Cada año se publican 160.000 artículos científicos relacionados con el cáncer; sólo en Estados Unidos, todos los meses, arrancan más de un centenar de ensayos clínicos; y un médico general, para estar al día de las novedades de su campo, tendría que revisar diariamente unas 8.000 investigaciones.
A 2016, podemos decir sin lugar a dudas que la documentación médica (algo fundamental para la práctica de la medicina moderna) se ha convertido en, técnicamente hablando, un infierno de mil demonios. Ya hay más conocimiento del que podemos gestionar, ha llegado el momento en que no podremos ejercer la medicina sin una inteligencia artificial al lado.
¿Cómo gestionar el infinito (o algo muy parecido)?
Si hacemos cuentas, un oncólogo tendría que leer casi 450 artículos científicos al día para estar al día de lo que pasa en su campo. Algo que evidentemente es imposible, por mucho que los profesionales sanitarios lo intenten (y haya empresas y fundaciones intentando ayudarles).
El Lineberger Comprehensive Cancer Center de la Universidad de Carolina del Norte tiene un comité formado por oncólogos muy especializados que se dividen el trabajo. Son aproximadamente 30, pero aun así y teniendo en cuenta que es difícil compatibilizar el resto de responsabilidades con analizar más de 2 ó 3 artículos cada día, se dieron cuenta de que no eran capaces de crear llegar a todo.
Por eso, el Lineberger Center decidió probar Watson, el framework de inteligencia artificial de IBM. En el proyecto piloto que hemos conocido con más detalle estos días, se usaron mil casos reales que habían sido evaluados y discutidos por su comité oncológico. En casi todos ellos (en torno al 99%), Watson recomendó el mismo tratamiento que el que había propuesto el comité.
Donde los humanos no llegan
Pero eso no es lo más interesante: en un 30% de los casos, Watson encontró opciones de tratamiento que los médicos habían pasado por alto. Muchos de estos diagnósticos alternativos se basaban en artículos de investigaciones que los médicos no habían leído o ensayos clínicos que no conocían.
Hay muchas preguntas en el aire que no he podido responder con la información que aportan el centro Lineberger e IBM. Por ejemplo, no sabemos hasta qué punto estos nuevos tratamientos son realmente viables. Pero, pese a eso, las cifras cuadran con lo que ya sabíamos.
En uno de los trabajos clásicos de la medicina informática publicado en 1986 se descubrió que 2 de cada 3 consultas generan preguntas que el médico no puede resolver por sí solo. Es más, de todas ellas ellas, sólo el 30% podían resolverse con la ayuda de un compañero.
Las líneas maestras del futuro ya están dibujadas
O más aún, se descubrió que, si los médicos pudieran responder a esas preguntas, cambiarían una decisión clínica al día. Tampoco podamos decir que sea sorprendente, el investigador Arthur Elstein calculó que entre un 10 y un 15% de los diagnósticos eran erróneos.
Es un problema que cada vez preocupa más a los gestores sanitarios. Si hace unos días veíamos que el famoso 'médico robot' estaba muy lejos y reflexionábamos sobre que el futuro estaba en la colaboración: estos resultados lo hacen más evidente. Antes de lo que pensamos, no habrá consulta sin un asistente que ayude a gestionar la enorme complejidad de la medicina actual.
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