Es cierto, este titular no se aplicará si tu trabajo es de esos de alta rotación, si tu empleador tiene una mentalidad cortoplacista o si directamente es, bueno, un déspota inhumano.
Pero para todos los demás jefes, que por suerte son la mayoría, hay una lección que deberían fijarse en la mente si es que no lo han hecho ya: es preferible el empleado que sale pitando en cuanto llega el final de su jornada que el presumido que intenta alargar un poco más su tiempo en la oficina.
Hemos contado anteriormente los beneficios, tanto para la empresa como para el trabajador, de hacer una jornada lo más reducida posible. A menos horas trabajemos más productivos nos volvemos y menor riesgo de acabar quemándonos o enfermando, con los consecuentes costes empresariales.
Pero los analistas laborales han encontrado otra variable más por la que premiar a los que no se obsesionan con sus horas productivas: los que desarrollan más vida fuera que dentro del trabajo terminan siendo empleados más valiosos a lo largo del tiempo. Primero, porque nadie es capaz de comprometerse al 100% con la empresa durante los 40 años que debería durar tu vida productiva. Y segundo, porque son más felices.
Tenemos días maravillosos en el trabajo, pero sólo hasta que cumplimos los 35
Lo explicamos: en Harvard Business Review han elaborado un estudio mediante miles de respuestas vía app de distintos trabajadores de distintos sectores. La aplicación, Happify, exigía que los usuarios introdujesen los pequeños eventos que les habían producido gratitud, como “pasar un rato divertido con mis hijos”, “alcanzar una meta deportiva” o haber tenido “un buen día en la oficina”.
Al ser un experimento donde son los usuarios los que eligen sus respuestas con libertad no se manipulan tan fácilmente, como cuando realizas este tipo de tests en un entorno laboral y te sientes inducido a escoger tus palabras enfocándolo a lo estrictamente profesional.
De 200 categorías de respuestas que dieron los encuestados sólo 14 de ellas estaban relacionadas con el trabajo, como por ejemplo: satisfacción laboral, descansos agradables, una interacción positiva con los compañeros, la oportunidad de más tiempo libre, un alto rendimiento laboral, mejor remuneración, una entrevista laboral prometedora o conseguir un nuevo empleo.
Y lo más importante de todo: que todas estas elecciones de momentos gratificantes relacionados con el trabajo mostraban una curva en forma de U. Si se dividía a los encuestados según su edad, entre los 25 y los 34 el plano laboral reportaba muchas más satisfacciones que entre los 35 y los 55, para que después vuelva a coger impulso otra vez hacia el final de la carrera profesional. Todo esto porque, según Harvard, en la mayoría de los casos las prioridades de una persona varían según su época vital.
Para la mayoría de trabajadores, la felicidad está al volver a casa
En la edad temprana los trabajadores están mucho más centrados en alcanzar un buen puesto y entablar relaciones laborales que puedan ayudarles a crecer, cosa que hace que se vuelquen mentalmente en su profesión. Al llegar los 35 entran en acción las obligaciones económicas y familiares, con lo que el trabajo deviene más fácilmente en mero medio de financiación: mi trabajo será mejor cuanto más dinero me dé a cambio de menos esfuerzo por mi parte.
Los investigadores no extraían ninguna conclusión precisa a por qué el trabajo volvía a ser un plano importante al final de la cincuentena. Podría ser por la preocupación de encontrar las mejores oportunidades de jubilación, o tal vez porque, al ser los últimos momentos de productividad y realización, se ansía aprovecharlos al máximo.
Es decir: que al principio de tu carrera la gente trabaja pensando en el futuro y esforzándose al máximo. Al llegar a mitad de su vida laboral la lucha es por conseguir equilibrar el trabajo con el tiempo para la vida privada. Es sólo hacia el final cuando uno empieza a estar genuinamente satisfecho con su trabajo y a tener más recursos para cumplir las aspiraciones personales.
Así que si de verdad quieres apostar por tus trabajadores de hoy como recursos de tu empresa en el futuro es mejor que no les facilites que centren inicialmente toda su energía en su puesto, o de lo contrario la sensación de fracaso e improductividad aumentará a medida que se hagan mayores y vayan necesitando más espacio para atender las necesidades de su vida privada.
Si te casas con tu trabajo, prepárate para el dolor del divorcio
¿Pero qué pasa si omitimos esta advertencia y alguien deja que la carrera sea el centro de su vida? Que convierte en fuente de satisfacción algo que no depende enteramente de él. Un día su empresa puede ser adquirida por otra, le puede tocar un nuevo jefe tóxico o tiene que enfrentarse a un ERE. De la misma manera que no es saludable depender emocionalmente de una única persona, tampoco merece la pena valorarse a uno mismo únicamente por cómo le vaya en el convulso e impredecible mundo laboral.
Como explicó Ray Williams, el escritor detrás de 'En el ojo de la tormenta: cómo los líderes atentos cambian los espacios de trabajo caóticos', el camino para convertirse en un workaholic funciona así: “sin darte cuenta empiezas a valorar las relaciones, las citas y a la gente únicamente por cómo pueden a ayudarte en tu carrera. Y cuando estás extirpando todo tu tiempo y energía de cualquier área que no sea el trabajo, hasta completar un vacío emocional, inevitablemente el trabajo se convierte en algo muy personal”.
Y esa obsesión es lo que hace que, en caso de fracaso laboral, nos quedemos desvalidos ante este problema, algo que afecta a la salud mental, pero también la física. Un estudio británico descubrió que la mala conciliación entre el trabajo y la vida es la tercera causa más reciente de fracaso en las relaciones, algo que no sorprenderá a ninguna pareja trabajadora y con hijos. Además de eso son claras las tendencias médicas: el trabajo obsesivo te lleva a peores ciclos de sueño y mayores índices de depresión y enfermedades cardiovasculares.
Aquí van un par de notas interesantes para empleadores: un estudio reciente de la Universidad Estatal de San Francisco descubrió que los trabajadores se recuperan mentalmente más rápido de la intensidad de su vida laboral si disfrutaban de su tiempo libre realizando distintos hobbies. También desde Google descubrieron que si permitían a sus trabajadores dedicarse a proyectos propios en un 20% de su jornada laboral, después estaban más focalizados y productivos en las tareas de la empresa.