Ante la desbocada inflación, Maduro acaba de anunciar que eliminará cinco ceros a la moneda venezolana. Se trata de una medida que no extrañará a los que hayan estudiado la historia de las crisis económicas del siglo XX y XXI, pero por esto mismo tampoco estamos ante ningún golpe de genialidad o una receta regeneradora. En el mejor de los casos, el gobernante está comprando tiempo. En el peor, devalúa aún más la economía de su nación. Cada día que pasa, el pueblo llano venezolano es más pobre.
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— Agence France-Presse (@AFPespanol) 25 de julio de 2018
Todas las hiperinflaciones han tenido detrás múltiples causas englobables bajo una misma idea. Guerras, trastornos sociales, rápidos cambios industriales… en todos los casos que el país acabe pasto de los buitres va a depender de una cosa: las expectativas de los economistas y los inversores. Una hiperinflación es una cuestión de confianza. Como veremos, recuperarla depende casi siempre de una única cosa: aceptar las reglas del juego internacional, arrimarse a los valores de economías más firmes. Desprenderse de una moneda quemada y empezar de cero asimilando, por lo general, el dólar norteamericano.
Un destino que, si no cambian mucho las cosas, será también el de Venezuela en un futuro cercano, que ahora mismo se encuentra con una inflación mensual por encima del 40.000%, superior incluso al ejemplo de libro más conocido sobre este proceso de debacle económica.
Alemania en 1923
Peor inflación mensual: 29.500%
Peor inflación diaria: 20.9%
La Alemania de la República de Weimar el ejemplo más célebre (aunque no el más extremo) de los efectos de la hiperinflación, después de que la pérdida de la primera guerra mundial les obligase a afrontar no sólo una economía de posguerra, sino también unos pagos de reparaciones a los ganadores inasumibles por el pueblo germano. En cuestión de unos meses, en 1923, un dólar estadounidense pasó de valer 4 marcos a 4,2 billones de marcos. Es decir, 4,2 con once ceros detrás. Una tasa de inflación del 29.500% y una devastación económica sin precedentes hasta el momento en la Historia de la humanidad.
Ante la debacle del marco se cambió el mecanismo de emisión: entró el Rentenmark, una moneda que ya no dependía del oro, como era costumbre, sino de las propiedades y las tierras. La hiperinflación terminó desde el mismo momento en que la nueva moneda entró en circulación.
Zimbabue en 2000
Peor Inflación mensual: 79.600.000.000%
Peor inflación diaria: 98%
En el 2000, Zimbabue se ganó el segundo puesto de las hiperinflaciones históricas llegando a copar una crisis monetaria 70 veces mayor que la que vive ahora mismo el pueblo gobernado por Maduro. Después de mucho tiempo enterrando la cabeza los economistas se decidieron finalmente por permitir realizar aquello que la población y los negocios ya estaba haciendo por su cuenta: comerciar con dólares, yuanes chinos, rands sudafricanos, rupias indias… divisas extranjeras que no sufriesen las brutales devaluaciones de su moneda local de un día para otro.
El dólar zimbabuense estaba tocado de muerte. Hubo incluso un momento que el gobierno apostó por una táctica similar a la de Maduro, poniendo en circulación nuevos billetes que sustituían a los anteriores solo que con seis ceros más. Lo que antes costaba un dólar ahora valía un millón. Durante todo el período de esta crisis se borraron hasta 25 ceros.
En 2016, años después de la extinción del dólar zimbabuense, se lanzó el dinero bono, necesario para el comercio local, mientras para los movimientos externos siguen dependiendo de monedas extranjeras. Se recurrió a la creación del bono porque había un problema de cash. A los zimbabuenses no les gusta, y como vimos, es uno de los países que mejor y más prestamente se ha adaptado al pago mediante móviles.
Hungría en 1945
Peor inflación mensual:13.600.000.000.000.000%
Peor inflación diaria: 150.000%
Cuenta esos ceros si quieres. Durante meses el país empezó a imprimir moneda y a elaborar el mismo plan que ha propuesto ahora Maduro: sustituir la vieja moneda por nuevas añadiendo ceros. Adopengo, milpengo, b-pengo... El valor facial más alto en un billete fue de 100 trillones de pengo (es decir, un uno seguido de 20 ceros). Hay, como podemos imaginar, un momento en el que la economía está tan devastada que el valor de los billetes no es más que el del papel en el que están impresos. Si estas cotas ya se habían alcanzado en la Alemania de entreguerras, podemos imaginar que en la Hungría de la guerra, cuya devastación económica fue 12 veces la sufrida por los germanos, es simplemente incomprensible.
Pese a la gravedad de la situación, la reforma económica fue relativamente sencilla, introduciendo una nueva moneda, el florín con un cambio fijo de divisas de 1:1 en relación al marco alemán y de 1:12 millones en relación a la moneda que habían sustituido. Se garantizó la convertibilidad con reservas de oro, se introdujeron tasas positivas de intereses y se fortaleció considerablemente la economía.
Argentina en 1989
Peor inflación mensual: 197%
Peor inflación diaria: 3.69%
Argentina, que llevaba años luchando contra corrientes inflacionistas y desajustes monetarios, sufrió dos de sus mayores cataclismos en 1989 y en 1990, uno detrás de otro. Fueron dos momentos de empobrecimiento súbito que, sin embargo, se habían estado cociendo a fuego lento a través de los años: entre 1983 y 1992 se añadieron diez ceros a la economía. Hablamos de números, pero detrás de ellos hay personas, y si Argentina está lejos de ocupar los primeros puestos de la hiperinflación de la historia, tal vez nos ayude a comprender la dimensión del drama de este fenómeno saber que entre mayo y junio de 1989 murieron 14 personas sólo como consecuencia de los saqueos.
Varios planes, varias políticas económicas, un descrédito al FMI, el mismo que, en parte, había ayudado a crear la crisis. Si la economía argentina recibió una lección de todo esto es que no podrían afrontar el futuro sin aceptar la convertibilidad. De nada valía tener una moneda propia que sólo mirase para sí misma: australes o pesos, siempre habrá que mirar al dólar estadounidense. Esto supuso una devaluación de su propia moneda, del 40% para el año 2001, pero se trató del inicio de una deflación que todavía no ha encontrado su final y que, por tanto, sigue amenazando el futuro del país.
Yugoslavia, 1992
Peor inflación mensual: 313.000.000%
Peor inflación diaria: 64.6%
La guerra de Milosevic no fue únicamente militar, también económica. Así sucedió que el parlamento serbio fue emitiendo millones y millonesextraordinarios, de los cuales hubo una importante cantidad en saqueo, pero además se trataba de una consciente decisión para devaluar la vida de la gente. En dos años el ingreso per cápita cayó por más de un 50%. Los productos doblaban su precio cada 36 horas. Se trata de una devastación absoluta sólo superada en esta lista por el caso húngaro.
En 1994 el gobierno introdujo el Súper Dinar, que era el equivalente a diez millones de nuevos nuevos dinares, y se vinculó por fin al marco alemán. Durante los dos últimos años habían intentado al menos dos veces fabricar una nueva moneda que eliminase ceros anteriores, pero por supuesto nada de eso había servido. El final de la hiperinflación en este caso tuvo como continuación casi un siglo de alta inflación hasta que Milosevic aceptó en 2001. Después, culpó de todo a “las injustas sanciones contra el pueblo serbio” por la guerra de Bosnia.