberg publicó su libro Internal Time, en el que describía más de 200.000 variaciones del ritmo circadiano en los seres humanos. Como resultado, proyectó este gráfico general de patrones de sueño: las barras azules y verdes representan el horario estándar, de 00 a 08 y de 01 a 09, mayoritario entre la sociedad.
Pero las rojas, más tardías, representan a los latesleepers: personas que duermen más tarde, pero que tienen que presentarse en su puesto de trabajo a la misma hora que la mayoría (y que sufren un "jet lag" permanente porque se ven obligados a despertarse en mitad de su "noche biológica").
Los ciclos de sueño fueron determinados originalmente por James A. Horne y Olov Östberg en 1976, en un estudio seminal para la ciencia del sueño. Desde entonces la ciencia ha avanzado en diversos campos. Por ejemplo, hoy sabemos que aunque intentemos adaptarnos a otros ritmos de sueño, nuestro cronotipo es muy persistente por culpa de 10.000 células nerviosas en nuestro cerebro que determinan nuestro "reloj biológico". También sabemos que hay un gen (el Per3) que nos determina el ciclo de sueño.
El fenómeno es complejo, naturalmente. Los ritmos circadianos también varían en función de la edad de cada persona. Por ejemplo, se sabe que los niños tienen cronotipos muy tempranos, disfrutando de mucha actividad matutina (y yéndose a dormir muy pronto). Durante la adolescencia nuestro organismo se transforma: los cambios hormonales retrasan el ritmo circadiano (y por eso los adolescentes tienen fama de vagos y tardan tanto en madrugar). Durante la vejez, volvemos a un cronotipo más temprano.
Pero pese a los cambios, dentro de cada franja de edad hay alondras y búhos. Y ambos lo serán, de forma general, durante toda su vida.
Peores notas, menos productivos
Lo cual es un problema para los búhos. Diversos científicos también han estudiado qué le sucede a los latesleepers en una sociedad que, de forma general, se orienta al trabajo matutino y no al vespertino ("A quien madruga Dios le ayuda"). Un ejemplo: este estudio descubrió que ser un búho implicaba un mayor factor de riesgo para según qué desórdenes o enfermedades.
El problema es mayor para los estudiantes. Un estudio reciente de Christoph Randler llegó a la conclusión de que los alumnos con un cronotipo madrugador tenían más ventajas para obtener buenas calificaciones que los búhos. Al ser más proactivos y tener su horario biológico sincronizado con el de la escuela, participaban más y sacaban mejores notas. Lo que a la larga les permitía acceder a mejores universidades y tener mejor proyección laboral.
Y una vez en el mercado laboral, la situación no cambia: los negocios y las industrias funcionan por las mañanas, cuando los búhos tienen el ciclo de actividad más bajo y son mucho menos productivos. Y si bien pueden intentar adaptarse, el 50% de su ritmo circadiano está determinado por sus genes. Por lo que siempre van a estar en desventaja.
En esencia, la sociedad funciona contra ellos.
"Sé que soy un latesleeper, ¿qué puedo hacer?". Si tienes la plena certeza, puedes probar a sumarte a b-Society, una sociedad fundada en Dinamarca con miembros en más de cincuenta países que busca concienciar al resto de la sociedad (no-latesleeper) de los problemas a los que los búhos se enfrentan a lo largo de su vida.
Entre sus propuestas se encuentra una mayor adaptabilidad y flexibilidad tanto en la escuela como en el trabajo. Por ejemplo, consideran que no hay necesidad de que los estudiantes acudan a sus clases de forma tan temprana, y que debería haber alternativas para quienes desearan llevar un horario vespertino. En el trabajo, abogan por la mayor libertad de horario en las profesiones en las que sea posible gracias a las virtudes de Internet y del teletrabajo, que debería suprimir los estrictos horarios de oficina.
En el plano personal, si madrugar te supone una batalla permanente (y a menudo imposible), puedes intentar algunos trucos. Los explicamos en su momento en este post que te invitamos a leer si quieres corregir (aunque sea de forma marginal) tus cronotipos: no comer, no beber o abandonar las pantallas de luz azul (el Kindle Paperwhite te vale) horas antes de ir a dormir. Es duro, pero no queda otra hasta que la sociedad se adapte a tus ritmos circadianos.