Una mujer, presa de un ataque de ansiedad, llama a la policía. Debido al mal olor que desprende, se ha decidido a abrir la caja que le prestó una vecina meses atrás. Se nos cuenta, inicialmente, que en ella está la cabeza cortada de un hombre. La mujer no esperaba encontrar eso, sino los juguetes sexuales que su amiga le había dicho que quería que le guardase por unos días, mientras la Guardia Civil registraba su casa.
La que será a partir de ahora la presunta asesina y pareja del fallecido, María del Carmen M.G., afirma que conservó la cabeza porque "alguien me la dejó en la puerta de casa y la guardé porque era el único recuerdo que tenía de él", una premisa un tanto inverosímil. Por otra parte, la cabeza encontrada ya no es tal, sino el cráneo desnudo de Jesús María B.R, su marido. Según los investigadores podría haber sido tratada con alguna sustancia química, aunque desde Espejo Público afirman que la cabeza pudo haber sido cocida y envuelta en aluminio, cual hueso para caldo.
La mujer le pidió a su vecina que le guardara una caja donde le dijo que guardaba sus juguetes eróticos para que la Policía, que registraba su casa en busca de su marido, no los viera. Lo que había en la caja era justamente la cabeza del hombre extraviado https://t.co/pJ0tlwEDsD
— EL PAÍS (@el_pais) October 3, 2019
Por último, y como cuenta en reportero en Ana Rosa, el chascarrillo del municipio cántabro es que a María del Carmen le había dado últimamente por hacer croquetas caseras y repartirlas entre las compañeras de baile, lo que ha dado pie a que circulen titulares con un cariz jocoso, como este o este.
Son algunos de los detalles el escabroso crimen de Castro Urdiales, que aún se encuentra en una fase de investigación muy inicial pero que es el suceso estrella de las noticias y las redes sociales de esta semana. Un paseo por estas últimas nos muestra que el caso ha ayudado a dar rienda suelta a un sinfín de chistes de humor negro, y también al ingenio referencial, con muchos viendo paralelismos entre esta extraña historia y películas como Seven, Four Rooms o Locos en Alabama.
La mayoría de emisiones han tratado el crimen con la seriedad y la consternación que se merece, pero un desafortunado momento del programa matutino de RTVE mostraba a una tertuliana riéndose al recordar lo mucho que se parecen los hechos narrados con la película dirigida por Antonio Banderas.
Como afirmaba Teresa Puchol Soriano, magistrada, escéptica conocida de la LIVG y colaboradora de algún video de Un Tío Blanco Hetero, “si apareciera la cabeza de una señora y hubiera indicios de que ha sido quien fuera su pareja no se habría permitido una sola broma, chascarrillo o comentario que no fuera de repulsa. […] Sumaríamos cifras y hashtags y [...] a los medios de comunicación les habrían dicho que la cabeza no apareció. La mataron, que debe publicarse que el señor mató a la señora”.
Aparece la cabeza de un señor en una caja. Hay indicios de que el hecho lo haya cometido quien fue su pareja.
— LadyCrocs (@ladycrocs) October 4, 2019
Se leen mensajes ocurrentes relacionados con los envíos y paquetería.
Las noticias de prensa se limitan a señalar dicha aparición y el inicio de la investigación
Como vemos, la duda que queda en el aire es si colectivamente hemos tratado la muerte de Jesús María B.R. de forma distinta a los otros presuntos asesinados por el hecho de que el supuesto agresor sea mujer y la víctima un hombre. Si, que de momento no haya tenido coste social hacer chanzas sobre el muerto de Castro Urdiales, es por esto o si han influido otros factores, como la espectacularidad del crimen.
Buscando al Jesús María de la crónica negra reciente de España
El problema es la comparativa. Si repasamos crímenes violentos recientes a manos de hombres, no encontramos situaciones con elementos de hilaridad (desde la perspectiva del humor negro) similares. Hay quien, después de matar a su pareja, se tira de un quinto piso, o quien guarda el cadáver durante meses en un congelador, pero no son situaciones comparables a una en la que hay envueltos juguetes sexuales y canibalismo involuntario.
Sí hubo cierto humor tuitero en el reciente crimen de Godella. Después de sufrir lo que parecían brotes psicóticos, una madre valenciana mató a golpes a sus dos hijos. Ella y su novio vivían en una casa okupa, y los agentes se interesaron después de que los vecinos denunciasen que habían visto a una mujer salir corriendo desnuda por el campo, presuntamente huyendo de su pareja. Cuando la guardia civil entrevistó al hombre declaró que “estaban todos muertos”, se encontraron a la mujer desnuda dentro de un bidón y ésta declaró que pensaba que los niños se reencarnarían en ella después de muertos. Como recogieron las televisiones, en los alrededores de la casa había pintadas premonitorias: “vais a moror todiz” (sic).
Aunque aquí la asesina fue una mujer, tanto ella como su pareja fueron el centro de la comedia, y las víctimas cuyo honor pudo ser dañado por las bromas, fueron los niños.
Pero no todos los parricidios a manos de mujeres son graciosos. Tenemos como ejemplo reciente el del niño Gabriel y Ana Julia, un caso que acaparó por completo la agenda mediática y con el que se ha mantenido una solemnidad por parte de medios y sociedad. Es decir, aquí tenemos un crimen más o menos truculento, pero en el que, siendo una mujer la perpetradora, no se vio adecuado reírse de la situación. En el de Godella, sí; en el del “pescaíto”, no.
Pero centrándonos con lo del principio: ¿es el tema de debate, como dice la magistrada, que no consentimos el humor en el que la víctima es una mujer y sí los demás casos?
Si echamos la vista atrás, sí encontramos al menos un ejemplo de humor a la inversa. Son los chistes sobre Marta del Castillo, que fueron tan populares durante una época que hasta un tuitero se enfrentó a la Audiencia Nacional por uno de ellos. Este crimen es interesante para este análisis sobre qué nos hace gracia y qué no porque los hechos en sí de la muerte y la búsqueda del cuerpo de esta joven no daba tanto juego como el caso que nos ocupa, y sin embargo la gente encontró formas de reírse de la situación que se extienden hasta nuestros días.
Por último, cabe recordar otra situación reciente en la que se condenó pública y legalmente. A día de hoy sigue su curso la denuncia contra Camilo de Ory por reírse de Julen, el niño de dos años que murió tras caerse de un pozo. La familia del niño le denunció por decir cosas como “hoy se guardará un minuto de silencio por Julen en todos los campos de golf” o “lo único bueno del caso de Julen ha sido ver tanta gente de VOX partirse la cara por un niño gitano de nombre vasco”.
Los límites (de género) del humor
Es un tema tan complejo el de los límites del humor y los motores de la comedia que no merece la pena aquí explayarse. Como han dicho mil veces antes otros, hay muchas situaciones en las que se hace humor con las situaciones de las víctimas, pero no humor de ellas. Ahora bien, los chistes con esas situaciones siempre están más cerca de traspasar la línea, y cuando un tema preocupa mucho hay más rechazo a que se haga comedia con esas situaciones.
Hace treinta años España reía de una mujer (en verdad un cómico travestido) quejica que protestaba porque su marido le pegaba. Es un sketch que hoy sería impensable, pero sobre todo porque ha perdido gracia: es tal la preocupación por la violencia machista, una realidad aún hoy absolutamente indiscutible, que estas situaciones han quedado prácticamente desactivadas del humor en el imaginario colectivo, aunque existan ciertas excepciones, como hemos visto con Marta del Castillo.
Así que sí, existe la posibilidad de que hayamos tenido más fácil reírnos de la muerte de Castro Urdiales por sexismo. Aunque también puede ser que no lo hubiésemos hecho de no haber detalles tan estrambóticos de por medio. Puede ser, más probablemente, que los dos factores tengan un peso porcentual en ello. En cualquier caso, se trata de un dilema ético acorde con nuestros tiempos.