¿Cuándo volveremos a la normalidad? La pregunta ha rondado la cabeza de media humanidad desde que un extraño virus detectado en China paralizara la vida del planeta de un día para otro. La respuesta hoy parece más cercana: cuando hayamos vacunado al 70% de la población. Pero puede que ni siquiera entonces. El coronavirus ha cambiado muchas cosas. Entre ellas nuestra percepción de "lo normal". Francia ofrece un buen ejemplo.
Certificado por delante. El gobierno, alarmado por el repunte de los contagios, desea poner punto y final a las situaciones de riesgo. Lo anunció ayer su presidente, Emmanuel Macron: todas aquellas personas interesadas en acceder a espacios públicos tales como cines o teatros tendrán que presentar un certificado sanitario que acredite su vacunación o su inmunidad frente a la enfermedad. Es algo similar a lo que la Unión Europea planteó (y aprobó) para el turismo intracontinental.
El día a día. La diferencia ahora es que se inserta en la vida diaria de los ciudadanos, en tareas antaño cotidianas y carentes de todo riesgo moral como acudir a un bar o a un restaurante. Para quienes estén vacunados no habrá ningún problema. Para quienes no, sí. Macron prefirió "imponer restricciones a las personas que aún no cuentan con vacunas, más que a toda la ciudadanía", en una suerte de derechos sociales a dos velocidades una vez tabú en Europa (y especialmente en Francia).
Otros casos. El país galo ya exigía certificados similares para entrar a discotecas o eventos sociales con un aforo superior a los 1.000 espectadores. A principios de julio, Países Bajos reanudó su vida nocturna y festiva con acreditaciones obligatorias similares. En este caso el privilegio de los vacunados se hacía más palpable: son las poblaciones jóvenes quienes acuden a los bares y discotecas por la noche, y son ellos quienes menos se han podido vacunar. La drástica escalada de contagios obligó al gobierno de Rutte a suspender la desescalada y a cerrar la noche.
Derechos dependientes. El coronavirus ha reformulado por completo nuestra percepción de la esfera pública, así como nuestro derecho a acceder a ella o no. Lo vimos a cuenta de Reino Unido: cuando el gobierno de Boris Johnson sugirió exigir un certificado covid para entrar en los estadios y acceder a los restaurantes una buena parte de la opinión pública lo interpretó como una "discriminación" intolerable y como el primer paso hacia un estado donde las garantías civiles quedaban en suspenso.
Valdrías tanto como tu historial médico reflejara.
Los viajes. Un nuevo paradigma gestado a fuego muy lento (polémicas sobre los botellones incluidas) y que encontró su primer éxito en el turismo. El pasaporte de vacunación comenzó como una idea tentativa y exótica, para transformarse rápidamente en el clavo ardiendo de hosteleros, restauradores y gobiernos muy dependientes del turismo, como Islandia o Portugal. Es en este último país donde el aumento de casos ha llevado a imponer certificados o PCR negativas para hoteles y restaurantes.
Notre choix est simple : faire porter les restrictions sur les non-vaccinés plutôt que sur tous.
— Emmanuel Macron (@EmmanuelMacron) July 12, 2021
C’est le sens du pass sanitaire qui sera étendu. pic.twitter.com/Bk21ncGhNz
Tus derechos. Esto tiene riesgos, porque el acceso a las vacunas no ha sido equitativo, ni entre los países ni entre las personas de distinta clase social dentro de ellos. Lo vimos en su momento en este artículo: medidas de este tipo garantizan y blindan las libertades de un grupo privilegiado (vacunados) a costa de otros que no han tenido la oportunidad o la suerte de acceder a la dosis. Y eso, como mínimo, genera una desigualdad social a discutir o debatir, por más que parezca una solución adecuada.
Han sido muchas las voces que han advertido sobre los riesgos de una sociedad a dos marchas. "Sin embargo, si algunas personas no pueden acceder o pagar las pruebas o vacunas, no podrán probar su estado de salud y, por lo tanto, sus libertades se verán restringidas de facto", explicaba hace meses el supervisor de Protección de Datos de la UE. "La mera exigencia del pasaporte serológico afecta al derecho fundamental a la intimidad", añadía una profesora de Derecho Administrativo en The Conversation.
Pero estos son principios de la vieja normalidad. En la nueva, como apunta Francia, sólo podrás ir al cine si estás vacunado.
Imagen: Oli Zitch/Flickr