La subvención de 20 céntimos/litro para la gasolina y el diésel en nuestro país se ha convertido en un arma de doble filo para el Gobierno. Poco a poco, nos acercamos al final de su vigencia y el futuro es incierto. ¿Qué hará el Estado pasado el 31 de diciembre?
20 céntimos/litro para todos. Se habló en un primer momento de limitarla a los profesionales del transporte tras una huelga que puso en jaque la distribución de algunos productos por todo el país. Sin embargo, la presión creció y en apenas unas horas, el Gobierno terminó por decidirse: desde el 1 de abril hemos tenido una subvención universal de 20 céntimos/litro al coste del diésel y la gasolina.
Entonces, la gasolina y el diésel se movían en la frontera del euro y medio por litro. El gasóleo justo por debajo y la gasolina por encima. Desde que se empezara a aplicar la ayuda se habló de que los precios crecerían. Tanto que el Gobierno llegó a amenazar a las petroleras con eliminar la subvención si la tendencia se mantenía. Entre las quejas de estas últimas, que tuvieran que poner de su bolsillo cinco de los veinte céntimos de ahorro.
Más y más caro. En apenas un mes, los precios del diésel y la gasolina siguieron con su avance y ya habían absorbido la ayuda inicial. Pese a todo, a partir del 1 de junio, la ayuda gubernamental se mantuvo, como medida para paliar los efectos económicos de la Guerra de Ucrania. Estará, de hecho, vigente hasta el próximo 31 de diciembre. Más allá, el futuro es incierto.
Con subidas y bajadas, estamos acercándonos de nuevo a los máximos históricos en el precio del combustible, especialmente si hablamos del gasóleo. En los últimos días, el diésel se ha estancado en cerca de los dos euros por litro y su camino se ha separado por completo de la gasolina. Es una consecuencia de sacar al petróleo ruso del mercado. Éste llegaba a Europa ya refinado pero los nuevos proveedores ofrecen este producto sin refinar, un problema en un continente donde las refinerías son escasas.
Beneficiados. Por el camino, hemos tenido diferentes noticias e informaciones que no animan a las previsiones optimistas. La OPEP+ ha decidido que reducirá su producción en dos millones diarios de barriles para mantener el precio del petróleo en cotizaciones de unos 100 dólares/barril. A esto se suma una importante pérdida de valor del euro frente al dólar, la divisa con la que se paga el petróleo.
Además, los datos nos dicen que hay dos claros beneficiados con la subvención: las petroleras y las rentas altas. La CNMC ya señaló en junio que las petroleras están obteniendo márgenes de beneficios históricos con la subida del precio del carburante. Al mismo tiempo, Caixabank confirmaba con datos lo que se podía intuir, la subvención beneficia en mayor medida a las rentas altas, que pueden seguir afrontando el gasto de un mayor número de kilómetros con un vehículo privado frente a las rentas bajas, para las que la ayuda gubernamental no termina de ser suficiente.
¿Qué hacemos? Ahora el Gobierno tiene una difícil disyuntiva encima de la mesa. Eliminar la subvención de la gasolina y el diésel es un movimiento que puede dar muy mala imagen a los ciudadanos, poco antes de unas elecciones autonómicas en mayo de 2023. Además, desde las asociaciones de transportistas ya han trasladado al Gobierno su deseo de que esta ayuda se mantenga más allá de 2022.
De momento, Nadia Calviño, ministra de Economía, ya ha dejado la puerta abierta a repensar la ayuda. "Tenemos que evaluar la bonificación del carburante" para decidir si "se mantiene esta medida para toda la población o si es mejor centrarse en algún colectivo que se pueda ver más afectado", aseguraba en RNE hace unos días.
Tampoco hay que olvidar que Podemos, socios en el Gobierno, ya se mostraron contrarios de mantener la ayuda universal al precio de los carburantes, al considerar que ésta beneficiaba en mayor medida a las rentas altas y era una medida poco ecológica.
Transportistas. Como decíamos, el transporte está en el punto de mira ante una posible modificación en la subvención gubernamental. Hay que tener en cuenta que la gasolina ha bajado su precio en las últimas semanas pero el diésel se ha disparado y las noticias ante una posible bajada no son alentadoras. Además, las asociaciones de transportistas ya demostraron su fuerza en la huelga de marzo.
Elevar los costes del transporte también puede tener una consecuencia directa sobre la inflación de los productos, un problema que se ha constatado a lo largo del año y que ha llegado a situarse por encima del 10% durante los últimos meses.
El conductor medio. El conductor medio, sin embargo, ha visto cómo el precio de la gasolina, aunque cara, le está dando cierto respiro. De hecho, a finales de septiembre llegó a situarse al mismo precio que tenía cuando el Gobierno activó la ayuda estatal. Eso sí, el parque automovilístico de vehículos diésel sigue siendo con diferencia el más numeroso en nuestro país, abarcando al 57,9% de los vehículos totales.
Por el camino, el Gobierno ha ido dando pasos en otra dirección. Ya aseguró en un primer momento que la ayuda costaría a las arcas del Estado 5.461 millones de euros. A esto hay que sumar la gratuidad y grandes descuentos en transporte público. Una medida dirigida a clases más populares y más ecológica que la actual. De hecho, los efectos del giro en favor del transporte público ya se deja ver en los andenes.
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