"Creo que deberíamos ser muy positivos sobre el Brexit, y que no deberíamos estar aterrorizados por la ruptura sin acuerdo, no deberíamos temer una salida bajo los términos de la Organización Mundial del Comercio". Las primeras palabras de Boris Johnson como líder del Partido Conservador, y a la sazón del Reino Unido, no han podido ser más claras (ni inquietantes). El "no deal", la ruptura con la Unión Europea sin acuerdo, vuelve a ser una posibilidad real.
Lo que tiene graves implicaciones para todos.
Caída. La reacción de los mercados y de las principales instituciones financieras ha sido inmediata, de hecho. La libra ha vuelto a desplomarse tras el ascenso de Johnson al liderazgo tory, cuestión descontada desde hacía algunos días. Vuelve a rondar los 0,90€, la barrera psicológica que rozó el pasado invierno en plenas turbulencias por la negociación del Acuerdo de Salida, y ya cae un 2,6% durante el último año. Es un augurio pésimo para lo que resta de ejercicio económico.
Advertencias. Hace algunos meses, cuando la Cámara de los Comunes rechazaba una opción de salida tras otra, el Banco de Inglaterra fue claro: el no deal abría las puertas del inframundo. Es una opinión sustentada por otras instituciones. Hoy tanto Goldman Sachs como Moody's como el FMI juzgan más probable una ruptura sin acuerdo que antes, y han vuelto a recordar, frente a las optimistas palabras de Johnson, las calamitosas consecuencias que una salida no negociada tendría en la economía.
Un no deal hundiría el PIB entre un 6% y un 8%; los precios de la vivienda más allá del 30%; amenazaría con la escasez de ciertos productos; y causaría una pesadilla logística en los principales puntos fronterizos. Es un escenario que nadie desea.
Hay peros. Mejor dicho: casi nadie. Un reducido elenco de brexiteers irredentos cree que la ruptura sin acuerdo es mejor que un mal acuerdo. Johnson es uno de ellos. Abandonó el gobierno de May en abierta disputa por lo laxo de su propuesta, y lideró desde los medios de comunicación una oposición férrea al acuerdo planteado por la Unión Europea. Mantuvo viva la llama de la resistencia y de un Brexit puro, si bien imposible, lo que ha favorecido en parte su ascenso al liderazgo tory.
Es decir, Johnson representa el ala más radical del Partido Conservador. La más proclive al no deal. Lo que dispara las posibilidades de catástrofe.
Personalidad. Johnson es una figura controvertida. No causó demasiadas simpatías durante su estancia al frente del Ministerio de Exteriores, y su carácter oportunista, el mismo que le condujo a liderar una campaña por el Brexit plagada de falsedades y medias verdades tras afirmar años atrás que la ruptura "no solucionaría" los problemas del país, le convierte en un político más difícil de leer que Theresa May.
Por el momento ha aseverado que Reino Unido abandonará la UE el 31 de octubre. Suceda lo que suceda. Londres vuelve así a órdagos duros, de amargo recuerdo para Theresa May.
¿Funcionará? Es probable que Johnson exija renegociar por completo el Acuerdo de Salida, y muy especialmente la salvaguarda irlandesa que tanto horror causa entre las filas conservadoras. También es probable que la Unión Europea, tras una extensión que causó infinitos quebraderos de cabeza el pasado mayo, exija negociar a partir del documento pactado con May. La diferencia es que Johnson, de momento, sí parece dispuesto a pulsar el botón rojo del no deal.
Imagen: Henry Nicholls/PA