¿De dónde venimos? Los cigarrillos electrónicos, que ya llevan con nosotros más de diez años y son el nuevo producto de interés de las tabacaleras para seguir vendiendo humo (perdón), no han podido todavía pasar los controles y el tiempo necesario para determinar si son dañinos para sus consumidores. Después de varios análisis científicos no sabemos si realmente te quitan las ganas de fumar tabaco, como insisten desde la industria, ni tampoco si son 100% inofensivos.
¿Y qué tenemos ahora? Una investigación de la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg publicada en el Environmental Health Perspectives que dice que, después de hacer pruebas con distintos vapeadores, varios de ellos generaron aerosoles que contenían cantidades inseguras de arsénico, plomo, cromo, manganeso, zinc y níquel.
¿Y por qué no lo habían descubierto antes? Porque en estos años los dispositivos han ido cambiando. Al principio contenían un cartomizador desechable, con una bobina y e-líquido precargado, pero los dispositivos de ahora permiten a los usuarios comprar un aparato reutilizable con el que ir llenando el e-líquido desde un dispensador. Es decir, que los dispensadores y el líquido, de por sí, contienen tienen niveles inofensivos, pero cuando los calentamos la concentración en sustancias tóxicas se incrementa.
¿Entonces, si he estado vapeando, me voy a morir? Pues no lo sabemos. La propia aparición del plomo en los análisis de este equipo ya es mala: cualquier exposición al plomo es dañina para el ser humano. Dañina nivel daño hepático o cáncer. Luego, dependiendo del vapeador analizado, los había más o menos contaminantes: de forma orientativa, cuanto más a menudo haya que reponer las bobinas del vapeador, peor. Había aparatos que presentaban unos niveles 25 veces mayores que el nivel medio en los dispensadores de recarga.
¿Algo más que deba saber sobre estos e-cigarrillos? Que según otro estudio reciente el vapor parece ayudar a las bacterias que causan neumonía, pudiendo elevar a largo plazo el riesgo de infección pulmonar bacteriana.
¿Y se van a retirar los cigarrillos electrónicos? No parece. Por un lado, la industria presiona. Por el otro, los países ven cómo parte de sus ciudadanos fumadores, ese agujero sanitario y drama social, van abandonando un producto que les cuesta miles de vida al año. El 92% de los casi 500.000 españoles que lo utilizan han logrado dejar de fumar y, según lo que tenemos en la mesa, es un 95% menos perjudicial que el tabaco. Claro que todas estas bondades podrían desvanecerse y revelar otra catástrofe sanitaria a medida que vayamos haciendo más estudios como el que ha salido ahora.