Uno de los grandes relatos políticos surgidos al albur de la Gran Recesión fue el de la desigualdad. La idea de que una minoría privilegiada de grandes fortunas había trampeado la lógica de la democracia y de la justicia social a costa del 99% restante. Aquel 1% se convirtió en el objetivo retórico principal de movimientos como
, y entró en la narrativa de multitud de asociaciones, políticos e intelectuales.
Llegó incluso al propio 1%, como una reciente carta de veinte multimillonarios ilustra.
Queremos pagar. La misiva, remitida a los medios de comunicación americanos esta semana, llama a un aumento de la presión fiscal sobre las principales fortunas de Estados Unidos. "Llamamos a todos los candidatos presidenciales, ya sean republicanos o demócratas, a apoyar un moderado impuesto a la riqueza en todas las fortunas del 1% estadounidense. En nosotros. El próximo dólar impositivo debería venir de los más afortunados financieramente, no de la clase media o baja".
Por qué. El grupo parece movido por un peculiar sentido del patriotismo. "Un impuesto a la riqueza podría ayudar a resolver el cambio climático, mejorar la economía, mejorar las estadísticas sanitarias, crear más oportunidades y fortalecer nuestras libertades democráticas". Habla de la epidemia de los opiáceos, de mejorar las infraestructuras, de financiar programas educativos y de potenciar la creación de empleo.
"De forma simple, un impuesto a la riqueza fortalecería a la economía de formas que beneficiarían a todos los estadounidenses".
Quiénes. El nombre más reluciente de los abajo firmantes pertenece a George Soros, el filántropo objeto de toda suerte de elucubraciones por parte de la extrema derecha. También aparece un co-fundador de Facebook, Chris Hughes; una heredera, Abigail Disney; uno de los creadores de Asana, Justin Rosenstein; y la heredera de una de las familias más ricas de Estados Unidos, Liesel Pritzker Simmons. En general, son figuras con un marcado perfil público y filantrópico.
Apoyos. El timing no es casual. Estados Unidos está a las puertas de una larguísima campaña electoral. Las primarias del Partido Demócrata acaparan gran parte de la atención mediática, y el grupo aspira a presionar por un impuesto a la riqueza. Cita explícitamente los planes de Elizabeth Warren para gravar a las 75.000 familias más ricas del país; y elogia las ideas similares de otros candidatos, como Pete Buttigieg y Beto O'Rourke.
Es un manifiesto político, y también una forma de mover la conversación hacia la izquierda del espectro político.
¿Funcionará? Sí como herramienta de presión mediática. Los veinte han impulsado un tema ya encima de la mesa y presente en el ideario de muchos políticos demócratas. No todos los multimillonarios están de acuerdo: cuando Alexandra Ocasio-Cortez o el propio Barack Obama tantearon propuestas parejas numerosos ricos estadounidenses mostraron su recelo, alarma y preocupación. Sus valoraciones oscilan entre el "da miedo" y el "sería desastroso para la economía".
Como es obvio, sus prioridades políticas son otras. Y muchos de ellos, como ya hicieran en 2016, apoyarán a Donald Trump en su reelección.
El debate. El aumento de la desigualdad ha colocado a la fiscalidad de los ricos en el punto de mira de los grupos progresistas estadounidenses. Es un asunto clave, dado que el 1% sostiene el sistema impositivo. En 2016 pagó el 37,3% del IRPF, frente al 30,5% pagado por el 90% restante. Tan sólo el 0,1% (que acumula el 9% de la riqueza total de EEUU) pagó el 18% de todos los impuestos a la renta del país. Para algunos millonarios son cifras aún insuficientes.
Cifras. El tipo efectivo pagado por los más ricos ha caído con el paso de los años. En 1986% superaba el 33% de sus ingresos; en 2016 se ubicaba por debajo del 27%. Pese a ello, la carga fiscal soportada por el 1% ha ido aumentando año a año (del 25,8% del total en 1986 al 37,3% en 2016). ¿Qué significa? Una explicación es la desigualdad. Los deciles más bajos se han empobrecido tanto que sus aportaciones a la hacienda se han convertido en residuales.
EEUU ha tenido tipos marginales de hasta el 92% para los más ricos, aunque diversas deducciones fiscales reducían su carga efectiva al 16%. El problema es estructural, y es incierto hasta qué punto un "impuesto a la riqueza" puede solucionar los problemas fiscales del país.
Imagen: Heinrich-Böll-Stiftung