El litio es una sustancia conocida por su utilidad para combatir los trastornos bipolares y la depresión. También es un elemento muy abundante en el agua de algunas zonas. La relación salta pronto a la vista: este litio "natural", ¿tiene algún efecto en la salud de las personas? ¿Hay, acaso, menos depresión, menos casos de problemas de bipolaridad, menos suicidios...?
Algunos investigadores están convencidos de que sí. Y también abogan por suplementar las aguas públicas con este ión. No es la primera vez que se hace algo así. Los grifos de muchos países nos traen agua fluorada, algo que nos ayuda a mantener las caries a raya. ¿Podríamos hacer lo mismo con el litio?
¿Por qué litio?
El litio se emplea como medicamento de referencia cuando tratamos una enfermedad como el trastorno bipolar. También se utiliza en casos de depresión recurrente. Normalmente este viene en carbonato o citrato de litio, dejando el litio ión (Li+) disuelto en el agua. Este ión no está presente de forma natural en nuestro cuerpo, sino que es prácticamente un ión residual.
El mecanismo de acción sobre nuestro cerebro todavía es desconocido en muchos aspectos. Sabemos que el litio actúa como neuromodulador, bloqueando la producción de algunas sustancias como la noradrenalina, la acetilcolina y la serotonina. También actúa a nivel post-sináptico, es decir, en la conexión entre neuronas, bloqueando la reutilización de fosfatos. Esto provoca un impedimento en la liberación de calcio, que se traduce en una interrupción de la señal neuronal. También sabemos que actúa sobre la expresión de los genes en la neurona.
Estos son solo algunos de los mecanismos que conocemos sobre su papel en la neurona. Aun así, todavía no entendemos del todo por qué produce sus efectos: estabiliza el ánimo, controla la agresividad, el exceso de libido o, incluso, previene los episodios depresivos y emocionales. Como vemos, lo que está claro es que puede ayudar ante una depresión severa. Incluso podría evitar un suicidio.
Cuando el agua lleva litio
Existen lugares donde las aguas llevan de por sí una cantidad significativa de litio. Este proviene de la disolución de este ión a partir de los minerales circundantes. Esto ocurre en diversas partes del mundo, donde su concentración puede llegar a ser tan alta como para formar salmueras.
En Estados Unidos, por ejemplo, la proporción de litio en las aguas públicas, de procedencia natural, es mayor en el noreste y costa este. Pero tenemos ejemplos de esto por todo el mundo: en la provincia de Salta, Argentina; en Cáceres, España; en Zhabuye, China... A pesar de que es un fenómeno relativamente común, existen muy pocos datos al respecto.
Algunos de los más interesantes están realizados en Estados Unidos. Entre estos, algunos indican que existe una relación entre las tasas de suicidio y los niveles de litio natural en agua. En concreto, donde hay litio, existen menos suicidios. Estos estudios llevan pululando por el ámbito científico desde hace décadas.
Los resultados parecen tan sólidos en algunos casos que hay investigadores que se preguntan si no merecería la pena hacer una prueba para constatar su utilidad. La cuestión es sencilla: si no le hace daño a nadie, y encima es bueno para combatir la depresión, ¿por qué no usarlo?
El caso del flúor
En muchos lugares, y aunque parte de la población no lo sabe, las aguas públicas llegan hasta sus grifos fluoradas. Es decir, se les añade flúor con un objetivo: combatir las caries. La iniciativa viene de los años 40, cuando se decidió que fluorar el agua podía tener un efecto muy positivo en la salud dental de la población.
Efectivamente, usar productos fluorados puede tener un efecto positivo a la hora de combatir las caries. Según informa la OMS, esta medida ha ayudado a mejorar la salud de los dientes en todo el mundo. Tanto es así que se sigue recomendando en zonas donde abunda la pobreza y desciende la higiene dental media. Sin embargo, el tema tiene mucha controversia, algo que se reflejó especialmente en los 50, época de la que proceden la mayoría de teorías conspiracionistas al respecto.
Dejando estas a un lado, lo cierto es que fluorar el agua presenta algunas cuestiones éticas importantes. En primer lugar, esto supone introducir un elemento nutricional que no es imprescindible en la dieta. Se hace de manera obligada, en un abastecimiento público y sin poder controlar la dosis final. Lo más sangrante es el hecho de no permitir a la población escoger.
Esto ha provocado que en algunos países se abandone o, incluso, se prohíba la fluoración de las aguas. Por otro lado, hasta la fecha no existen apenas indicios de que el flúor, en las cantidades que se presentan en el agua fluorada, haya provocado ningún tipo de problema de salud: ni en los fetos, ni en los mayores ni en otros ámbitos. ¿Por qué no hacemos lo mismo con el litio?
Con litio o sin litio, esa es la cuestión
Las razones para probar el litio en las fuentes de agua públicas está clara: reducir los niveles de depresión y suicidios. Según los estudios locales, esta medida podría ahorrar varias miles de muertes al año. En España, se producen unos 3.200 suicidios anualmente. ¿Podríamos reducir esta cifra con solo echar un poco de litio en el agua?
La primera razón para ser escépticos, a pesar de los estudios positivos al respecto, son los resultados. No todos los estudios relacionan el litio en el agua con una reducción en el número de suicidios. Por tanto, tampoco tenemos la seguridad al 100% de que vaya a funcionar.
Podríamos pensar que la posibilidad bien merece la pena. Si dejamos de lado, al igual que con el flúor, la parte ética, ¿qué tenemos que perder? Una diferencia esencial con este otro elemento, es que el litio sí que se asocia a diversos problemas de salud.
Por ejemplo, sabemos que un exceso de litio, normalmente derivado de la alimentación, puede provocar hipotiroidismo. También está asociado a la formación de quistes, hipercalcemia o fluorosis. Existen evidencias de que el litio podría afectar negativamente al embarazo.
En algunos lugares se ha comprobado que el litio en el agua, de procedencia natural, podría estar asociado a diversos problemas de salud. Esto ocurre en Salta, Argentina, donde las aguas ricas en litio, cesio, rubidio y boro podrían relacionarse con problemas renales y tiroides. De hecho, las pruebas indican que el efecto es comparable al de alguien medicado con litio.
En definitiva, todavía no sabemos prácticamente nada sobre el litio. Mucho menos sabemos sobre sus consecuencias si lo añadiéramos al agua. Por otro lado, tenemos indicios de su beneficio para reducir el índice de suicidios. Pero estos estudios tampoco enfocan el problema desde otros aspectos de la salud. ¿Debemos hacer una prueba y despejar las dudas de una vez por todas?