La clave de bóveda del sueño americano, extensible al sueño del capitalismo, siempre fue simple: el camino hacia una vida mejor pasaba por el trabajo duro. No importaba de dónde provinieras siempre y cuando te emplearas con esfuerzo y dedicación a lo largo de tu vida. El sacrificio, a largo plazo, se transformaba en una casa más grande, un coche más rápido, una familia mejor alimentada. Déjate la piel en tu puesto de trabajo y recibirás los frutos al final del día.
Un axioma que cada vez menos gente cree.
La encuesta. Lo ilustra una encuesta internacional elaborada por la firma estadounidense Edelman (PDF). Sólo el 46% de los 34.000 participantes, provenientes de 28 países distintos, considera que su vida habrá ido a mejor dentro de cinco años. Que contará con una posición económica más acomodada, que su país habrá generado más riqueza. Los optimistas son mayoritarios en las economías desarrolladas. En España representan apenas al 37%, número superior al de Francia (19%) o Alemania (23%).
El contraste es agudo con los países en vías de desarrollo, menos pesimistas. El 90% de los keniatas, el 80% de los indonesios, el 77% de los colombianos y el 69% de los chinos, entre otros, tienen una visión más amable del futuro. Dentro de cinco años tanto ellos a nivel personal como sus países estarán mejor. Es una fotografía de un mundo a dos velocidades.
Crecimiento vs. desigualdad. Edelman lleva dos décadas elaborando la encuesta. Y se han fijado en una paradoja: el mundo va mejor que nunca (hay más crecimiento, la pobreza se está reduciendo), pero las percepciones de la población han empeorado. Es algo que ocupa gran parte del debate sobre la democracia liberal y el capitalismo. ¿Realmente vamos a peor o sencillamente obviamos todo lo bueno que está pasando frente a los aspectos más negativos, como plantea Hans Rosling?
El problema de este planteamiento, como ilustra la encuesta de Edelman, es que esboza tendencias globales cuando las percepciones son nacionales. En los países ricos el crecimiento no se ha acompasado a los salarios. Como hemos visto en alguna ocasión, sólo en Estados Unidos los sueldos llevan estancados 45 años. Es la paradoja del estancamiento: pleno empleo y crecimiento, pero una desigual distribución de sus beneficios.
Inseguridad. La encuesta recoge alguna de estas consecuencias. Por ejemplo: el 48% considera que el sistema actual le "está fallando", está por debajo de sus expectativas; y el 56% cree que el modelo capitalista actual hace "más mal que bien". La decepción también se explica por las inseguridades. Muchos encuestados temen perder su trabajo a corto plazo por la automatización (53%), la deslocalización (55%), la recesión (60%), o el paso una economía más tecnológica (61%).
Pobreza. Cuesta culparles. Sabemos que los trabajadores occidentales han perdido buena parte de su poder adquisitivo durante el último medio siglo; y que mientras la productividad se ha disparado, los salarios se han mantenido. La consecuencia, para algunos, ha sido más pobreza. En España el 13% de los asalariados tiene dificultades para llegar a fin de mes, destruyendo el binomio trabajo = prosperidad. En las ciudades, sólo los empleos altamente cualificados representan ya bonanza.
Los costes crecientes de vivienda y manutención se han convertido en una trampa cuando los puestos laborales son más inestables y precarios.
Desigualdad. Este proceso, en los países occidentales, se ha traducido en una pérdida de "confianza" en el sistema. En las instituciones que lo componen. Según la encuesta, la mayoría de la población (no universitaria) no confía en sus gobiernos (el 53%), mientras que una minoría sustancial tampoco tiene una visión positiva de la clase empresarial (el 45%). Lo hemos visto en otras ocasiones: la desigualdad causa polarización social y política, y es uno de los elementos que explica el auge autoritario.
Una brecha. "Vivimos en una paradoja de la confianza", explica el CEO de Edelman, Richard Edelman. "Desde que comenzáramos a medir la confianza hace 20 años, el crecimiento económico la ha apuntalado. Es algo que continúa pasando en Asia, pero no en los mercados desarrollados, donde la desigualdad en la renta es el factor más importante". Y la desigualdad, ya vemos, está aumentando. A todos los niveles. Una brecha social que está ennegreciendo las perspectivas de buena parte de la población.
Nos está haciendo pesimistas.
Imagen: Macau/Unsplash