Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos pero, dotados como están de un estómago y un metabolismo propio y personal, cada uno engorda a su manera.
O al menos, eso es lo que se deduce de un estudio que acaba de publicar un grupo de investigadores del Weizmann Institute of Science en Israel. Que tiemblen Dukan, paleodietistas y demás amigos de las dietas milagros, estamos a las puertas de toda una revolución dietética.
La dieta DNI
El equipo estudió el nivel de azúcar en sangre y heces de 800 participantes tras la ingesta de diferentes alimentos (unas 46,898 comidas en total) y se dieron cuenta que los niveles de glucosa no dependían (solo) del alimento, sino de la persona. Es decir, y simplificando, el mismo alimento nos engorda a unos y a otros, no.
Por ejemplo, como explica muy bien Antonio Martínez Ron en Next, durante la investigación, una mujer de mediana edad descubrió que la dieta "saludable" que seguía le estaba haciendo más mal que bien (sus niveles de azúcar se disparaban después de comer tomates, y los comía varias veces a la semana por prescripción profesional).
Hemos conseguido explicar por qué ese amigo/a que como sin parar no engorda ni un gramo
Además, realizaron un análisis del microbioma y descubrieron que "las bacterias del intestino están directamente relacionadas con la obesidad y la diabetes y que determinados microbios son los responsables de la subida de azúcar después de comer", dice Martínez Ron.
La variabilidad en los índices glucémicos que se ha encontrado en este estudio es tal que, siempre según los investigadores, no se podrían hacer dietas para todos, sino (y perdonadme la paráfrasis) dietas para cada uno. Dietas que siguen el lema oficioso del documento nacional de identidad: personales e intransferibles. Se acabó el contrabando de dietas en los descansillos de las casas.
Una revolución en el mundo de las dietas
Pero más allá de los resultados concretos, lo que es estudio deja claro es que hay que empezar a pensar e investigar sobre el tema de forma distinta. Y cuando digo 'distinta', quiero decir radicalmente distinta. Un Umstülpung, como dicen los alemanes: darle la vuelta como si fuera un calcetín.
Según la OMS, desde 1980, la obesidad se ha más que doblado en todo el mundo. Hay más de 1900 millones de adultos y 42 millones de niños menores de 5 años con sobrepeso. En este sentido, se ha extendido la idea de que el sobrepeso es una pandemia global. ¿No es cierto?
No está nada claro que el sobrepeso sea un problema de salud
Os va a sorprender, pero no está nada claro que el sobrepeso sea un problema de salud (Flegal, Kit, Orpana y Graubard, 2013). De hecho, "La esperanza de vida de las personas con sobrepeso no es menor que la de las de normopeso", nos dice Juan Ramón Barrada, profesor de la Universidad de Zaragoza.
¿Cómo que el sobrepeso no es un problema?
La investigación de la que nos hacemos eco, se inserta en toda una corriente de investigación que apuesta por un enfoque centrado en los individuos donde dietistas y endocrinos hacen un uso intensivo de las innovaciones biomédicas y la medicina conductual.
Esto no quiere decir que debamos la obesidad no sea un asunto del que debamos preocuparnos. Sino que debemos replantearnos las estrategias y programas que ponemos en marcha.
"Por lo que podemos extraer de las investigaciones actuales, hay tres consejos que se le pueden dar a cualquier persona: come sano, haz ejercicio y acepta tu cuerpo. Hoy en día, todo se reduce a baja de peso", continúa Barrada. Por eso, "hay que tener claro que estigmatizar a las personas con sobrepeso u obesidad como 'vagos' o 'faltos de voluntad' es promocionar sufrimiento" de forma injustificada. Y de confirmarse estudios como el que hoy comentamos, más injustifica aún.
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