Gracias al coronavirus, los ingleses se han descubierto a sí mismos en la playa. No se han gustado mucho

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Decenas de miles de tuiteros españoles se han adherido estas semanas al dicho “no hay mal que por bien no venga”. Desde hace al menos diez días diferentes medios ingleses están reflejando cómo sus costas y su campiña está sufriendo una ruidosa plaga, convirtiendo los días y noches de los lugareños en una nueva pesadilla. Los británicos fiesteros, están constatando, son un espécimen difícil de digerir.

La magalufación: Bournemouth se ha convertido en el epicentro de todas las vergüenzas nacionales. La subida de las temperaturas de estos fines de semana y la sensación de muchos britons de que se merecían un descanso después de tantos meses de restricciones (aunque su nivel de severidad haya sido, comparado con el que hemos vivido los españoles, risible) les ha llevado a tomar la costa por asalto. Con coches aparcados en mitad de la carretera, bloqueando el tráfico rodado y peatonal, y con ebrios visitantes encarándose contra la policía.

Si sólo fuera eso: “ayer se dejaron en la playa 12 toneladas de basura. Hay gente que ha defecado en envases de hamburguesas abandonándolos allí. Estamos creando un infierno de polución y pandémico en la Tierra”, comentaba Dominic. Al parecer, por prevención sanitaria las autoridades cerraron los baños públicos de las zonas comunes, como también ha sucedido en muchas zonas de España. Además, pubs y bares se mantienen aún cerrados hasta la semana que viene. Todo esto ha llevado a muchos viajeros no a tomar las medidas preventivas adecuadas, sino a hacer sus necesidades por cualquier sitio y a tomarse la situación como una invitación a la anarquía. Un español respondía a Dominic: “Inglaterra descubre a los ingleses de vacaciones”.

Bournemouth no ha sido el único incidente: los vecinos de las playas de Kent también han sufrido a las hordas nacionales y han denunciado similares incidentes escatológicos en su territorio. En Norfolk, Exmouth y Southsea tres cuartos de lo mismo, donde han denunciado una total "falta de respeto". Una mujer de Brean Down, frente a la costa de Somerset, se hizo viral al denunciar que un señor empezó a defecar en su jardín. Cuando la afectada criticó su actuación, el “arrogante” turista la mandó callar y le dijo que “no había problema” y le dijo a la mujer que no se quejase, ya que el terreno no era suyo (sí que lo era), algo que también ha recordado a muchos tuiteros españoles a sentir una liberación schadenfréudica.

Un parlamentario incluso llegó a criticar los incidentes de la siguiente forma: dijo que entendía que los británicos quisieran ir a su región debido al “clima glorioso” que están teniendo, pero que “el buen tiempo y los alojamientos baratos” no son excusa para mancillar la zona y poner en riesgo a los locales de una nueva ola de Covid. Debido a las restricciones de ocio nocturno, se han producido también en todo el país un número considerable de fiestas clandestinas. En algunas de ellas ebrios ingleses han atacado a la policía.

El verano de salvamento nacional: es lo que está pasando igual en Francia, en España y en multitud de territorios. Según estadísticas de agencias de viajes, el 90% de los veraneantes ingleses han indicado que, debido a las dificultades y riesgos de los viajes internacionales, aprovecharán el año para un repliegue al turismo nacional, más barato y con vistas a pegarse unas mejores vacaciones fuera de sus fronteras en 2021 (siendo en ese caso nuestro país uno de sus principales objetivos). El problema es que, como han indicado desde diferentes medios, es posible que Reino Unido no sea capaz de absorber su altísima demanda interna, puesto que desde los años 70 los destinos británicos rurales y naturales han ido mermando frente al atractivo urbano y de ultramar.

Dos opciones: o renunciar a su cultura del desfase por esta temporada o a seguir magalufeando sus villas.

Foto: Ap Photo.

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