Hace unas horas el Comité Olímpico de Nueva Zelanda anunciaba a la levantadora de pesas Laurel Hubbard como representante del país en los Juegos de Tokio para la categoría de peso súper pesado de 87 kg. Esta joven de 43 años se convierte en la primera atleta transgénero en competir en los Juegos Olímpicos. Pese a que cumple todas las condiciones para participar en la competición, la noticia se ha recibido con cierta controversia en otros países y organizaciones.
Críticas que vuelven a encender el debate sobre si los deportistas transgénero tienen una ventaja injusta sobre sus rivales.
¿Quién es? En realidad Hubbard ya había competido en torneos masculinos de levantamiento de pesas antes de hacer la transición en 2013, cuando tenía 35. Desde ese momento ha cumplido con todos los requisitos de las regulaciones del Comité Olímpico Internacional para los atletas trans y ha conseguido establecer récords nacionales. De hecho, ya ganó una medalla de plata en los Campeonatos del Mundo de 2017 y fue sexta en 2019 tras sufrir una importante lesión mientras competía en los Juegos de la Commonwealth de 2018, cuando ya tenía asegurada una plaza olímpica al quedar en séptima posición.
¿Por qué compite? Porque puede. El COI emitió en noviembre de 2015 unas directrices por las cuales los atletas que hacen la transición de hombre a mujer pueden competir en la categoría femenina sin necesidad de cirugía para extirpar sus testículos, siempre que su nivel total de testosterona en suero se mantenga por debajo de 10 nanomoles por litro durante al menos 12 meses. Y Hubbard cumple esos estándares.
Sin embargo, algunos estudios científicos han demostrado durante los últimos años que las personas que han pasado por la pubertad masculina conservan ventajas significativas de energía y fuerza incluso después de tomar medicamentos para suprimir sus niveles de testosterona. Sin mencionar que la exagerada cantidad de 10 nanomoles por litro de testosterona es, al menos, cinco veces más de lo que posee una mujer biológica.
Los tratamientos no equilibran la balanza. Existen tratamientos para reducir el nivel de testosterona en las deportistas transgénero, sí. De hecho es la defensa más común para que compitan de igual manera junto a las CIS. Pero los estudios más recientes sugieren que las mujeres trans conservan una ventaja de hasta el 12% en las pruebas físicas incluso después de tomar hormonas durante dos años para suprimir su testosterona.
Así lo señalaba una investigación publicada en el British Journal of Sports Medicine que tras varios experimentos concluía que antes de comenzar su tratamiento hormonal, las mujeres trans realizaban un 31% más de flexiones y un 15% más de abdominales en un minuto que las mujeres biológicas. Sin embargo, después de suprimir su testosterona durante dos años, un año más que lo que indican las pautas del COI, todavía eran un 12% más rápidas de media que las mujeres biológicas.
Las críticas. Hubbard vivió como un hombre durante 35 años y no compitió en halterofilia internacional. Pero desde que hizo la transición, ha ganado varios títulos de élite. Esto ha llevado a algunos de sus rivales, incluida la levantadora de pesas belga Anna Vanbellinghen, a afirmar que existe una ventaja injusta y que se trata de "una broma de mal gusto".
"Soy consciente de que definir un marco legal para la participación de las personas trans en los deportes es muy difícil, ya que hay una variedad infinita de situaciones y que llegar a una solución completamente satisfactoria, desde ambos lados del debate, es probablemente imposible. Sin embargo, cualquiera que haya entrenado levantamiento de pesas a un alto nivel sabe que esto es cierto: esta situación en particular es injusta para el deporte y para los atletas”.
¿Qué dice Nueva Zelanda? El director ejecutivo del Comité Olímpico de Nueva Zelanda, Kereyn Smith, no se lo pensaba antes de señalar que Hubbard sería bienvenida al equipo de Nueva Zelanda. “Además de estar entre las mejores del mundo para su evento, Laurel ha cumplido con los criterios de elegibilidad de la IWF, incluidos los que se basan en las pautas del COI para los atletas transgénero”, explicaba.
“Como equipo de Nueva Zelanda, tenemos una fuerte cultura de manaaki (respeto) e inclusión por todos. Estamos comprometidos a apoyar a todos los atletas neozelandeses elegibles y asegurar su bienestar físico y mental, junto con sus necesidades de alto rendimiento, mientras se preparan y compiten en los Juegos Olímpicos", añadía.
¿Qué dice la ciencia? El experto en ciencia deportiva y fisiología Ross Tucker lleva escribiendo y hablando largo y tendido sobre el tema. Según él, el problema radica en que las mujeres biológicas no poseen los mismos atributos físicos que los hombres y muchos de estos atributos del cuerpo masculino tienen profundas implicaciones para el rendimiento deportivo.
Según varios estudios científicos, la brecha entre los respectivos campeones en la mayoría de las disciplinas de pista y campo es del 10% al 12%. Si bien una diferencia del 10% al 12% es relativamente pequeña, en el levantamiento de pesas, la diferencia es del 30% al 40%. Para tareas como sacar en tenis, es del 20% y para la potencia de golpe, la ventaja masculina se ha medido en 160%.
Diferencias físicas. Estas diferencias son en esencia enormes y no quiere decir que las atletas femeninas no posean habilidades extraordinarias, así como habilidades técnicas y mentales que son necesarias en cualquier campeón nato. Pero las ventajas fisiológicas del cuerpo masculino son tan grandes que todos los atributos no relacionados con el sexo biológico, los que realmente deberían importar, quedan ahogados por cosas como la masa muscular, la fuerza, la potencia, la forma del cuerpo y la velocidad.
¿La base biológica de estas diferencias? La testosterona. Esta hormona es responsable de todos los cambios físicos de los hombres y muchos tienen implicaciones directas para el deporte: más músculo, menos grasa, un esqueleto más estrecho y más largo que incluye manos más grandes, un corazón y pulmones más grandes y más hemoglobina para transportar oxígeno por el cuerpo.
Segregación competitiva. Y aquí llegamos al meollo de la cuestión y de la necesidad de categorías distintas según el sexo. Podría decirse que una categoría de mujeres "protege" la integridad del resultado para las mujeres biológicas y, en algunos casos, la seguridad de sus participantes. Las mujeres biológicas no poseen los mismos atributos físicos que los hombres. Entonces, mientras que las mujeres que ganan medallas olímpicas y títulos mundiales superarían a la mayoría de los hombres en la mayoría de los deportes, son superadas ampliamente por los hombres que ganan medallas olímpicas y títulos mundiales equivalentes.
De ahí que hombres y mujeres hayan competido separadamente desde siempre. Si no existieran ambas categorías, las mujeres no tendrían oportunidades ante la superioridad física de los hombres, que corren más, saltan más y lanzan más lejos gracias a esa testosterona. Esto presenta también la posibilidad de una tercera categoría, una donde puedan competir personas trans e intersexuales y que ya se ha comentado más de una vez entre los doctores de la IAAF.
No viene de nuevas. El debate que se presenta hoy no es algo nuevo en el deporte. De hecho, los organismos deportivos mundiales están lidiando con cuestiones legales, morales y éticas sobre los atletas transgénero y dónde encajan. El World Rugby se convirtió en el primer código deportivo olímpico importante en emitir una política que recomendaba que las mujeres transgénero no jugaran al rugby femenino. Una política que provocó un terremoto en el mundo deportivo y que defendía su exclusión en deportes de contacto "por motivos de seguridad".
También la sentencia histórica y polémica de Caster Semenya, la atleta sudafricana especialista en la prueba de 800 metros vuelve a la agenda de alguna manera. A esta deportista se le impidió competir sin tomar medicamentos que suprimieran sus elevados niveles de testosterona natural. Lo hemos contado en Magnet con anterioridad. Aunque a diferencia de Hubbard, Semenya era una mujer DSD (diferentes en el desarrollo de su sexualidad biológica o "intersexuales").
La respuesta internacional es diferente. La decisión de Nueva Zelanda no comulga necesariamente con las decisiones que otras federaciones y países están tomando en el debate. La Federación de Rugby de Francia, por ejemplo, anunció el pasado mes de mayo que también permitiría a las deportistas transgénero participar en competiciones. "El rugby es un deporte inclusivo y compartido, sin distinción de sexo, género, origen o religión", decía su vicepresidente.
En EEUU, en cambio, las disputas entre estados han tomado un rumbo diferente. En Florida, por ejemplo, se define el sexo de un atleta como el que se indica en los documentos de nacimiento. La nueva norma, denominada Ley de Equidad en los Deportes de la Mujer, señala que los clubes deportivos para niñas y mujeres "pueden no estar abiertos a estudiantes del sexo masculino". Y al menos 34 estados están considerando aplicar la misma legislación.