Es una de las incógnitas más trascendentales de las inminentes elecciones: ¿logrará Vox, la formación ultraderechista fundada por Santiago Abascal hace cinco años, cumplir las previsiones de las encuestas y encarmarse a la tercera posición del espectro parlamentario? Apenas un puñado de meses después de su entrada en el Congreso de los Diputados, la formación nacionalista aspira a aglutinar gran parte de los apoyos de la derecha española. El previsible retroceso de Ciudadanos ha abierto un espacio, más radical, más rotundo, para que la extrema derecha se convierta en un actor clave de la política nacional.
Diverso elementos juegan en su favor. Por un lado, su capitalización de la agenda mediática. Hasta mediado el año pasado, Vox había quedado reducido a una anécdota o a un meme involuntario. La participación de Abascal en el debate a cinco celebrado el pasado lunes ha centrado gran parte de la conversación pública en torno a la inmigración, cuestión siempre distante en el pulso político de España. Los ataques a los "menas", los menores extranjeros no acompañados, y el planteamiento de una frontera dura son hoy rebatidos, y por tanto tratados, por el resto de partidos.
El impacto de Vox hoy en la actualidad informativa es doble por su carácter en no pocos sentidos extremista. Jamás un partido tan explícitamente xenófobo, anti-feminista o anti-estado de las autonomías había logrado reunir, en apariencia, tantos apoyos. En muchos sentidos, Vox es un partido excepcional porque enmienda a la totalidad del sistema desde la derecha. Es algo que ya habíamos visto en Francia, Estados Unidos o Alemania. No en España, donde los partidos que comparten algunas de sus ideas lo hacen desde dentro consenso constitucional.
De ahí que sea relevante saber qué piensan, en qué se diferencian de otros partidos tradicionalmente extremistas pero marginales dentro del sistema político español o de las dos opciones mainstream del espectro conservador, PP y Ciudadanos. Vox ha deslizado algunas de sus propuestas en un documento llamado "100 medidas para la España viva", a falta de un programa electoral consistente bajo el que ya acudieron a las urnas la pasada primavera. Sumado a los discursos esbozados en esta campaña, compone su núcleo ideológico, la mejor forma de entender al nuevo actor del Congreso de los Diputados.
La unidad de España
Primera clave para entender a Vox: el nacionalismo. Desde su lema ("La España Viva") hasta la coreografía estética de Abascal (sonoros "Viva España" al cierre de sus discursos, apología de la Legión, de las Fuerzas Armadas y del pasado glorioso del Imperio Español), todo en Vox evoca un profundo orgullo en torno a la idea de España. Una posición que va más allá del patriotismo y se enmarca en la nación española como primer vector de su discurso ideológico.
Esto se manifiesta con especial estridencia en materia territorial.
¡ Viva España ! pic.twitter.com/TMxJnt4yFa
— Santiago Abascal (@Santi_ABASCAL) 12 de octubre de 2014
Vox considera una prioridad básica la unidad de España, pero en términos más estrictos que otros partidos: aboga por el fin de la España descentralizada, anulando las comunidades autónomas. También exige recuperar para el Estado central todas las competencias en materia de Educación y Sanidad, ahora en posesión de los gobiernos regionales, anular sus sistemas judiciales, suprimir las policías autonómicas, y limitar "en todo lo posible la capacidad legislativa autonómica". Se trata de algo inédito. Ningún partido de ámbito nacional había abogado por una abolición de facto del sistema autonómico.
De forma paralela, Vox pondría en marcha medidas para promover y difundir una identidad nacional sin fisuras en torno a la idea de España. Así, agravaría las penas "por las ofensas y ultrajes a España"; suprimiría "el requisito del conocimiento de la lengua cooficial en el acceso a la función pública", impulsando el español; y activaría un "plan integral para el conocimiento, difusión y protección de la identidad nacional y de la aportación de España a la civilización y a la historia universal, con especial atención a las gestas de nuestros héroes nacionales".
Como consecuencia natural, Vox quiere eliminar la Ley de Memoria Histórica: no considera los símbolos franquistas como algo problemático, sino como parte del pasado de España y como forma de "homenajear" a "todos los que, desde perspectivas diferentes, lucharon por España". Se opone a exhumar el cadáver de Franco del Valle de los Caídos. Es una línea ideológica que le emparenta con formaciones históricas ya extintas como Fuerza Nueva.
Cataluña, País Vasco y Navarra
En la misma línea, Vox establecería líneas muy duras en relación a las comunidades donde el nacionalismo periférico es más fuerte o donde aún existen sistemas fiscales paralelos. Nos referimos a Cataluña, País Vasco y Navarra.
En relación a Cataluña, el conflicto político más relevante del último lustro, Vox volvería a suspender su autonomía. Es el primer punto de las 100 propuestas incluidas en su documento programático. Abascal quiere limitar al máximo la función ejecutiva del Govern, procesar con más dureza a todos los responsables independentistas y, en última instancia, ilegalizar a "los partidos o asociaciones que persigan la destrucción de la unidad territorial de la Nación y de su soberanía". Esto incluiría a formaciones como el PNV, tal y como verbalizó Ortega Smith.
Esto último, por cierto, fue planteado tímidamente por Pablo Casado hace una semana amparado en la Ley de Partidos. Abascal ha posado con cárteles de "Puigdemont a prisión", y ha interpretado el conflicto político entre el independentismo y el Estado español "no como un problema democrático de quien tiene derecho a decidir, sino como un expolio del patrimonio de todos los españoles. No es posible que nos roben lo que es nuestro sin que nos defendamos". Vox utiliza una retórica confrontativa y plantea el problema catalán como una lucha por el todo y la nada.
Sobre País Vasco y Navarra, Vox propone eliminar sus conciertos económicos y unir a las comunidades al régimen común. Es algo que partidos como UPyD y con más discreción Ciudadanos también han planteado.
Inmigración y refugiados
La segunda clave: la inmigración. Es el elemento más afín al resto de partidos ultraderechistas que han triunfado en el continente europeo. Abascal parafraseó a Trump declarando que, en materia migratoria, "los españoles, primero", y calca el argumentario del Frente Nacional o de Alternativa para Alemania: "Me identifico con la identidad cultural europea y me gustaría que se preservarse (...) No tengo ningún problema con el color de las personas sino con lo que tienen dentro de la cabeza".
Pese a algunos coqueteos históricos del PP o de Ciudadanos, ningún partido de ámbito nacional había planteado la inmigración en términos tan polarizados y agresivos. "España primero" o "Los españoles primero" son los lemas principales de formaciones extremistas como Democracia Nacional o España 2000 (post-fascistas) o el Hogar Social Madrid (un grupúsculo de activistas neonazis que organizan comedores sociales dirigidos en exclusividad a españoles).
Abascal opta por los mismos trucos retóricos cuando dice que la inmigración "ataca nuestras fronteras" y "no viene a España a engrandecerla, sino a recibir prebendas que muchos españoles no tienen". Ayer en Vistalegre otros miembros de Vox también declararon: "La España que madruga está harta de ver cómo los manteros y la inmigración ilegal campa a sus anchas"; "se está regalando el fruto de nuestro esfuerzo a los que llegan sin llamar a la puerta"; o "el Estado del Bienestar es para los españoles". Palabras que ubican a la inmigración como un juego de suma cero.
Vox, sin embargo, huye de la etiqueta "xenofobia", y enmarca su retórica en torno a la "inmigración ilegal". El partido reclama en sus 100 propuestas la deportación de todos los migrantes en situación irregular; la expulsión de los inmigrantes legales que cometan algún delito; la supresión del "arraigo" o la reagrupación familiar; "elevar la exigencia en nivel de idioma, tributación e integración para la adquisición de la nacionalidad"; o "acabar con el efecto llamada". También expulsar a los "menas" y controlar su actividad pública.
También propone perseguir los "delitos de odio" y el integrismo salafista promulgado en las mezquitas radicales, encuadrando, como Geert Wilders en Países Bajos, el debate migratorio como un choque imposible de civilizaciones (la cristiana y la musulmana) y como una amenaza existencial a las sociedades europeas por medio del terrorismo yihadista. Vox quiere prohibir la construcción de mezquistas "promovidas por el wahabismo", aunque no especifícia cómo las identificaría.
Vox parte de varias ficciones (como las cifras de criminalidad) para ofrecer soluciones radicales. Se vale de un inexistente estado de convulsión social y plantea la inmigración en términos culturales, no económicos o sociales.
Política internacional
Como vimos en su momento, Vox también desafía el consenso tradicional de los principales partidos políticos en torno a la Unión Europea. Ni siquiera los coqueteos más alocados de Podemos en materia comunitaria se comparan al grueso del discurso escéptico de Abascal y Vox. No se plantea una salida de la Unión Europea de forma directa, pero sí se hipoteca la pertenencia de España al interés nacional, y se critica de forma abierta el carácter supranacional que la Unión Europea ha adquirido. Constitución sobre la Comisión Europea:
Una España miembro de la Unión Europea entendida como unión de Estados soberanos, una pertenencia plenamente compatible con la soberanía nacional del pueblo español y el principio de constitucionalidad que preside nuestro ordenamiento jurídico, esto es, primacía de la Constitución sobre el Derecho Comunitario. Así pues, Intergubernamentalidad frente a Federalismo en el ámbito de la Unión Europea y rechazo de imposiciones comunitarias incompatibles con la voluntad del Gobierno y de las Cortes Generales.
Es una posición idéntica a la de Marine Le Pen o la Lega, y una batalla por la soberanía.
Son pocas las propuestas firmes en materia internacional. Vox se fija más en las fronteras. Reclama "fortalecer nuestras fronteras" y "levantar un muro infranqueable en Ceuta y Melilla" al modo trumpiano (que ya existe en parte). La formación pone el acento en el territorio soberano español, exigiendo "a Marruecos un total reconocimiento y respeto de la soberanía española de Ceuta y Melilla" y reclamando al devolución de Gibraltar por parte del Reino Unido.
Fue célebre la incursión que tanto Abascal como su número dos, Javier Ortega Smith, escenificaron hace dos años en el peñón, desplegando una gigantesca bandera de España y terminando detenidos por las autoridades. Gibraltar sirve como símbolo y como forma de reafirmar la preeminencia histórica de una España antaño gloriosa sobre su ámbito de influencia. Vox aspira a recuperar un papel preeminente de España en el teatro de naciones, evocando "el peso de la historia".
Feminismo y familia
La raíz de Vox es a un tiempo nacionalista y religiosa, sintetizada en una versión pop del nacionalcatolicismo. De ahí que el tercer pilar clave para entender a la formación sea el cultural, enrocado en la defensa de la familia tradicional y el ataque frontal a fuerzas culturales vanguardistas como el feminismo. Abascal es explícito en este reconocimiento, recalcando que "hay un feminismo asociado a una ley que convierte a los hombres en culpables por el hecho de ser hombres".
¿A qué se refiere? A la Ley de Violencia de Género, eternamente discutida desde foros conservadores. Vox pide su derogación y, a cambio, la promoción de una ley "de violencia intrafamiliar que proteja por igual a ancianos, hombres, mujeres y niños". También reclama la "supresión de organismos feministas radicales subvencionados" y la "persecución efectiva de denuncias falsas" (el 0,01% del total según la Fiscalía; aunque diversos juristas apuntan a lo escueto de las cifras, dado que la metodología del ministerio sólo cuenta las investigadas).
Identificando al "feminismo" como un enemigo natural de su proyecto político, Abascal aspira a recabar el voto de aquellos hombres resentidos por su retórica o planteamientos, y que están predispuestos a juzgarse como "víctima" de sus excesos (de ahí el acento en la Ley de Violencia de Género, una suerte de criminalización institucional del hombre, en su mirada). Es otro verso suelto en un momento en el que PP y Ciudadanos también intentan capitalizar el feminismo.
Si la posición anterior está influenciada por las guerras culturales derivadas de las identity politics, hay otras de largo recorrido y tradición en España. Vox quiere crear un "Ministerio de la Familia"; aumentar las partidas para las familias que tengan hijos; ampliar el permiso de maternidad a los 180 días; prohibición de la gestación subrogada; y, por supuesto, "defensa de la vida" traducida como una batalla contra el aborto, una "aberración moral y jurídica" en palabras de Abascal.
Pese a que no se ha manifestado en favor de abolir el matrimonio homosexual, el líder ultraderechista ha definido el Orgullo como "un sinsentido, mostrar orgullo por las actividades sexuales de cada uno para mí no tiene ningún sentido"; y ha atado sus posiciones en materia de familia y derechos reproductivos a la preservación de una "identidad cristiana de Europa", una línea de pensamiento afín a los partidos extremistas del continente con una trazabilidad afín y muy identificable a la tradición conservadora y católica de la derecha española.
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