Tiene que haber trampa. No puede ser. Un equipo de 800 euros no puede ser más potente (en casi todo) que equipos varias veces más caros. Y sin embargo, lo es. Bienvenidos al análisis del Mac mini, un equipo que es probablemente el “patito feo” de la nueva familia de ordenadores de Apple. Puede presumir de chip M1, pero no tanto (o tan a la vista) de una de las ventajas claras de estos revolucionarios SoC: la eficiencia energética.
Eso deja al Mac mini teóricamente en una posición de desventaja, pero este análisis trata de demostrar todo lo contrario: estamos ante un equipo compacto de sobremesa que es capaz de dejar atrás a PCs (teóricamente) mucho más preparados. Este pequeñín puede parecer simplón y hasta poca cosa, pero cuidado, porque viene con las garras afiladas. Las de su chip M1, por supuesto.
Ficha técnica del Mac mini: bienvenidos al Apple M1, el primero de una estirpe
Estamos ante una renovación espectacular del hardware interno de los equipos de Apple, y este Mac mini es uno de los primeros ejemplos junto a esos MacBook Air y MacBook Pro de 13 pulgadas que también han sido elegidos para el despegue de los equipos basados en el 'silicio de Apple' (Apple Silicon).
Como ocurre con los portátiles que le acompañaron en el lanzamiento, este Mac mini destaca esencialmente por integrar el chip Apple M1, un SoC basado en arquitectura ARM que supone un salto radical para los equipos portátiles y de sobremesa de Apple.
Mac mini (M1, Late 2020) | |
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CPU | Apple M1 |
GPU | 8 núcleos |
Neural Engine | 16 núcleos |
Memoria | 8 GB de memoria unificada |
Almacenamiento | 256 GB de SSD |
Vídeo | Un monitor con resolución hasta 6K a 60 Hz vía TB3 |
Audio | Altavoz integrado |
Puertos | 1 x Gigabit Ethernet |
Conectividad inalámbrica | Wi-Fi 6 (802.11ax) |
Dimensiones | 197 x 197 x 36 mm |
Peso | 1,2 kg |
Precio | 799 euros |
En cuestión de conectividad a ese minijack le acompañan dos puertos USB-C con interfaz Thunderbolt 3 / USB 4 (Apple usa indistintamente ambas denominaciones, algo que resulta quizás un poco engorroso), un conector de 3,5 mm, dos puertos USB-A (USB 3.1 Gen 2), un conector RJ45 GbE y un conector HDMI 2.0.
La conectividad inalámbrica está también servida gracias al chip de Broadcom que proporciona tanto soporte para redes Wi-Fi 5 (802.11ax) como para dispositivos Bluetooth 5.0.
Aquí hay que señalar que curiosamente el primer encendido y puesta en marcha del Mac mini no podremos completarlo con un teclado y ratón Bluetooth: necesitaremos conectar dispositivos vía el cable USB o, como fue mi caso, conectar dispositivos inalámbricos con su propio receptor USB. Nosotros no tuvimos problemas con un ratón y un teclado de Logitech conectados a través del receptor Unifying, por ejemplo.
Diseño: nada nuevo bajo el sol (o eso parece)
Muchas han sido las críticas que Apple ha recibido con esta primera generación de equipos con el chip M1 en cuanto al diseño. La esencia de todas ellas era la misma: ¿por qué Apple no ha aprovechado una revolución interna para hacer también una revolución externa?
Los responsables de Cupertino no han hecho comentarios al respecto, pero es probable que estos primeros productos sean solo una especie de espectacular salva inicial: una que sirve para prepararnos para todo lo que vendrá después, que por cierto, parece que será mucho y bueno.
Veremos entonces si Apple efectivamente le da una vuelta de tuerca al diseño de sus equipos, pero hasta que lo haga -si lo hace-, lo cierto es que hay poco que contar del diseño de los Mac mini, que mantienen exactamente el mismo diseño exterior de sus predecesores.
Estamos ante un chasis compacto de 19,7 x 19,7 x 3,6 mm que tiene un peso de 1,2 kg y que mantiene esa construcción basada en aluminio y que es absolutamente lisa en toda la parte visible salvo por el logo de Apple en la parte superior.
En la parte inferior encontramos un pie de apoyo circular de plástico, mientras que en la parte trasera encontramos tanto el botón de encendido como los puertos de conexión ya citados en el apartado de especificaciones.
El único elemento presente en la parte frontal es el pequeño LED de color blanco que indica que el equipo está encendido, y en esencia estamos ante un equipo exactamente igual —salvo por los puertos de conexión— a lo que Apple ya tenía en el mercado.
Las diferencias, por supuesto, están en el interior. Y esas sí que son importantes, sobre todo cuando comprobamos cómo en realidad el Mac mini podría haber sido mucho más mini.
Lo demuestra el despiece que apareció hace unos días en YouTube y que permitía comprobar cómo en ese chasis hay mucho espacio libre, sobre todo considerando que la placa base con todos los componentes ocupa una pequeñísima porción del equipo.
Esa realidad hace pensar no solo en las posibilidades que se le abren a Apple en cuanto a nuevos formatos sobre todo en sus ordenadores de sobremesa, y aunque desde luego el Mac mini no sorprende por su exterior, lo hace por su interior. Eso sí: también hay alguna mala noticia.
Muchas luces, pero también existen las sombras
Antes de ir al esperado análisis del rendimiento del equipo queríamos hacer una parada importante. Una en la que destacar que no todo son buenas noticias en esas singulares especificaciones.
Así, con este nuevo enfoque se acabó la capacidad de ampliar memoria o almacenamiento. Esto era más normal verlo en los MacBook de Apple desde hace tiempo, pero ahora la capacidad de ampliación de los Mac mini, aunque no fuera excepcional, desaparece.
Lo que compras es con lo que te quedarás durante toda la vida útil del producto, así que antes de hacerlo, asegúrate de que estarás contento con la configuración elegida, porque no habrá marcha atrás.
Esa pequeña tragedia -que quizás no lo sea para muchos- se une a otra que sí preocupa a algunos usuarios: en los Mac mini, como en sus hermanos de lanzamiento, solo podemos optar a un máximo de 16 GB de memoria (no RAM "pura", insistimos, sino memoria UMA).
Eso podría parecer suficiente para la mayoría de usuarios porque lo es, pero hay ciertos escenarios en los que los propietarios de estos equipos desean tener más margen de maniobra y querrían contar con 32 o hasta 64 GB de memoria en estos equipos.
Eso no es posible hoy por hoy con estos Mac mini, pero no hay razón en absoluto para pensar que Apple no prepara futuros miembros de su nueva familia de chips con esos 32, 64 o incluso más GB de RAM.
Lo mismo ocurre con la capacidad de almacenamiento: las unidades SSD integradas en estos equipos tampoco son reemplazables, aunque aquí estamos mejor cubiertos con modelos que llegan hasta los 2 TB y que por tanto deberían suplir las necesidades de la mayoría de usuarios.
El problema tanto en un sentido como en otro está en como decíamos anteriormente todas estas configuraciones son absolutamente cerradas, y una vez elegidas no habrá forma de ampliarlas o cambiarlas salvo, por supuesto, en el caso de que conectemos unidades de disco externas mediante los puertos USB-C o USB-A del equipo.
Hay una nota -y nunca mejor dicho- llamativa en el equipo: el Mac mini tiene, como su versión basada en un micro de Intel, un altavoz, algo que es hasta cierto punto sorprendente en un equipo de estas características, pero que en realidad igual Apple podría haberse ahorrado: su calidad es muy pobre.
De hecho desentona con la tradición Apple en el cuidado de los detalles, y aunque puede salvarnos de algún apuro, la calidad del sonido es baja. Afortunadamente en el Mac mini disponemos de un puerto de auriculares que podremos usar para conectarlo a unos altavoces o a unos auriculares (aunque en ambos casos podremos aprovechar dispositivos Bluetooth).
El apartado de la conectividad es interesante, pero tiene algunas pegas. Los puertos Thunderbolt 3 (que son dos y no cuatro, como en su predecesor de 2018 basado en una CPU de Intel) son probablemente una de las más claras, porque aunque ofrecen la capacidad de conectar muchos dispositivos que se aprovechen de su elevado ancho de banda, las cajas eGPU no son compatibles con ellos.
Así, no será posible (al menos, de momento) conectar una gráfica externa como hasta ahora permitían los MacBook o Mac mini basados en los procesadores de Intel, algo que de nuevo aleja a estos equipos del mundo de los videojuegos. La puerta no está del todo cerrada para un futuro soporte de este tipo de accesorios, pero desde luego quienes necesiten este tipo de soporte tendrán que elegir otras alternativas.
Además, el puerto RJ-45 ofrece soporte para redes Gigabit Ethernet, pero no 10 GbE como ocurre con los Mac mini basados en micros de Intel, otra diferencia singular que puede ser importante para cierto tipo de usuarios que por ejemplo quieran usar el Mac mini como servidor de ficheros.
Sorpresa: todo es exactamente igual en el día a día con un Mac
Durante estas últimas semanas he utilizado con frecuencia el Mac mini como si fuera mi ordenador de trabajo en el día a día. Aunque desde hace años uso equipos basados en Windows 10 como herramientas para ese ámbito, estoy muy familiarizado con macOS: tuve también durante varios años un MacBook Air, y este reencuentro con la plataforma de Apple ha sido singular gracias desde luego a los chips M1.
Lo primero que deja claro que uno está ante un Mac es ese tradicional sonido que los altavoces del equipo emiten nada más presionar el botón de encendido. Lamentablemente la calidad de ese altavoz es como mencionábamos muy baja en estos equipos y eso hace que uno tuerza el gesto y piense si será todo así.
Por supuesto, no lo es. Ni de lejos.
MacOS Big Sur se comporta de forma excepcional con los nuevos Mac mini basados en el chip M1 de Apple. Los tiempos de respuesta de las aplicaciones nativas (Música, Mapas, Fotos, Terminal, etc) son instantáneos, incluyendo a la que sin duda es una de las aplicaciones estrella de cualquier sistema operativo, el navegador de internet, que en este caso es, cómo no, Safari.
Como muchos otros usuarios, desarrollo buena parte de mi trabajo (y ocio) delante de un PC en un navegador, y aquí Safari ha demostrado comportarse de manera fantástica. Es posible instalar otras opciones, y de hecho tanto Chrome como Firefox tienen desde hace unos días versiones precompiladas para los chips M1.
En el caso de Chrome esa opción entre la versión precompilada y la nativa para los chips M1 aparece al ir a descargar el navegador desde el sitio web oficial, pero ese comportamiento de la descarga del navegador de Google será probablemente poco usual en el futuro.
De hecho, algunas aplicaciones como el navegador Firefox se comportan ya como aplicaciones universales: integran código nativo tanto para sus nuevos chips M1 como para CPUs Intel. No hay “versión M1” y “versión Intel” como tal, porque esa aplicación funcionará indistintamente en ambas arquitecturas sin problemas.
Lo curioso es que Apple no parece tener ninguna intención de diferenciar esas aplicaciones entre ellas. En casi ningún apartado lo hace —como veremos más adelante— y desde luego el propio funcionamiento del sistema operativo tampoco revela preocupación alguna por ese detalle.
El usuario no tiene que preocuparse, parece decirnos la empresa de Cupertino, porque la idea es que nunca necesite saber si la aplicación está preparada para aprovechar nativamente el chip M1 o no. Esa información no es necesaria, porque lo único que necesita saber el usuario es que la aplicación funciona.
Y lo cierto es que (casi) todo funciona.
Esa es en realidad la gran sorpresa de los Mac mini y de los MacBook Air y MacBook Pro 13”. Y quizás la gran decepción para algunos que igual esperaban algo que delatara al nuevo chip. Todo funciona como antes.
Eso no es del todo preciso: todo funciona (mucho) mejor que antes y hay más opciones en casi todos los apartados (no en todos), pero lo importante para el usuario es que todo sigue igual.
No hay que hacer nada especial para seguir usando las aplicaciones que se usaban antes, y solo en algún caso muy específico podrá haber conflictos con alguna herramienta que utilice en su día a día.
Nosotros no nos hemos encontrado de hecho con ningún conflicto durante nuestro uso del Mac mini, pero otros análisis independientes han dejado claro que puede haber problemas. Es normal que los haya, creemos, sobre todo dada la magnitud de esta transición. Y sin embargo, nosotros no los hemos experimentado.
Cualquier usuario tendrá probablemente bastante difícil algo realmente distinto en su día a día frente al funcionamiento de los Macs “de antes”. Como mucho, notará que todo va más rápido o que (en el caso de los portátiles) la batería durará mucho más haciendo lo mismo que hacía en su equipo con micros de Intel.
Es curioso y como decimos puede que hasta decepcionante para algunos. ¿Tanta revolución y no ha cambiado nada? ¿Ni el diseño ni el funcionamiento de las aplicaciones?
En realidad sí lo ha hecho, claro, pero es difícil que alguien vaya a notar cambios “en tiempo real”. Todo funciona como ya lo hacía, pero como lo hace más rápido y de forma más eficiente las ventajas se ven más a medio plazo: “rascamos” algunos segundos del reloj en todo lo que hacemos —lanzar aplicaciones, cambiar entre procesos, ejecutar tareas intensivas— y haremos teóricamente más sin darnos cuenta, pero además lo hacemos sin consumir tanta energía.
Esta es una gran revolución, pero también es una revolución transparente y silenciosa. Lo último, por cierto, en más de un sentido.
Silencioso como pocos, eficiente como ninguno
El Mac mini no funciona como un MacBook Air o un MacBook Pro y siempre está conectado a una toma de corriente para funcionar. No puede presumir de autonomía de batería como esos primeros portátiles basados en el chip M1, pero de lo que sí puede presumir es de una eficiencia energética equivalente.
De hecho el consumo de este equipo es sorprendente, como han demostrado varios análisis independientes que revelan que el consumo del Mac mini (M1) con carga intensiva es de apenas 26 W: ese consumo era de 85 W en el Mac mini de 2018. Si necesitáis un equipo funcionando sin parar y sin que la factura de la luz se dispare, esta es sin duda una excelente opción.
Ese consumo también tiene impacto en otro área que muchos usuarios agradecerán: el del ruido. O más bien la ausencia de él, porque durante estos días que hemos podido trabajar con él jamás hemos oído un suspiro de un equipo que parece ir sobrado en el ámbito de la refrigeración.
Incluso con cargas de trabajo elevadas durante las pruebas más duras no oímos la activación de unos ventiladores que jamás han funcionado a una velocidad que nos permitiera percibirlos. Eso parece dejar claro que el Mac mini parece tener margen de maniobra de sobra para trabajar incluso con cargas elevadas sin sufrir en temperaturas disipadas y por tanto sin hacer que el ventilador acabe haciendo ruido que podamos notar.
Todo un mundo de aplicaciones a tus pies
Uno de los aspectos que más curiosidad planteaba a la hora de analizar este equipo era su comportamiento con el software.
El reto aquí para Apple era enorme, puesto que un cambio de arquitectura debería ser especialmente complejo en el ámbito de las aplicaciones y los juegos, pero nada más lejos de la realidad: prácticamente todo funciona “sin más”, y salvo por la situación de las aplicaciones de iOS y de iPadOS la solución planteada por Apple es realmente efectiva.
Esa solución consta de cuatro tipos distintos de aplicación, y nosotros hemos podido sacar conclusiones sobre cada uno de ellos.
Aplicaciones nativas para el M1
En primer lugar, las aplicaciones nativas precompiladas para el M1. Estas herramientas forman parte de la oferta integral de macOS Big Sur preinstalada en el Mac mini, y como era de esperar son las que más se benefician del nuevo SoC.
Si sois usuarios de ese ecosistema al que pertenecen las célebres Safari, Maps, Mail.app, Música o Fotos (entre otras) podréis comprobar cómo estas herramientas se lanzan de forma instantánea y funcionan de forma especialmente fluida.
Pero claro, hay todo un mundo de aplicaciones más allá de las que Apple preinstala como parte del sistema operativo. Es ahí donde entra en acción la App Store, que en macOS Big Sur cobra especial importancia porque ahí es donde encontraremos todas las aplicaciones disponibles, de las cuales una fracción (aún pequeña) están disponibles y precompiladas para Apple Silicon y por tanto para el chip M1.
La App Store no identifica qué aplicaciones están disponibles en versión precompilada para el M1 y cuales no. De hecho cuando seleccionamos alguna aplicación no veremos claramente si está precompilada para los M1 o no, y la única confirmación estará probablemente en el historial de versiones de cada aplicación, en la que los desarrolladores podrán haber incluido ese dato si efectivamente es ya una aplicación “nativa” para los nuevos chips de Apple.
Sucede por ejemplo en el caso de Adobe Lightroom, donde al acceder al historial de versiones aparece precisamente la confirmación de que la herramienta ya “funciona de forma nativa en ordenadores con hardware de Windows ARM o Apple Silicon”.
Sin embargo no hay indicativo de ese soporte nativo en esa clasificación inicial y al mostrar resultados de búsqueda. Sí se ha creado una sección especial que ahora mismo se muestra al abrir la App Store y que lleva a una selección de aplicaciones que sí están precisamente precompiladas para funcionar de forma nativa para los chips Apple Silicon.
La selección no es especialmente extensa pero sí cuenta con soluciones realmente populares en el mundo Mac en diversos apartados como la creatividad (Pixelmator Pro, Adobe Lightroom, o djay entre otras), la productividad (Fantastical, OmniFocus), el desarrollo (BBEdit, Transmit 5 o por supuesto Xcode), y otras que Apple califica como “Imprescindibles” (Twitter, Instapaper, Magnet o Night Sky).
Aplicaciones Intel: que viva Rosetta 2
Aunque lo ideal sería que todo el software estuviera preparado para correr de forma nativa ya en estas nuevas máquinas de Apple, la realidad es muy distinta, y pasará algún tiempo —Apple hablaba de un par de años— hasta que la transición hardware se complete.
Es imposible saber cuánto tardará la transición software, pero parece que los desarrolladores tienen mucha más prisa que en la anterior transición de los PowerPC a Intel. Lo estamos viendo con soluciones como Office 365 o Adobe Premiere Pro o Audition, que ya disponen de versiones preliminares con soporte para estos nuevos chips de Apple. Tanto Microsoft como Adobe tardaron cerca de un año en ofrecer binarios nativos para Intel cuando se produjo la anterior transición desde la plataforma PowerPC.
En aquella ocasión Apple ofreció la capa de emulación Rosetta para que los usuarios pudieran seguir ejecutando aplicaciones de PPC en sus nuevas máquinas, y ahora ha hecho exactamente lo mismo con Rosetta 2, que echa por tierra completamente el viejo dicho de que segundas partes nunca fueron buenas.
De hecho Rosetta 2 es todo un prodigio: solo sabremos de su presencia la primera vez que ejecutamos una aplicación que no tiene versión nativa para el M1 y sigue ejecutándose con un binario precompilado para micros Intel y la arquitectura x86-64.
En mi caso eso sucedió al instalar por primera vez Firefox. Tras descargar el navegador e instalarlo lo ejecuté, y ahí macOS Big Sur detectó que era un binario Intel, lo que hizo que preguntara si quería instalar Rosetta (curioso, no dice ‘Rosetta 2’). Tras confirmarlo se descarga ese pequeño componente, que en apenas unos segundos se convertirá ya en parte integral de nuestra experiencia software.
Aun siendo parte integral es importante señalar que para el usuario toda la experiencia es totalmente transparente: uno no sabe a ciencia cierta cuándo está ejecutando una aplicación M1 o una Intel, y la única señal que puede indicarnos a primera vista ese dato es el tiempo que tardan en lanzarse y ejecutarse esas aplicaciones: los binarios para los Mac basados en Intel tardan unos segundos en ejecutarse, o al menos lo hacen las primeras veces que los cargamos.
Es posible, eso sí, forzar la ejecución de algunas aplicaciones preinstaladas con Rosetta. Ocurre por ejemplo con Safari o Fotos, pero no con iMovie: al seleccionar la opción “Obtener información” de esas aplicaciones desde el Finder aparecerá (o no) la casilla “Rosetta” (de nuevo, nada de “Rosetta 2”) que podremos activar para ejecutar esas aplicaciones en “modo Intel”. La única función de hacerlo es comparar rendimiento con respecto a las versiones precompiladas para el M1, pero más allá de eso suponemos que esa opción acabará desapareciendo en futuras versiones de macOS.
Salvo por ese detalle, la “magia” de Rosetta 2 es que parece que no está ahí. Estamos ejecutando aplicaciones a través de una capa de emulación, y eso debería hacer que las aplicaciones fueran lentas.
Lo sorprendente es que no lo son en absoluto, y en muchos casos tanto nuestras pruebas como otros análisis independientes han demostrado que los M1 ejecutan aplicaciones Intel (bajo emulación, insistimos) más rápido que los propios Mac basados en micros Intel. Es sencillamente alucinante, y da buena cuenta de cómo el comportamiento de estas aplicaciones es notable en la mayoría de los casos.
Habrá escenarios en los que por supuesto algunos usuarios notarán pérdidas de rendimiento o conflictos, pero por lo general los usuarios de Mac de toda la vida probablemente no notarán nada y podrán trabajar exactamente igual que antes con un Mac con un M1. De hecho, insistimos, normalmente lo harán mejor gracias a la potencia y eficiencia de estos chips.
Es evidente que el rendimiento es mejor cuando disponemos de una aplicación en versión nativa frente a una emulada. Tenemos una buena forma de demostrarlo al ejecutar Geekbench 5 en modo Intel con Rosetta 2 o en modo M1.
Este benchmark ofrece ambas opciones para poder apreciar las diferencias, y los resultados mostrados en la tabla muestran cómo la ejecución gana enteros en binarios nativos para los chips Apple Silicon, pero incluso en emulación los binarios x86-64 no desentonan en absoluto: esas puntuaciones de Geekbench 5 en Intel son extraordinarias y difíciles de encontrar en equipos basados en micros Intel o AMD.
Como decimos el único problema —por llamarlo de algún modo— de esas aplicaciones es que tardan algo más en lanzarse, pero por lo demás será difícil que cualquier usuario note que está utilizando una aplicación precompilada para el M1 o para Intel.
Salvo potenciales conflictos, que son normales en una transición de estas dimensiones, lo que logran los M1 y Rosetta 2 es ciertamente espectacular. Es como si no hubiera cambio de arquitectura, de hecho. Asombroso.
Apple, tenemos que hablar de las apps de iOS y iPadOS
La tercera parte de las soluciones que ayudan a que el catálogo de los Mac sea más diverso que nunca es el soporte absolutamente nativo para aplicaciones de iOS y iPadOS.
El chip M1 es un descendiente de los Apple A14, y todo el software de los dispositivos móviles de Apple funciona directamente en los Mac con estos SoC. Que lo haga, eso sí, no significa que lo haga bien.
De hecho esta es la parte que ahora mismo más cojea en la experiencia software con los Mac con el chip M1. En la App Store sí que al buscar una aplicación se nos permitirá separar los resultados entre aquellos que se refieren a apps y juegos de Mac y aquellos que fueron creados para iOS y iPadOS.
La instalación de esas aplicaciones de iOS y iPadOS es directa y no se diferencia de la que podríamos experimentar en aplicaciones de macOS: es como si una vez más Apple no tuviera intención alguna de diferenciar unas aplicaciones de otras. Eso funciona bastante bien con las apps M1 y las apps Intel, pero las cosas no son así para las apps móviles.
De hecho lo normal es que esas aplicaciones no funcionen como uno espera, pero la culpa aquí no es de los desarrolladores: ellos crearon esas apps pensando en un iPhone o un iPad que se controla con los dedos. De repente esas apps tienen que funcionar en pantallas de portátiles y Mac de sobremesa, y hacerlo con ratón y teclado.
Ese conflicto hace que lógicamente muchas aplicaciones funcionen de forma errática, sobre todo porque manejarlas con ratón y teclado puede ser un pequeño desastre, especialmente en el caso de los juegos.
Los hay que funcionan estupendamente —mi querido Tiny Wings— y otros que se complican de forma notable por estar pensados para controlarse con las dos manos aprovechando los controles táctiles.
Apple aquí ofrece sus llamadas Alternativas táctils (disponibles desde el apartado de Ayuda de estos juegos), pero ninguna es especialmente efectiva en algunos juegos como ‘Sky: Children of the Light’, por ejemplo.
Con las aplicaciones pasa tres cuartos de lo mismo, e incluso vemos aquí cierta paradoja: ¿para qué quiero aplicaciones de iOS o iPad que no hacen más que reemplazar servicios web totalmente funcionales?
Ocurre con aplicaciones como Airbnb que tienen versión funcional de iOS (pero no 100% funcional) y su versión web, que funciona ciertamente de forma mucho más natural y cómoda al querer usar ese servicio a través de un ratón y un teclado.
Aquí está claro que hay aún mucho trabajo por hacer, tanto de filtrado de aplicaciones y juegos que provocan conflictos como de los desarrolladores, muchos de los cuales podrían querer aprovechar la oportunidad de que esas aplicaciones pensadas para el móvil puedan ahora aprovechar también la potencia del ratón/trackpad y el teclado en los Mac.
Eso también da pie a pensar en otra posibilidad: que Apple acabe añadiendo soporte táctil a las pantallas de los MacBook (¿convertibles a la vista?) y quién sabe si (parece mucho menos factible) a un monitor para el escritorio. Teniendo en cuenta que ya hicieron lo inverso en iOS y iPadOS añadiendo soporte para ratón, no descartaríamos una posibilidad así… por si las moscas. De producirse esa opción, estaríamos ante una curiosa y sorprendente situación para todo el catálogo de aplicaciones de iOS y iPad OS.
La virtualización como puerta a Windows y Linux
También tuvimos la oportunidad de probar las bondades de la virtualización en macOS Big Sur y estos Mac mini. Esta cuarta solución de esa nueva plataforma software en los mac es la que más incógnitas plantea de cara al futuro porque aún no sabemos cuál será su verdadero alcance.
De hecho lo que sí sabemos es que de momento es una forma interesante de ejecutar aplicaciones de Windows y Linux. Inicialmente no probamos la opción Linux aunque era posible hacerlo de forma algo "artesanal", pero sí pudimos probar cómo corre Windows 10 (ARM) en una máquina virtual a través de una versión de QEMU especialmente compilada para el M1 tal y como explican aquí.
El resultado es sorprendente, y aunque solo es posible contar con un sistema corriendo en resolución Full HD y la integración no es total, es posible incluso trabajar con esa máquina virtual que es posible configurar para que tenga conexión a internet.
El rendimiento de Windows 10 ARM bajo QEMU es sorprendentemente bueno, y quisimos ejecutar el benchmark Geekbench 5 también en dicha máquina virtual para comprobar el rendimiento. Como se puede ver en la imagen, el resultado no es en absoluto malo.
Aún es pronto para hablar como decimos del potencial de esta solución, pero que incluso en esta fase tan preliminar sea posible lograr esos rendimientos hace ver con mucho optimismo el futuro de soluciones como Parallels o VMWare, que ya están trabajando en versiones nativas para el M1 que permitan crear máquinas virtuales de forma mucho más sencilla.
Precisamente en los últimos días del análisis Parallels anunció la disponibilidad de una versión de su software de virtualización preparada ya para funcionar en máquinas con el chip M1 de Apple. De momento hay una limitación importante: solo es posible crear máquinas virtuales con sistemas operativos precompilados para ARM.
Aprovechamos la ocasión para crear una máquina virtual con Ubuntu Server, una distribución que dispone de versión ARM. La instalación es relativamente sencilla, aunque esta versión en concreto de la célebre distribución no preinstala ningún entorno de escritorio. Resolver eso es muy fácil al instalar el meta-paquete 'ubuntu-desktop', lo que nos lleva, tras un reinicio, a una máquina Linux totalmente funcional.
En este caso estuvimos limitados por la resolución de pantalla disponible (tan solo 1.024 x 768) porque las Parallel Tools que permiten acceder a otras resoluciones no están aún compiladas para el M1, pero es de esperar que futuras versiones corrijan esa limitación.
Salvo por ese detalle, lo cierto es que utilizar Linux en el Mac mini es perfectamente factible. El rendimiento es notable, como pudimos comprobar en una prueba rápida con el benchmark Octane bajo Firefox en esa máquina virtual, y desde luego las sensaciones son muy buenas en esa interacción con Linux en una máquina virtual.
Un rendimiento espectacular
Llegamos a la que probablemente sea la parte que más interesará a nuestros lectores, ya que permite responder a la pregunta que muchos se planteaban con más o menos escepticismo ante el lanzamiento de esta familia de chips y de máquinas basados en ellos.
¿Son realmente tan potentes? La respuesta es sencilla: sí, lo son.
En el Mac mini no es tan fácil notar la otra gran baza de estos procesadores: su eficiencia. Los MacBook Air y los MacBook Pro de 13 pulgadas han demostrado en análisis como los de nuestros compañeros de Applesfera que sus autonomías son sobresalientes.
En el Mac mini la eficiencia no tiene impacto claro para el usuario porque siempre lo tenemos enchufado a la corriente, pero quienes han analizado el consumo del equipo en otros análisis destacan cómo incluso con cargas elevadas el consumo máximo del chip, como habíamos mencionado antes, llega a los 26,8 W, una cifra absurda cuando comprobamos cómo procesadores Intel equivalentes tienen TDPs de 65 o incluso 95 W para lograr el mismo rendimiento.
Lo que sí hemos podido analizar es el rendimiento de estos equipos, y para ello hemos usado una serie de benchmarks para comparar su rendimiento con el de otros equipos que pueden no ser los ideales en algunos casos por precio o hardware, pero que precisamente permiten establecer diversos puntos de referencia.
De hecho hemos querido comparar el rendimiento de los Mac mini con el de un potente MacBook Pro reciente pero aún basado en macOS, y también junto a equipos que por hardware y precio deberían estar en esa línea de rendimiento y otros que son distintos por ser sobremesas puros y que también pueden llegar a ser bastante caros.
Los equipos con los que hemos querido comparar el rendimiento de los Mac mini son dispares. La idea aquí no era tanto comparar al nuevo Mac mini con el viejo Mac mini —podéis encontrar artículos estupendos al respecto como este de Ars Technica y la idea era ampliar es espectro y ver si el nuevo chip también puede competir con propuestas más o menos similares en precio y prestaciones (como el Acer Swift 3), pero también con otras alternativas tanto en el terreno de los portátiles como el de los PCs de sobremesa tradicionales basados en chips de Intel y AMD.
Hemos querido ir intercalando esas pruebas en diversos equipos cuyos resultados iréis viendo en algunas de las pruebas. Así, los equipos utilizados son:
Mac mini (M1, Late 2020) | MacBook Pro (Late 2019) | PC "Ryzen" | PC "Intel" | Acer Swift 3 SF-314-42 | |
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Procesador | Apple M1 | Intel Core i7-9750H | Ryzen 9 5950X | Intel Core i5-8400 | AMD Ryzen 5 4500U |
Núcleos / Frecuencia | 8 / n.d. | 6 núcleos a 2,6 GHz (hasta 4,5 GHz) | 16 núcleos a 3,4 GHz (hasta 4,9 GHz) | 6 núcleos a 2,8 GHz (hasta 4 GHz) | 6 núcleos a 2,3 GHz (hasta 4 GHz) |
Memoria RAM | 8 GB | 32 GB | 16 GB | 16 GB | 16 GB |
Tarjeta gráfica | GPU integrada (Apple M1 ) | AMD Radeon Pro 5300M | NVIDIA RTX 2080 SUPER | NVIDIA GeForce GTX 1070 | Gráficos integrados AMD Radeon |
Precio* | 799 euros | 3.159 euros | Aprox. 2.500 euros | Aprox. 1.000 euros | 799 euros |
Con todo ello, veamos cómo se ha comportado el Mac mini en distintos escenarios en los que hemos podido analizar su rendimiento. Un inciso aquí: todas las gráficas las ha creado mi compañero Javier Lacort.
Navegando, que es gerundio
Muchos nos pasamos buena parte de nuestra vida frente al ordenador en un navegador, y este escenario es por tanto especialmente relevante a la hora de saber si podemos esperar un buen comportamiento de un equipo.
Para analizar ese apartado hay un buen número de tests disponibles en los que se analizan capacidades como la velocidad de la ejecución de código JavaScript o también la capacidad de renderizar contenidos con más carga gráfica a través de estos navegadores.
Nosotros hemos utilizado varias de estas pruebas que en el caso del Mac mini hemos repetido con varios navegadores disponibles en versión nativa pero también usando versiones que podíamos activar en modo Rosetta 2 para saber cuál era la diferencia de rendimiento ente unas y otras. Empecemos.
En Octane 2.0 curiosamente Chrome ganó la partida a Safari, el propio navegador de Apple. Lo hizo con su versión nativa, pero en ambos casos la conclusión es el primer indicio de que aquí pasa algo raro: el M1 aplasta a competidores teóricamente bien preparados, pero es que incluso al ejecutar código bajo emulación con Rosetta 2 el Mac mini puede acercarse con Chrome a procesadores como destacable el Ryzen 5 4500U.
Con el test de JetStream 2 se combinan una serie de pruebas tanto de JavaScript como de WebAssembly para tratar de evaluar cómo gestiona un sistema cargas de trabajo intensas en el navegador. El Mac mini volvió a superar a todos, pero lo hizo con Safari, un navegador que Apple ha preparado muy bien para satisfacer las necesidades de los más exigentes en este ámbito. El MacBook Pro esta vez no queda tan lejos, mientras que la diferencia con código no nativo es más notable.
MotionMark es un benchmark gráfico muy conocido que evalúa la GPU y trata de minimizar el impacto al rendimiento JavaScript puro. La diferencia de la GPU integrada en Safari demuestra esa entaja competitiva que Apple exhibe en ciertos escenarios en los que puede afinar al milímetro el rendimiento de su software con su hardware: la herencia con Chrome y con Firefox 85 Beta (que se comporta especialmente bien) es sorprendente, pero lo es más con las implementaciones de Chrome e incluso de Safari en arquitectura x86-64.
Por su parte Speedometer ejecuta una serie de aplicaciones de demostración en las que se tratan de imitar las acciones que un usuario convencional realizaría con ratón y teclado, pero además ejecuta un gran número de trabajos de forma simultánea. El Mac mini volvió a ganar de forma clara a los equipos con procesadores Intel, pero hubo además sorpresas con el rendimiento de este benchmark en el caso de Firefox 84 forzado a funcionar “en modo Intel”.
Kraken es una prueba de rendimiento de ejecución de código JavaScript que fue creada por Mozilla y que mide el comportamiento del navegador en varios escenarios . Es el único de los benchmarks utilizados en el que el resultado se evalúa conforme al tiempo que tardan en ejecutarse todas esas pruebas: el que menos tiempo invierte es el mejor navegador. Aquí el Mac mini con Safari ejecutándose de forma natural (nativa) volvió a aplastar a la competencia, e incluso Chrome quedó en evidencia ante ese poderío.
Geekbench 5
Los desarrolladores de este benchmark han logrado que se convierta en una de las claras referencias a la hora de comparar todo tipo de sistemas y plataformas. Ese es su encanto, de hecho: podemos ejecutar Geekbench en móviles Android e iOS, en tabletas y por supuesto en equipos de sobremesa y portátiles, tanto los basados en chips x86-64 de Intel o AMD como los nuevos chips M1 que también tienen ya versión nativa para esta aplicación.
El M1 no es el mejor en rendimiento Single-Core, pero estamos hablando de los núcleos de un SoC con un TDP de aproximadamente 15 W (que puede consumir unos 10 W más en carga elevada) frente a CPUs como el Ryzen 9 5950X de 105 W o el Core i7-9750H de 45 W que es el que de hecho gana la partida gracias a su gran IPC y su capacidad para subir hasta los 4,5 GHz.
En la prueba multinúcleo, más sorpresas para un M1 que solo cae ante los 12 núcleos y 24 hilos de ejecución del poderoso Ryzen. Tenemos que volver a recordar una vez más que es una comparación absolutamente injusta, y todo un Mac mini cuesta 799 euros, mientras que el Ryzen 9 5950X tiene un precio de 849 euros él solito.
El Acer Swift 3, que cuesta precisamente 799 euros, tiene un Ryzen 5 4500U y su rendimiento tanto en una como en otra prueba es muy inferior, aunque es cierto que es un portátil completo y no un PC de sobremesa (aunque sea compacto).
Cinebench es otra buena alternativa para evaluar el comportamiento de un sistema porque trata de comprobar cómo se comportan los núcleos de una CPU a la hora de renderizar una escena en 3D.
Su disponibilidad multiplataforma es de nuevo muy interesante para nuestro propósito, y Cinebench R23 dispone de versión nativa para los chips M1, pero también es posible forzar su ejecución “en modo Intel”, lo que permite ver la diferencia de rendimiento entre ambos escenarios.
Una vez más el Mac mini demostró ser excepcional en su comportamiento en esta prueba y dejó a trás a todos sus rivales excepto en el caso del Ryzen 9 5950X con el que una vez más la comparación es casi anecdótica por el precio de este microprocesador.
El Ryzen 5 4500U se comporta de forma notable también en modo single-core, pero las cosas cambian en modo multinúcleo donde salvo por el citado Ryzen el M1 domina incluso al MacBook Pro. Que un equipo así logre esto es sencillamente excepcional.
Novabench y la sorpresa del código emulado bajo Rosetta 2
Otra de las pruebas que como GeekBench están disponibles en varias plataformas y que nos permitieron establecer referencias y comparaciones entre este equipo con el M1 y equipos con procesadores Intel o AMD es NovaBench.
Esta aplicación realiza una serie de pruebas que permiten puntuar el rendimiento general de un sistema y además puntuar áreas específicas como su CPU, GPU, RAM o disco.
Es importante señalar no obstante que el Mac mini aquí salía con desventaja, y con una muy importante: Novabench no tiene aún versión nativa para los chips M1 de Apple, así que todos los resultados de estas pruebas son especialmente destacables por cómo se comporta el M1 emulando una aplicación Intel cuando el resto pueden ejecutarla de forma nativa.
Aún así los datos son espectaculares: el Mac mini es casi tan bueno como sus competidores incluso emulándolos a través de esa capa de compilación por adelantado que es Rosetta 2.
Es cierto que el PC le supera en puntuación global y el MacBook Pro le supera en CPU (de nuevo el TDP importa) y RAM (32 GB frente a 8 GB de nuestro Mac mini también importan), pero fijaos en la velocidad de esa “memoria RAM”, que gracias a ese planteamiento de la arquitectura unificada de memoria de los M1 alcanza velocidades de transferencia muy superiores a las de sus rivales.
Las sorpresas se volvieron a producir en las pruebas gráficas (en el MacBook Pro no se utilizó la GPU dedicada de AMD sino la integrada en el propio Core i7), y solo contar con esa GTX 1070 permitió al PC superar de forma tan notable a la “pobre” GPU del SoC de Apple, que aún así sale muy airosa de la prueba y deja muy atrás por ejemplo a la GPU integrada de los Ryzen 5 4500U.
El comportamiento en las pruebas de disco es algo más errático, al menos según esta prueba, que arrojó datos algo extraños (por lo diferentes) de lectura y escritura para los dos Mac. Una vez más insistimos en que la herramienta estaba ejecutándose bajo la capa de emulación de Rosetta 2, lo que da aún más valor a lo que consigue el Mac mini.
Los gráficos importan
La CPU del M1 se comporta de forma excepcional, desde luego, pero la propia Apple ya destacó que el salto en el rendimiento de la GPU es aún mayor. Es algo que quisimos comprobar en nuestras pruebas, aunque era algo más complicado puesto que el Mac no es tradicionalmente esa máquina para jugar en la que podamos medir rendimiento en FPS ni tampoco tenemos acceso a un gran catálogo de juegos.
Tuvimos no obstante la ocasión de probar el rendimiento del chip M1 en ‘Shadow of the Tomb Raider’, un título de 2018 que está disponible en macOS Big Sur gracias a Steam aunque en este título de Feral Interactive se hace uso de CodeWeavers Crossover, es decir, la misma capa de WINE que se usa para poder jugarlo en Linux.
Este “truco” está ya extendido en otros desarrollos que están disponibles en macOS: son en realidad juegos de PC envueltos en capas de emulación, y no hay demasiados juegos nativos.
Los resultados de ‘Shadow of the Tomb Raider’ se tomaron en dos resoluciones, 720p y 1080p, con detalle gráfico bajo y sin antialiasing, algo que de otro modo haría el juego mucho más difícil de mover por parte de la GPU integrada del Mac mini.
En esas condiciones el juego dio en su prueba de evaluación interna una tasa de 27 FPS para el modo 1080p y de 45 FPS para el modo 720p. Cifras modestas hasta que tenemos en cuenta que además de estar lográndose con un chip integrado lo hacen con dos capas de emulación por medio: la que impone Crossover con el ejecutable de Windows, y la que impone Rosetta 2 para traducir el código y hacer que se pueda ejecutar en los M1. Lograr que aún así el juego funcione de forma fluida en el Mac mini es casi un milagro.
Tras la prueba jugamos unos minutos al juego en 720p, nivel de detalle bajo y sin antialiasing. Es cierto que la experiencia visual se queda bastante atrás con respecto a muchos PCs actuales, pero aún así el juego era sorprendentemente jugable si dejábamos un poco a un lado la exigencia del detalle gráfico. Teniendo en cuenta una vez más todo lo que es necesario para que el juego corra y también que estamos ante la primera iteración de chip ARM de Apple para sus PCs y portátiles, las cosas prometen.
Mac mini, la opinión de Xataka
Para alguien como yo hacer este análisis representa algo muy especial. Muchas son las palabras y muchas las expectativas que tenía al evaluar alguno de los equipos con los nuevos chips de Apple, y aun asistiendo a este lanzamiento con cautela las conclusiones le sobrepasan a uno.
Todo puede depender de las perspectivas: puede que a algunos usuarios los resultados de las pruebas "no sean para tanto", pero hay que darse cuenta de dónde venimos y de cómo unos chips como estos, con ese consumo energético, pueden llegar a rendir como lo hacen.
El logro técnico se beneficia de elementos como ese avanzado nodo fotolitográfico de 5 nanómetros y de las propias ventajas de la filosofía RISC de la que los diseños de chips ARM siempre se han aprovechado, pero es que además del trabajo que Apple ha hecho en el chip y en el hardware como tal, hay otro componente espectacular sin el cual este movimiento podría ser un caos.
Ese componente no es otro que el del software: la concepción de macOS y de la capa de emulación Rosetta 2 es casi milagrosa: que una máquina que está emulando a un procesador x86 vaya tan rápido (o más) que muchos procesadores de Intel y AMD funcionando en modo nativo es asombroso, y vuelve a sumarse el hecho de que el M1 es dos cosas.
La primera, un procesador con un TDP muy bajo. La segunda, que es más preocupante para sus rivales, el peor y más modesto de esa familia Apple Silicon que la firma de Cupertino acaba de inaugurar.
Quizás todo esto suene exagerado, pero para alguien que como yo lleva escribiendo más de 20 años de PCs y portátiles, esto lo cambia todo. No lo hace el Mac mini por sí mismo, claro. Este es solo una forma de demostrar que lo que Apple plantea con el M1 es un absoluto seísmo en el mundo de la informática personal y profesional.
El tiempo dirá si el seísmo afectó al resto de la industria, pero lo que está claro es que este Apple mini es la demostración de que las transiciones (y las revoluciones) también pueden ser silenciosas. Puede que la apariencia del Mac mini sea la de un equipo somero y hasta simplón, pero lo que hay dentro y lo que deja entrever fuera es espectacular.
No porque vayamos a detectar nada especial, curiosamente. O quizás sí: con el Mac mini (casi) todo es mejor. Echo de menos la posibilidad de instalar de forma nativa Linux o Windows en los Mac, pero incluso eso puede no ser un problema tan grave con ayuda de la virtualización. Eso, unido al aún soporte errático y casi anecdótico de las aplicaciones de iOS y iPadOS son las únicas pegas de una plataforma que ha dado un paso gigante.
Y el Mac mini, por muy mini que pueda ser, es una fantástica forma de dar ese paso. No quiero ni pensar en lo que Apple puede hacer si como se rumorea saca un SoC con una CPU de 32 núcleos y una GPU de 128. Quizás mejor no pensarlo.
Por ahora, disfrutemos de ese acontecimiento tan especial que es asistir a (lo que parece, al menos) una revolución tecnológica. Bien por el Mac mini, pero bien sobre todo por una transición que diría que no tiene precedentes en la historia de Apple.
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