Alemania afronta multitud de contradicciones en materia medioambiental. Gran parte de su población apuesta por alternativas renovables y vota a partidos que hacen de la cuestión ecológica su principal política (el éxito de los Verdes o la agenda sostenible de SPD y CDU lo ilustra). Al tiempo,, el peso de su poderosísimo sector automovilístico y su alta dependencia energética del carbón, muy arraigado en los usos económicos del país, hacen que sus medidas sean menos intensas de lo que debieran.
Pero hay un aspecto en el que los alemanes han decidido tomar la delantera: ciudades más sostenibles.
¿Cómo? Apostando con gran entusiasmo por la bicicleta, pero por una tipología muy especial: la bicicleta cargo. Lo cuenta en este estupendo reportaje The Guardian. En 2018 pasado se vendieron más de 39.000 bicicletas eléctricas cargo a lo largo y ancho del país, números que tienen poco parangón histórico. En contraste, tan sólo se colocaron en el mercado 36.000 coches eléctricos, en no pocos sentidos la gran apuesta de la industria automovilística frente a la transición verde.
Las familias germanas han dicho no a las cuatro ruedas. Sólo necesitan tres.
¿Por qué? No cuesta adivinarlas. Las bicicletas cargo eléctricas cumplen con tres requisitos básicos para triunfar en los modelos de movilidad a los que se orientan las ciudades: son económicas (cuestan entre 2.000€ y 5.000€, cifras inferiores a las ofrecidas por los coches eléctricos); son familiares, en tanto que permiten transportar a dos niños; y son sostenibles (su impacto medioambiental es menor, más allá de las baterías).
Dadas las circunstancias, resulta comprensible que su cuota de mercado haya crecido un 80% de un año para otro, muy por encima de las e-bikes (36%), apuesta dura de la industria ciclista.
Incentivos. Su popularidad coincide con los subsidios aprobados por el gobierno para incentivar la compra de EV. Tras el escándalo de las emisiones destapado hace cuatro años, Alemania diseñó una subvención de hasta 4.000€ para todos los conductores que desearan sustituir su coche convencional por uno eléctrico. Ha funcionado regular. En su lugar, ejecutivos regionales como el de Berlín o Baden-Württemberg han optado por ayudas a la compra de bicicletas cargo. En el primer caso, por ejemplo, las autoridades entregan hasta 1.000€ si es un modelo eléctrico.
La lista de espera es eterna, y el único requisito es acreditar que la bicicleta sustituirá de forma regular al coche.
Reconversión. Se trata de un cambio cultural. El coche se ha mantenido como un poderoso símbolo de estatus y prosperidad hasta bien entrado el siglo XXI. Ahora cotiza a la baja. Lo saben bien los fabricantes: Volkswagen ya comercializa su propia versión de bicicleta cargo (eléctrica), conocedor de los tiempos cambiantes que se avecinan. La apuesta de la industria por los vehículos eléctricos, con el éxito de Noruega en mente y las regulaciones cada día más severas, apuntalan la tendencia.
¿Competencia? Suponen las bicicletas cargo una amenaza a la hegemonía del vehículo privado. Si hay una lectura a extraer del fenómeno alemán es que los coches eléctricos siguen muy por encima del poder adquisitivo de la mayoría. La industria se está rompiendo la cabeza para reducir sus costes (desde catenarias hasta extraños modelos a tres ruedas), pero por las ciudades han decidido emprender su transición sin ellos. Las peatonalizaciones, los carriles bici, los nuevos modelos de urbanismo apuestan por una ciudad menos orientada al coche (EV o no).
Por ahí se han colado las bicicletas cargo. Naturalmente, las condiciones de Alemania y otros países del norte, donde llevan siendo un escenario habitual durante décadas, favorece su penetración. Pero sus soluciones (familiar, sostenible, económica, apta para las medias distancias) son igualmente válidas en el resto de países.