Por fin hemos visto cómo un agujero negro se come a una estrella. O mejor dicho, deglute parte de ella y rechaza otra, cual romano en una bacanal que se purga a sí mismo parte de los abundantes manjares de la celebración. Lo hemos visto no con nuestros propios ojos, por suerte para la vida humana, pero sí con herramientas que han garantizado en parte una observación de longitudes de onda visibles. Es decir, tan directo como cualquier cosa que ve sin mediación el ojo humano. Como vemos en lo publicado en la revista Science, tenemos hasta fotos.
La proeza viene de un equipo internacional de astrónomos liderado desde el Observatorio de Tuorla de la Universidad de Turku, en Finlandia, y el Instituto de Astrofísica de Andalucía, el IAA-CSIC. En 2005, en un centro astronómico de Gran Canaria, se atisbó en la galaxia Arp 299B algo que creían que podía ser una supernova, muy común en este confín del universo a 150 millones de años de distancia. Pero brillaba demasiado. Más de una década de observaciones e investigación después han confirmado el hallazgo.
El agujero negro era de tipo supermasivo, del tamaño de "una masa del orden de 20 millones de soles” como el que nosotros conocemos. La estrella volante, del orden de 2 a 6.5 veces más grande que nuestra bola de plasma, se acercó demasiado a su órbita, y el agujero respondió con su atracción gravitacional a velocidades de vértigo, esto es, acercando la estrella a su boca destructora a una velocidad de 75.000 kilómetros por segundo, un cuarto de la velocidad de la luz. La estrella sólo tuvo que esperar un brevísimo tiempo de semanas, tal vez varios meses, para ser absorbida, un pestañeo en sus millones de años de vida previos al encuentro.
Un chorro relativista: pide un deseo
Pero en el proceso el agujero soltó parte de la materia en erupción de la estrella, un “chorro relativista” o un “jet” como lo han denominado los científicos. Es ese polvo flotante no fue lo que llamó la atención de los científicos que analizaban la galaxia, ya que les costó bastante reconstruirlo, fue el brillo de la erupción posterior a la absorción. Por lo que se entiende de sus fotografías, una parte de su masa habrá quedado dentro del agujero y otra, convertida en polvo del chorro relativista, fuerza. La estrella quedó desgarrada, dividida en dos mitades de las que sólo ha sobrevivido una.
El equipo hispano-finlandés ha conseguido ser el primero que haga una observación lo suficientemente sólida del evento, pero la NASA ya había registrado en los últimos años distintos lugares en los que los telescopios habían detectado ese mismo fenómeno. Como vemos en esta recreación de 2016, la NASA ya sabía que cuando los agujeros absorben las estrellas sus erupciones crean irradiaciones de potentes cantidades de luz ultravioleta y rayos X. También, que durante el proceso desgarran los cuerpos de las esferas dejando ese reguero de polvo estelar. Este desgarro no es más que la consecuencia de que la estrella se "haya acercado demasiado" al horizonte de sucesos de un agujero negro supermasivo, y de ahí que las fuerzas de marea del agujero negro la destrocen. Es la "espaguetización" del cuerpo absorbido (ese estrechamiento del cuerpo solar que se ve en el dibujo), también llamado por los científicos el "evento de disrupción de marea".
La mayoría de las galaxias albergan agujeros negros supermasivos, muchos de ellos de miles de millones de veces la masa de nuestro Sol, y pueden atraer materia a grandes distancias. Sus campos gravitatorios son tan intensos que la luz no puede escapar y hace difícil el estudio científico. Por suerte, la mayoría de estos agujeros permanece en hibernación, en ayunas. Sin devorar nada.
Este descubrimiento podrá hacer entender muchas cosas acerca de los agujeros negros, y con ello despejar uno de los grandes misterios del universo. "Las captaciones de disrupciones de mareas pueden brindarnos una oportunidad única para avanzar en nuestra comprensión de la formación y evolución de los chorros relativistas en las proximidades de estos poderosos objetos", explicó Miguel Pérez-Torres, el investigador del CSIC en el Instituto de Astrofísica de Andalucía.
"Debido al polvo, que absorbió cualquier luz visible, este evento particular de disrupción de mareas puede que sólo sea la punta del iceberg de lo que hasta ahora ha sido una materia oculta", dijo Seppo Mattila, el compañero finlandés. "Al contemplar estos eventos con infrarrojos y radiotelescopios podremos descubrir mucho más y aprender de ellos". Les ha tocado el premio gordo de la observación espacial. Lo justo es que, después de ser los primeros en ver este raro fenómeno, pidan un deseo.