2015 pasará a la historia como el año en el que la principal potencia cultural y económica del mundo, Estados Unidos, legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo a lo largo y ancho del país. No sólo eso: Grecia acaba de aprobar una ley que permite la unión civil, algo más tímida, y a principios de año Irlanda se sumó a la ya respetable lista de países europeos pioneros en la defensa de los derechos LGBT. Dicho así, pareciera que es una cuestión, por fin, resuelta. Sin embargo, sólo es una porción de la tarta.
La realidad es testaruda, y pese al innegable avance que la humanidad ha observado en los últimos diez años, queda un largo camino por delante. No sólo en Asia o África, continentes donde la situación del colectivo LGBT, como ya repasamos en este post, es muy precaria. También en Europa, aunque no en la Europa que solemos frecuentar. Más allá de Berlín, se sigue trazando un muro imaginario en cuanto a derechos y libertades sociales. Europa del Este cuenta con graves carencias: tan sólo la República Checa y Estonia tienen aprobadas leyes que reconocen la unión civil, pero nunca el matrimonio.
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Para 2017, cuando Finlandia haya legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo, Europa habrá quedada dividida en dos: por un lado, los países occidentales, donde la legalidad del matrimonio será la norma; por otro, los países orientales, donde alguna cláusula constitucional impedirá virtualmente cualquier unión con rango de matrimonio entre personas LGBT. Entre medio, los países centroeuropeos: Alemania, Austria, Suiza y República Checa, donde sólo se permitirán las uniones civiles. Al margen, Italia o Rumanía.
Una Europa en azul y una Europa en rojo.
Las constituciones frente al colectivo LGBT
Se da la circunstancia, además, de que gran parte de los países en rojo no contaban con legislación específica contraria a los derechos del colectivo LGBT. Polonia puede servir como el ejemplo paradigmático de todo ello: país muy poblado y fervientemente católico y conservador, no tenía leyes que coartaran expresamente la posibilidad de contraer matrimonio por parte de parejas homosexuales. Tras la redacción de la nueva constitución polaca en 1997, impulsada en gran medida por sectores conservadores, la norma suprema de Polonia circunscribe la unión matrimonial a personas de distinto sexo.
Pese a los intentos de la izquierda y de la derecha liberal, todas las propuestas parlamentarias que han buscado normalizar el estatus de unión civil entre personas del mismo sexo han fracasado. Simplemente no hay ni una mayoría política ni social proclive a la reforma, como muestran las encuestas.
Polonia es la norma. No por la vía de la prohibición, sino de la limitación expresa al derecho matrimonial, accesible sólo para las parejas heterosexuales. Su constitución fue aprobada con cierto retraso, pero estados vecinos como Lituania, Bielorrusia o Ucrania hicieron lo propio tan pronto como pudieron, poco después de proclamar su independencia y establecer su norma suprema. Moldavia y Bulgaria también fueron pioneros en limitar el matrimonio a personas heterosexuales. Sin embargo, el gif muestra muchos más países en rojo, que poco a poco se han ido incorporando a tan poco respetable club.
Eslovaquia, Croacia, Hungría y Letonia han cambiado su carta magna para limitar el matrimonio a las personas de sexo contrario
Cuatro países del este han reformado sus constituciones expresamente para garantizar que los matrimonios se circunscriban a personas de sexos distintos. El primero de ellos fue Letonia (2006), que hizo caso omiso a las recomendaciones de la Unión Europea y no sólo cambió su carta magna para excluir a los homosexuales, sino que también rechazó incluir cláusulas que garantizaran la no discriminación por orientación sexual. Le siguió Hungría (2012), reformando su norma suprema en 2012 de la mano de Viktor Orbán. Doble combo, además, ya que el país tenía legislación que sí permitía uniones civiles.
A ambos se han sumado Croacia en 2013 y Eslovaquia en 2014. El caso de Croacia es llamativo, dado que la consulta para la reforma constitucional se hizo por referéndum. Los croatas en contra futuras legalizaciones del matrimonio, pero cuenta con leyes que reconocen las uniones civiles.
La Europa que aún no se decide
Europa del Este es el extremo de la baraja, ¿pero qué hay del resto de países a mitad de camino? Italia salta a la vista en primer lugar: ni cuenta con prohibiciones del matrimonio entre personas del mismo sexo ni con leyes que regulen siquiera la cohabitación. Al contrario que en España o en Irlanda, países también católicos y asociados tradicionalmente a mayor intolerancia sexual, en la península itálica el peso de la tradición y del recelo sigue siendo relevante a nivel político.
Ni siquiera Grecia, donde la Iglesia ortodoxa continúa siendo importantísima, está tan atrasada en este sentido como Italia. Su legislación le ha puesto al nivel de Alemania, Austria o Suiza. Allí la unión civil y las relaciones formales entre personas del mismo sexo cuenta con reconocimiento y amparo legal, pero no hay en el horizonte visos de que se apruebe la unión matrimonial. En Alemania, por ejemplo, la CDU de Merkel se posicionó de forma reciente en contra de tal propuesta, pese a que su electorado y Alemania en general es afín. La influencia de la muy conservadora CSU, formación católica y bávara, pesa.
Los suizos votarán en febrero si quieren limitar constitucionalmente el matrimonio a personas de distinto sexo
Austria y Suiza también se han movido tímidamente hacia adelante. Sin embargo, el gobierno de coalición de los primeros, con importante peso del centro derecha, y los singulares resultados de la extrema derecha en el segundo obstaculizan futuras reformas nacionales que favorezcan la legalización del matrimonio LGBT. Los suizos, de hecho, votarán el próximo febrero la posibilidad de limitar el matrimonio sólo a personas del mismo sexo, al igual que en los países de Europa del Este. La pregunta la ha impulsado el conservador CPV, aunque otros partidos hacen campaña en contra de la iniciativa.
De modo que pese a que los recientes acontecimientos de Irlanda, Francia y Finlandia inviten al optimismo, deben ser acogido con reservas. Europa, en materia de derechos sociales, camina a dos velocidades, no sólo en el este, sino también en países conservadores del centro del continente.
Imagen | Magic Madzik, Dauno Settantatre