Aunque todos soñamos despiertos de vez en cuando y, de hecho, algunos estudios recomiendan "dar un respiro" de tanto en tanto al cerebro para que se recupere. No obstante, algunas personas pierden la concentración con tanta frecuencia que interfiere en su vida cotidiana y se convierte en un serio problema para ellas. Es tan grave que incluso le han dado el rango de síndrome.
Este fenómeno, conocido como síndrome de desconexión cognitiva (SDC), fue observado por los psicólogos en la década de los 60 y 70 del siglo pasado, y va más allá de un simple momento de distracción.
Investigadores de distintas universidades de EEUU llegaron a un consenso en la terminología empleada para el SDC. Padecerlo va más allá de tener momentos de divagación mental, y afecta la capacidad de concentración y el rendimiento en distintos ámbitos de la vida: desde el estudio o el trabajo hasta las relaciones personales.
Según los investigadores, el SDC no debe confundirse con el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), aunque comparten ciertos síntomas como la dificultad para concentrarse en hacer una determinada tarea durante periodos prolongados y eso ha llevado que los investigadores lo hayan considerado durante muchos años como un subtipo de TDAH.
A diferencia del TDAH, el síndrome de desconexión cognitiva no incluye rasgos de hiperactividad e impulsividad. Es más bien al contrario, el SDC se caracteriza por un "ritmo cognitivo lento" que se manifiesta como un trastorno de atención episódico en el que se dificulta la concentración y la respuesta rápida a estímulos externos.
El SDC aún no ha sido reconocido oficialmente como un trastorno en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, lo cual dificulta su diagnóstico y tratamiento adecuado. No hacer un diagnóstico adecuado de este síndrome puede tener un gran impacto en las carreras educativas y laborales de quienes lo padecen.
Identificar el SDC: los síntomas menos visibles
Identificar el SDC puede ser complicado, ya que aún no existen criterios formales para su diagnóstico. Sin embargo, los psicólogos de la Universidad de Cincinnati, observaron ciertos patrones de comportamiento en niños con este síndrome que incluían ensoñaciones frecuentes, confusión mental y lentitud a la hora de resolver tareas.
En otro estudio conjunto de la Universidad de Washington y de la Universidad de las Islas Baleares, reveló que, durante el periodo estudiantil, es donde este síndrome resulta más sencillo de detectar por padres y profesores por mostrar un ritmo de aprendizaje más lento.
Las investigaciones mostraron que la tardanza en resolver las tareas no se debe a una falta de inteligencia o esfuerzo, sino que su cerebro necesitaba más tiempo para procesar la información.
El impacto en la vida cotidiana: algo más que "pereza"
Es precisamente esa falta de conocimiento sobre el síndrome de desconexión cognitiva lo que a menudo hace que se confunda con pereza o desinterés hacia las tareas, una percepción que puede suponer un obstáculo para que quien lo padece reciba la atención necesaria.
Las estimaciones apuntan a que el 40% de los pacientes diagnosticados con TDAH también podrían sufrir SDC. Teniendo en cuenta que entre el 2% y 7% de la población mundial padece algún tipo de TDAH, el síndrome de desconexión cognitiva estaría afectando a entre 80 y 200 millones de personas en todo el mundo, según especialistas de Additude. Muchos de ellos, ni siquiera tienen un diagnóstico que explique por qué les cuesta tanto concentrarse.
Para las personas con SDC, el simple acto de prestar atención a una tarea puede ser un verdadero desafío. Mientras que en el TDAH el principal problema radica en la dificultad para mantener el enfoque, en el SDC se manifiesta como una incapacidad para concentrarse, convirtiendo actividades cotidianas como el trabajo o el estudio en experiencias frustrantes y agotadoras.
Las recetas para tratar este síndrome tienen muchos puntos coincidentes con el TDAH, aplicando terapias cognitivo-conductual en las que ejercita la atención plena para mejorar la concentración y el uso de fármacos estimulantes, aunque la evidencia en este punto no es concluyente.
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