“En los primeros cien días de mi mandato propondré un instrumento legal que asegure que cada trabajador de la Unión disfruta de un salario mínimo justo que le permita llevar una vida decente sea donde sea que trabaje”. Al habla Ursula von der Leyen, ex ministra alemana y sucesora en el cargo como presidenta de la Comisión Europea de Jean-Claude Junker. Esta representante de la UE no sólo ha propuesto esto en materia social, sino también un plan de prestaciones de desempleo comunitario y armonizado que ayude a rebajar la tensión económica de los países más castigados por las recesiones.
¿Salario mínimo europeo? Lo contaban hace poco en El Confidencial, era uno de los deseos de la Unión incluido ya en la Carta Social Europea, pero que se ha encontrado con varios encontronazos a la hora de ponerlo en práctica. No se trataría de una única cuantía para cualquier miembro, sino una homogeneización de la figura del SMI (no todos los países lo tienen) que vaya ligada al bienestar ciudadano.
Un 60% que puede quedarse insuficiente: los economistas ponen como base el 60% de la mediana del sueldo de cada país, aunque para casos de realidades salariales depauperadas, como España o Portugal, habría que añadir variables como una canasta de precios de bienes y servicios para saber cuál es la cantidad mínima digna para vivir. En España se habla de 1.200 euros, como prometen ahora PSOE o Podemos.
Un irregularísimo SMI: actualmente este modelo rige en 22 de los 28 Estados miembros y oscila de los 286 euros de Bulgaria a los 2.071 de Luxemburgo. Evidentemente estás abismales diferencias tienen muchas explicaciones, pero una de las más importantes es que está relacionada con la productividad de las respectivas economías. Por eso suena bastante utópico que ese salario se estandarice entre todos los países y es natural que los economistas busquen metas más realizables, como el 60% del salario del país.
El plan alemán: como decíamos, Von der Leyen era ministra de Defensa del gobierno conservador de Merkel, así como aliada suya. Como han apuntado otros, el plan del "salario mínimo comunitario" es originalmente una propuesta de la canciller. La idea es que el conjunto de los trabajadores tengan más o menos las mismas condiciones de vida en todos los estados de la UE. O dicho de otra forma, que no sea tan notable la brecha entre países pobres y ricos, desalentando buena parte de la inmigración por motivos laborales.
Merkel tiene razones para apostar por esta medida: en la última década, desde la crisis, parece que los únicos ciudadanos europeos que han visto crecer su poder adquisitivo son los alemanes, mientras que los demás (sobre todo los grandes países) han perdido).
Conservadores por el Estados del Bienestar: otra de las razones para apoyar el plan es crear un proyecto europeo que ponga de acuerdo a los dos grandes bloques políticos de la Unión, conservadores y socialistas. De hecho, y antes de su nominación, Von der Leyen mandó cartas a ambas familias políticas del Parlamento Europeo en busca de su apoyo en la nominación (la conservadora la tenía, necesitaba la socialista), cuando sabía que grupos como los Verdes o la Izquierda Unitaria votarían en su contra por considerar sus objetivos insuficientes.
Por qué la derecha apoya subir los salarios: precisamente por la misma experiencia de Merkel, para la que la medida ha funcionado. En 2015 la canciller tuvo que pactar la Gran Coalición y regalar a los socialdemócratas la creación del primer salario mínimo del país, de 8.5 euros la hora y 1.360 euros mensuales. Hubo miedo a que su implantación frenase las contrataciones o provocase el cierre de empresas. Desde 2009 su tasa de desempleo no ha parado de bajar.
Por qué la medida puede nacer muerta: el pasado 1 de octubre Nicolas Schmit, ex diputado europeo del bloque socialista y actual comisario designado de Empleo y Asuntos Sociales, explicó que no se obligará de forma comunitaria a los países como Suecia o Dinamarca a adaptar su modelo al del SMI. Cada Estado tendrá que ratificar su adherencia a esta propuesta. Si no se hace un esfuerzo conjunto, con todos los miembros cooperando, volveremos al panorama actual en el que cada país elige la cuantía salarial, con lo que se anularía su valor como estabilizador del mercado interestatal, eso que ayudaría a toda Europa a crecer al unísono.