“Mamá, ya hemos discutido sobre esto. No debes postear fotos mías sin mi consentimiento”. “¡Pero si ni siquiera se te ve la cara”. Son Apple Martin, de 14 años y Gwyneth Paltrow, su madre, discutiendo abiertamente en redes sociales sobre un tema que es ya un caballo de batalla en muchas familias. La actriz y empresaria había subido a su Instagram, con cinco millones de seguidores, un selfie familiar en el que aparecen ambas en mitad de la nieve.
A un lado, los que lamentan que Paltrow no haya respetado los deseos de su hija, advirtiendo además de la necesidad de protección de la imagen de los más pequeños. Al otro, padres y madres argumentando que, dado que ellos les han dado vida y que vivimos en una sociedad distinta, subir las fotos públicamente no sólo no es ningún escándalo, sino que debería ser casi su derecho.
La vida privada de Gwyneth: con este no estamos ante un caso normal. Las celebrities viven de promocionar su imagen, como bien sabe la actriz, que entremezcla sus posteos particulares con su trabajo en Goop, empresa erigida básicamente como una extensión de sí misma. Tanto lo que hacen en su tiempo libre como sus propias relaciones personales (amigos, familia) son un todo ineludible.
Muchos de los niños de estos entornos no están pudiendo elegir mantenerse en el anonimato, sus padres les exponen sin más, pero, por otro lado, se están beneficiando a largo plazo de un capital social que el día de mañana (y mejor cuanto antes) usarán para labrarse un futuro mejor.
Sharenting: así han venido a llamar a esa exposición social que los padres hacen de sus hijos. Según unas encuestas de la universidad de Michigan, el 56% de los padres cuelga fotografías potencialmente vergonzosas de sus hijos. Estos futuros adultos viven en un contexto en el que, durante los primeros años de vida, su imagen pública y digital se ha ido creando sin su consentimiento. Llegan a la adolescencia, ese momento cumbre de la identidad propia, para descubrir que tienen una personalidad previa que no han podido controlar.
Denunciado por tus propios hijos: hay más razones para evitar la tentación de compartir con todo el mundo fotos de tus niños. En Italia una madre pagó 10.000 euros a su hijo adolescente por difundir sus fotos después de que él le pidiese no hacerlo. En Francia, en el caso de que un hijo quiera denunciar si sus padres han subido fotos íntimas, hablamos de multas de hasta 45.000 euros y un año de cárcel. Las jurisprudencias estatales van modificándose, y no se descarta que en el futuro la Unión Europea contemple estos escenarios para incorporarlos a nuestra vigente Ley de Protección de Datos.