Es difícil ilustrar al lector de Xataka en una figura tan relevante como Kim Stanley Robinson (1952, EEUU), premiado con el Hugo, el Nébula, Premio Mundial de Fantasía y una de las figuras más críticas y relevantes de la ciencia ficción de todos los tiempos.
En sus novelas se aborda desde una perspectiva técnica, científica e incluso legislativa la terraformación de Marte, los hábitats en Mercurio, la Luna y el confrontamiento riguroso con nuestro propio futuro en una Nueva York alternativa —parcialmente inundada, donde las viejas avenidas se han convertido en canales navegables—.
Esta misma senda sigue su última obra 'El Ministerio del Futuro' (Minotauro, 2021), donde un organismo vela por salvar nuestro presente y preservar nuestro futuro. Pero no a la manera de 'Fundación', sino desde un prisma más inmediato y prosaico —pese a su cualidad puramente literaria—, pletórico de conversaciones políticas y de recados a nuestros actuales gobernantes y dirigentes.
A través de Minotauro hemos tenido la oportunidad de charlar con Kim Stanley Robinson. Bienvenidos a una de las novelas más contestatarias y lúcidas, además de lúdicas, que puedes leer ahora mismo.
Comencemos hablando de cambio climático. Desde una línea ensayística, 'El Ministerio' continúa la senda de '2312’ y también parece adaptar y evolucionar ideas de ‘Tiempos de arroz y sal’: cambio climático, explotación y exploración… ¿es el momento de tratar estos temas?
«Así lo creo. Entre las noticias sobre cambio climático, ahora innegable, y la pandemia, nos encontramos ante una situación global en la que podríamos considerar la década de 2020 una de crisis dentro de la historia de la humanidad. Cómo encaremos esta crisis es esencialmente el asunto clave de nuestro tiempo y nada parece alcanzarle en importancia».
¿Por qué agarrarse a una distopía?
«Aunque entiendo que las distopías pueden usarse como advertencias, y que son lo contrario de una utopía en el sentido dialéctico, no me interesa escribir o leer distopías. Son muy obvias y ya no sirven de nada, salvo si sirven como fantasías indulgentes, en cuyo caso las cosas podrían ser mucho peor que ahora. Y eso no resulta muy útil en estos momentos».
48º en Siberia. 49,6º en Canadá. El calentamiento global es una de esas realidades que hay quien prefiere no creer. Realidad que nos lleva a un futuro incierto, porque no podemos controlarlo todo. O eso queremos creer. ¿Cómo podemos mejorar el presente para garantizar el futuro?
«Todo el mundo con vida sabe cuál es la situación global (porque hay más teléfonos que personas, y la gente habla, así que hay pocas personas que desconozcan esta situación básica). Eso significa que una presión social general puede terminar estallando y que los representantes políticos tomen medidas a fin de evitar la catástrofe. La única forma en la que eso sucederá es mantener una batalla política continua en el sentido adecuado. Ese será el gran proyecto de nuestro tiempo: luchar por la gente del futuro».
En 'El Ministerio del Futuro' comienzas "manchándote las manos", construyendo un futuro con miles de muertos. Se dice que llegará un momento donde las olas de calor solo serán “altas temperaturas”, hecho que las convertirá en una de las cinco principales causas de muerte temprana. ¿Cuánto sufrimiento es necesario para cambiar?
«Me temo que los fallecimientos en masa causados por nuevas olas de calor mortales comenzarán a ser más y más frecuentes. Pero la gente es muy buena a la hora de imaginar que nunca nada malo podrá sucederles. Somos un poquito de esa forma, y puede ser útil. Así las cosas, podría hacer falta un montón de sufrimiento para hacernos cambiar, si eso es lo que finalmente es necesario. Pero creo que cambiaremos la forma de concebir la situación global y que los resultados serán obvios para las futuras generaciones. Eso puede ser lo que nos cambie».
Escribiste este libro antes de la pandemia por COVID. No te preguntaremos cómo sería de diferente si lo escribieras ahora sino, ¿sería más pesimista o más hopepunk?
Cosas que escribí que iban a suceder en 10 o 20 años ya están sucediendo
«Escribí 'El Ministerio del Futuro' en 2019. Era un periodo mucho más oscuro que ahora en varios aspectos importantes. La COVID acababa de golpearnos y el mundo estaba anonadado. Pero el resultado ha sido que la gente se toma ahora la crisis climática más en serio. Cosas que escribí que iban a suceder en 10 o 20 años ya están sucediendo. El cronograma se ha acelerado en comparación con mi libro. Eso es algo bueno, y será interesante ver cuánto se aceleran las cosas durante los próximos años. Podría pasar que ya hemos atravesado un punto clave a la hora de asumir un nuevo momento de crisis y de toma de acciones».
‘El ministerio del futuro’ es, a través de sutilezas y cientos de reverberaciones culturales, uno de los libros más políticos que existen en la actualidad, al menos en el sentido que hace referencia a su etimología, "la teoría de la Polis", la sociedad que convive a sí misma. Nos gustaría conocer tu opinión en profundidad.
«Gracias por esta pregunta. Quería escribir una novela que expusiera por completo la situación global y contara la historia de las próximas décadas tan bien como fuera posible, dado dónde nos encontramos actualmente, pero al mismo tiempo que siguieran siendo plausible para el lector. Así que tenía que ser detallista, pero también incluir los rincones oscuros, el caos y el desorden que con certeza forman parte incluso de una resolución exitosa de una crisis. Por supuesto que tenía que ser una novela política por encima de todo».
También apreciamos que ‘El ministerio del futuro’ posee un gran trabajo periodístico, está altamente referenciado. ¿Ha sido una evolución consciente en el desarrollo del libro? ¿Prefieres trabajar en un terreno de ciencia ficción más fría y menos alegórica, donde las personas hablen nuestro mismo idioma?
Para cada novela he intentado encontrar la forma de expresar el contenido de la forma más directa posible
«Para cada novela he intentado encontrar la forma de expresar el contenido de la forma más directa posible. Para 'El Ministerio', me parecía que tenía que ser una polifonía de voces muy amplias y también incorporar un toque caótico en su justa medida, así que así es como se siente la historia. Para mí fue crucial descubrir que el "relato del testigo" es un género en sí mismo y distinto de la novela. Pero una novela puede usar muchísimos testimonios ficticios para dar a la novela una sensación de crudeza y confusión mezclada con tintes periodísticos.
En otras novelas de la pasada década he intentado poner en práctica técnicas muy distintas con formas más coherentes y unificadas».
Hablando de idiomas, ¿cómo te posicionas respecto a la vida extraterrestre, si bien parece harto improbable una forma de vida similar a la nuestra fuera de nuestros límites?
«Creo que hay civilizaciones extraterrestres por toda nuestra galaxia, pero las distancias entre las estrellas son tan grandes que nunca jamás sabremos de ellas. Es mi impresión. Ahora mismo nadie lo sabe».
El formato de la novela sugiere una herramienta clásica para dotar a la lectura de ritmo extra. ¿Por qué 106 capítulos?
«No me importaba cuántos capítulos hubiera, pero sabía que iba a haber un montón de ellos. Quería una variedad de formas para proporcionar interés y variedad, y un sentido de veracidad. Durante un tiempo pensé que podrían ser 100 capítulos, pero hacían falta más. Ya he percibido la necesidad de tener tres o cuatro más, pero lo dejaré en 106».
En cuanto a la amplia pluralidad de voces: ¿es una decisión para esconder la voz autoral o para desplegar su pluralidad?
«Mucho más de lo primero. Quería hacerme a un lado, dejar que otras voces hablaran tanto como yo, puesto que a fin de cuentas yo lo estaba escribiendo. Pero es importante para un novelista saber apartarse y dejar que hablen los personajes. Esto es cierto para las narrativas en primera y tercera persona (ya sea el punto de vista del yo, de él, de ella o de elle). Los asemejo al proceso de ser un operador telefónico en los años 40, conectando una voz y dejándola hablar, y después conectando otra. El truco consiste en escoger los momentos para cambiar de una voz a otra».
En el libro se esboza un acercamiento al concepto de una tribu global. Pero en nuestro “mundo real” vemos a toda esa gente, de distintas generaciones, que nunca se posiciona, que no opina, ni vota, y solo quiere que la dejen en paz. Gente que solo aspira a formar parte del 1% en vez de elevar la calidad de vida general del otro 99%. ¿Dónde está el fallo?
«Es una pregunta difícil. Me la hago yo mismo. Para mí resulta obvio: necesitamos prestar atención a nuestra sociedad, que es planetaria e incluye todos los seres vivos. Si no, es como vivir en un sueño. ¡Pero un montón de gente parece vivir de esa forma! Así que me pregunto si tienes que ver con la educación o con la imaginación. Además, mucha gente pasa demasiado tiempo entre cuatro paredes y conectada a internet. La realidad es más grande que todo eso, pero si no la experiencias, no lo sabes. Esto puede ser algo relacionado con la educación. La gente no es consciente de ello, así que su imaginación puede verse atrofiada.
Esta es una de las muchas ventajas de ser un lector de ficción. Puedes viajar en el tiempo y puedes meterte en la mente del público; son milagros ficticios que nos enseñan un montón de cosas».
Vivimos tiempos de profetas tecnológicos. ¿Crees en los mesías?
«No, no creo. El del mesías es un concepto extraño. Digamos que siempre ha habido figuras chamánicas. Conectan a la gente con otros mundos. Pero un mesías llega para salvar a la gente. Eso nunca va a suceder. Tenemos que salvarnos nosotros mismos. Así que un misias es un error categórico, un fallo de comprensión de cómo la historia tiene lugar. Lo hacemos juntos, los líderes siempre son hechos líderes por el público general».
¿Y en la singularidad, en la capacidad humana por superar todas las barreras, incluso aquellas que trascienden “lo humano”?
«No creo en la singularidad. Esa idea es tan solo la expresión metafórica de un sentimiento que tiene la gente, de que la ciencia ha tomado las riendas y los humanos, como individuos, han sido separados del proceso de hacer historia. Pero siguen siendo esfuerzos humanos y siempre será así. La ciencia es poderosa, el big data es útil, las computadoras son rápidas e interesantes. Todavía tenemos que decidir qué hacer».
Durante las últimas semanas, en España hemos vivido un terremoto: defensores del sistema ganadero y detractores de la carne argumentando con datos vetustos. Pero el debate político no aborda, por ejemplo, una cuestión más preocupante: la futura escasez del agua. ¿Harán falta programas de concienciación como en tu novela o esta es una batalla perdida?
«La batalla nunca termina y por tanto se puede perder. Hay problemas que se acumulan en nuestra relación con la biosfera y que requieren nuestra atención. Si no lo hacemos, llegarán las catástrofes, y si se acumulan podría ser aún peor. Entonces tendremos que hacerles frente lo mejor que podamos. Eso seguirá siendo así, nunca habrá fin a ese proceso».
¿Crees que podríamos “superar” el capitalismo como modelo económico hegemónico?
«Buena pregunta. Creo que es parte del Proyecto de este siglo, porque el capitalismo era un sistema improvisado de relaciones de poder, y sus debilidades están siendo expuestas al público general. Crea desigualdad entre humanos y destruye la biosfera. Ambas cosas proceden de la búsqueda del beneficio por encima de todo lo demás. En esencia, el capitalismo es un algoritmo demasiado simple que intenta resolver todos los problemas de la vida con un solo método o idea. Eso no funciona, como estamos viendo.
Pero el mundo funciona así, y la ley es la que es. Y hay gente poderosa (capitalistas) a los que les gusta que el sistema sea el que es. Así que cambiarlo va a requerir un esfuerzo intenso y prolongado. Y qué cambiar no está claro, porque no será posible introducir un nuevo sistema de forma pura; deberá desarrollarse desde el cascarón del antiguo sistema. Así que las soluciones serán improvisadas, como el capitalismo lo fue en el siglo XVII. Ahora debemos imaginar cómo vamos a pagarnos todo lo que hace falta para mantener una buena relación con nuestra única biosfera».
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