El 1 de junio, una mujer de 37 años empezó a sentir fiebre y un fuerte dolor en las articulaciones. Siete días después y mientras su hermana y su hijo empezaban a manifestar síntomas similares, las pruebas confirmaron que se trataba de chikunguña. Los tres eran islandeses, pero acaban de llegar de pasar unos días la provincia de Alicante.
Las alarmas saltaron. De Reikiavik a Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias de Madrid y de ahí a la Comunidad Valenciana. Si las autoridades islandesas tienen razón, se trataría del primer caso autóctono de una enfermedad tropical que nos lleva rondando muchos años. No es una sorpresa, es la crónica de una enfermedad más que anunciada. ¿Y ahora qué?
¿Qué es el chikunguña?
Lo primero es guardar la calma. Sí, es cierto que ‘chikunguña’ en la lengua bantú local de Tanzania significa ‘hombre doblado’. Por el dolor, concretamente. Pero, más allá del efectismo del nombre, se trata de una enfermedad vírica que, aunque incapacitante y desagradable, no es mortal.
Se detectó por primera vez en Tanzania en 1972, pero fue hacia 2013 cuando empezó a conocerse internacionalmente cuando dio el salto a América. Al Caribe, concretamente. Aunque la enfermedad puede ser asintomática, entre el 72% y el 97% de los infectados desarrollan síntomas.
Un cuadro que, en sus primeras fases, se parece mucho a los de la malaria o el dengue. Arranca como una fiebre intensa a la que le sigue eritema y, posteriormente, una serie de dolores muy intensos en las articulaciones. Ese el síntoma que lo caracteriza. También presentar dolor de cabeza, fatiga, problemas digestivos o conjuntivitis, pero es más raro.
El problema fundamental es que hasta la fecha no existe vacuna para el chikunguña y el tratamiento de la enfermedad se concentra en paliar los síntomas. Síntomas que se hacen largos: Más allá del periodo agudo, las secuelas como la rigidez de las articulaciones pueden durar semanas, meses y superar el año.
¿Qué hace en España?
En España solo existe un mosquito que pueda transmitir la enfermedad, se trata del famoso mosquito tigre. El Aedes albopictus fue identificado por primera vez en España en 2004 en San Cugat del Vallés y, desde entonces, se ha ido expandiendo por toda la costa mediterránea y muchas zonas del interior peninsular. Que se puedan producir infecciones autóctonas es una mala noticia, pero no es razonable esperar que se convierta en un brote epidémico.
En primer lugar, porque nada nos hace pensar que se den las condiciones para un brote masivo. “Puede haber más casos, pero para un gran brote necesitas una gran cantidad de virus circulando y muchas personas infectadas. No son condiciones que tengamos por ahora”, explicaba Ignacio López-Goñi, catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra.
Y en segundo lugar porque los sistemas sanitarios y condiciones higiénicas en España son mucho mejores que las de la mayoría de los lugares donde los brotes han explotado. Por ejemplo, en la República Dominicana en poco menos de un año se registraron oficialmente 486.306 casos de chikunguña. Un 4,6% de la población. Pero el factor determinante fue que la gente no creía que la enfermedad la transmitiera un mosquito y no se pudieron en marcha medidas para limitar su impacto.
Las enfermedades tropicales han dejado de ser tropicales
Ante estos datos, quizás lo más importante del primer brote autóctono de chikunguña es la constatación de que con el cambio climático y la globalización las enfermedades tropicales han dejado de serlo. Esta es una de las claves de la "Era de las Epidemias" que viene. Una era ante la que la crisis y los recortes en este ámbito nos dejaron bastante expuestos.
Si los expertos están en lo cierto, en los próximos años, veremos como cada vez más enfermedades llegan al país y, como siempre ha pasado a lo largo de la historia, cambian nuestra forma de vivir. No será una sorpresa, así que es buena idea estar preparados.
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