En 1982, el Ministro de Sanidad japonés decidió que dar paseos en el bosque iba formar parte de la oferta sanitaria del país. Y cuando digo paseos por el campo, digo literalmente paseos por el campo.
Nada de senderismo, ni terapias raras: estamos hablando sencillamente de pasear entre los árboles, sumergirse en la atmósfera del bosque, relajarse en plena naturaleza. Y, claro, solo era cuestión de tiempo que el shinrin-yoku llegara a nuestras ciudades. ¿Tiene algún sentido?
La clave está en no esforzarse.
Y, oye, eso se nos da de maravilla. Cada año entre 3 y 5 millones de japoneses van a no esforzarse a alguno de los 48 centros especializados en esto creados bajo el impulso de la Agencia Forestal del país nipón.
Esta es una de esas cosas que me fascina: no hay nada más que explicar de los baños forestales. Pese a su nombre, no hay baño de por ningún lado. Ya digo, se trata sencillamente de pasear tranquilamente por algún bosque cercano. Pero, ojo, no es sencillo.
Dejarse llevar por el bosque y no estar pensando en otra cosa, como exigen las reglas, no es algo que todo el mundo haga fácilmente. Y supongo que eso sí que es una de las cosas que permite el bosque: desconectar en sentido literal y figurado. Al fin y al cabo, reconozcámoslo: cinco millones no pueden estar equivocados. ¿O sí?
Lo que dice la ciencia
Entre 2004 y 2012, el gobierno japonés se gastó unos cuatro millones de dólares en estudiar los efectos psicofisiológicos de todo este invento. Eso parece mucho dinero, pero en términos de programas de investigación a largo plazo no es tanto. Afortunadamente (para ellos) las investigaciones dijeron que sí.
Sí, yo también estoy sorprendido. Pero, efectivamente, la evidencia disponible dice que es posible que los baños forestales reduzcan la presión arterial y el estrés a la vez que estimulan el sistema inmunológico. También encontraron que el nivel de cortisol en ambientes forestales era más bajo que en ambientes urbanos (y estos niveles están relacionados con problemas endocrinológicos). El problema es que esta evidencia no es muy sólida.
Por dos fenómenos: el primero es el sesgo de publicación. Es un hecho bien conocido que la acupuntura funciona mucho mejor en las revistas científicas chinas que en las del resto del mundo de la misma manera que el aceite de oliva es muchísimo mejor en las revistas científicas españolas que en las del resto de países.
Prácticamente todos los estudios positivos se han realizado en Japón y están financiados por la Agencia Forestal japonesa. Algo extraño teniendo en cuenta que este tipo de 'terapias' se están popularizando mucho en EEUU y el resto de países occidentales. Eso, de momento, da poca confianza.
Vale, desconfiemos, pero puede ser, ¿no?
Claro que sí. De hecho, lo más probable es que ese efecto sobre la salud exista. El único (pequeño) detalle es que no tenemos claro si el bosque juega algún papel en esos beneficios. Está claro que salir del ambiente cargado de las ciudades permite a muchos sistemas del cuerpo relajarse y disfrutar.
Pero si miramos el fenómeno completo, hay otras explicaciones para este bienestar. Mejores. No os extrañará saber que los investigadores están bastante de acuerdo en que las vacaciones ya de por sí mejoran nuestro bienestar físico, psíquico y social. O al menos, así lo percibimos - algo que ya de por sí es sensacional.
El fenómeno que hay bajo los baños forestales bien podría ser sencillamente este: son una forma de romper con el entorno urbano. Son, en el fondo mini-vacaciones y las actividades recreativas de este tipo tienen beneficios relacionados con la salud personal, la efectividad social, la identidad personal y la autonomía psicológica. Es decir, los beneficios que reivindican los bañistas forestales.
Ahora que vienen las vacaciones y que surgen las polémicas sobre si las vacaciones deben o no ser voluntarias, es bueno recordar que, pese a los posibles efectos negativos, el tiempo libre es bueno para la salud. Sea con árboles o no.
Imagen | Kiwihug/Unsplash