No solo de Japón vive el manga, así es como los autores españoles han hecho suyo este estilo

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Manga es, literalmente, una palabra japonesa que puede traducirse como «garabatos» o «imágenes insignificantes», en relación a esa tendencia al dibujo rápido, impreso en papel barato y en blanco y negro. ¿Cómo podría, entonces, designarse a algo no japonés?

La respuesta es fácil: sus características propias en cuanto a modelo productivo, lenguaje, técnicas de dibujo y señas culturales son fáciles de identificar. Un sello distintivo rastreable incluso cuando el género muta en sus decenas de afluentes, bien por edad (kodomo, shonen, shojo, seinen o josei) o por género (nekketsu, ecchi, yuri, harem, gekiga, etc).

Una influencia a la que los autores españoles no son ajenos, y que ha ido acentuándose desde finales de los 80. Conocido como iberomanga o mangañol, o tildado simplemente como gaijin —extranjero—, el manga producido en nuestras fronteras es cada vez más sólido y más frecuente.

No en vano, durante el próximo 25 Salón del Manga —del 31 de octubre al 3 de noviembre— se presentará Planeta Manga, una antología donde se dan cita algunos de los mangakas precursores del iberomanga como Ken Niimura (José María Ken), Marta Salmons, Oriol Estrada, Lorena Calderón, Judit Mallol o Luis Montes. La mejor forma de seguir la pista tanto a creativos emergentes como firmas populares. Pero antes de continuar, la pregunta clave: ¿cuándo empezó todo esto?

Breve cronología del manga español

Tonda Haneko

El manga cruzó los Pirineos, o la Costa Brava, para ser más exactos, durante el otoño de 1968. Se trataba de Tonda Haneko, del autor Rakuten Kitazawa —apodo de Yasuji Kitazawa—, en los interiores de la revista barcelonesa Cavall Fort nº 137 y 138. Una obra de 1929 donde se consolida un doble hito: Haneko Tonda era también la primera protagonista femenina de un manga.

Durante los años posteriores el manga sería material de influencia en fanzines, pero nada sólido comercialmente —acaso las tiras en El Víbora—. Los más espabilados importaban y los demás se conformaban con ver por la tele ese anime tan colorido. Y otros redibujaban portadas de Candy Candy o Heidi, los animes de moda. Según la cronología editorial habría que esperar hasta 1979 para encontrarnos con 'La vida de Mao Tse-Tung', de Fujiko Fujio, en riguroso castellano.

Hasta que en 1992 'Dragon Ball', de Akira Toriyama, revienta el mercado, tras el éxito de su adaptación televisiva. España fue el primer país de Occidente donde comenzó a distribuirse, durante 1988, a través de una compra de licencia por parte del también catalán Mario Bistagne.

Goku

Al año siguiente llegaría Doraemon y ya en 2001, en formato álbum, 'Shin-Chan', repitiendo un éxito similar. Del VHS al CD con regalo, al fascículo de kiosko y al estreno de nuevas cabeceras. Nuestra tradición manganimera se vio recompensada con más material en papel, revistas especializadas y el estreno de 'Detective Conan', 'Lupin The 3rd', 'Inu-yasha' o 'Naruto' en nuestro idioma, durante 2006.

Era más fácil conquistarnos por los ojos, pero, aun así, 2007 trajo el inicio de una grave crisis editorial y, aunque podemos seguir registrando maravillas como 'Love Hina', de Ken Akamatsu, o 'Kimagure Orange Road', de Izumi Matsumoto, no fue hasta 2011 cuando las ventas remontaron, y hasta 2015 cuando el fenómeno renació hasta alcanzar el mercado adulto: 'Bleach', 'One Pierce', 'Fullmetal Alchemist', 'Devilman'...

En suma, es coherente apuntar que la producción de manga en España es un fenómeno relativamente nuevo —no así el anime—. Pero esto no es óbice de la poderosa nueva generación de voces.

Una nueva generación

Manga

Es evidente que el modelo de trabajo español difiere del japonés. En nuestras fronteras, cuando un autor logra cierto reconocimiento expondrá su material en salones y eventos grupales. El autor japonés rara vez abandona su estudio para acudir a una feria popular. 

Pero esto también ha propiciado una suerte de cultura de grupo, una fenomenología generacional que bebe de todo neojapanismo: fan arts, cosplays, youtubers, JRPGs —rol japonés—, locales especializados en sushi y demás influencia de la memética kawaii. Esto es, todo lo social y académico que destile cierto aroma nipón.

Lo que redunda en una lectura positiva: es el mejor momento para publicar manga, para redescubrirlo, para revisitar clásicos —que nadie olvide 'El lobo solitario y su cachorro' o 'Fénix'— y escuchar lo que tengan que decir nuevas firmas.

Una buena puerta de entrada la encontramos en Planeta Manga, la colección antológica que Planeta Cómic ha editado en formato revista japonesa, respetando la influencia canónica pero presentando a autores nacionales que tal vez no hayan pasado bajo tu radar. Y ojo, que esta será la primera de otras que vendrán, recopilando manga, ilustraciones y artículos de firmas especializadas, con historias autoconclusivas, otras serializadas y de género diverso, donde bien cabe el shônen más adolescente, el seinen, yuri o hasta la parodia gekiga.

Autores de toda pluralidad

¿Y quienes son esas firmas? Desde It’s López (Laia López, Barcelona, Strawberry Moon) a Belén Ortega, granaina empleada en Marvel que debutó con la historia de samuráis ‘Himawari’, ambientada en el Japón feudal y premiada en el Salón del Manga de Barcelona.

También podemos encontrar a la descacharrante Ana Oncina (Barcelona), autora de la serie ‘Croqueta y empanadilla’, o a Luis Montes Salvador, granadino autor de Gryphoon. Y tampoco ignoremos a firmas de alto copete como Ken Niimura, el cual en 2006 publicó la serie limitada ‘I Kill Giants’, escrita por Joe Kelly, debut en el mercado americano con el que acabaría ganando el primer premio en el 5º Premio Internacional de Manga de Japón.

Si seguimos desenlazando nombres encontramos a Marta Salmons, fundadora de Skizocrilian Studio junto con su compañero Mijail Sampedro y ganadora del V Concurso Manga de Norma Editorial con ‘Pechanko!’ (2011). Hay más: la ilustradora catalana Judith Mallol, la ídem Adela (Akira) Pantsu, la autora de las novelas ‘Eraclea’ y el manga ‘Ad Mortem’, Blanca Mira. 

Manga

Como puedes leer, los nombres femeninos ganan relevancia como mangakas. Y eso que aún no hemos citado a la madrileña Fátima (Kaoru) Okino, a la barcelonesa Alba Cardona, autora del fanzine ‘Yoroshiku’, a Marian Company, de Barcelona, a Lorena Calderón, dibujante y guionista de ‘Soulmate’, Natalia Calvo, la autora de 'Heart Piece' o Judit Mallol, dibujante de ‘Polaris’.

Las más de 300 páginas en blanco y negro, en formato 17,5 x 25,5 cm por 4.95 euros —en riguroso orden de lectura oriental—, también incluyen voz de los youtuber Kalathras, fundador de Lolweapon, dedicado al debate y análisis de anime, Oriol Estrada, habitual en tertulias y programas especializados, IluTV, Marc Bernabé, reconocido traductor de manga, o Santi Casas, portadista, colorista, ilustrador e historietista, una de las más reputadas figuras del manga patrio con ‘La bruja’. 

¿Quién había dicho que en España no había mangakas? Al contrario, se avecina un torrente de creatividad.

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