Tras dos años de larga, cruda y empecinada pandemia, al COVID le queda ya poco margen para sorprendernos. O no. Investigadores de la Universidad de Ciencia y Tecnología de la Información de Nanjing, en China, acaban de llegar a una conclusión llamativa: a su modo, el coronavirus está detrás del aguacero que registró el este del país en el verano de 2020, cuando el Gigante Asiático padeció lluvias como no se recordaban en 60 años e inundaciones que dejaron graves estragos y víctimas. Lo más curioso es que, técnicamente, el causante no fue el COVID, sino cómo lo afrontamos.
En un artículo publicado en Nature Communications, el profesor Yang Yang y sus compañeros apuntan que aproximadamente un tercio de la lluvia que se registró entonces puede explicarse por una suma de factores que tiene, como origen, los confinamientos con los que las autoridades locales —al igual que ocurrió en España y otros muchos países— intentaron atajar la escalada de contagios. Su conclusión es que esas medidas favorecieron un descenso en las emisiones y contaminación atmosférica, lo que, a su vez, propició precipitaciones más copiosas de lo habitual.
Reducciones abruptas e inesperadas
"Las reducciones abruptas de emisiones durante la pandemia fortalecieron la convección atmosférica de verano sobre el este de China, lo que resultó en una anomalía de presión positiva en el nivel del mar sobre el noroeste del Océano Pacífico. Este último mejoró la convergencia de la humedad hacia el este de China e intensificó aún más las precipitaciones en esa región", detalla el estudio.
Para su investigación Yang y el resto de sus colegas, entre los que se encuentran investigadores de otros centros a nivel internacional, elaboraron un modelo que refleja el impacto que las emisiones de gases de efecto invernadero tuvieron en las precipitaciones registradas en el país a lo largo de las últimas cuatro décadas. Tras ese análisis llegaron a la conclusión de que el aumento de la contaminación y las partículas de aerosoles han reducido el volumen de las lluvias.
Al decretar la cuarentena para frenar la expansión del COVID-19 —en Wuhan se aplicó ya a principios de 2020—, el tráfico y la actividad industrial se frenaron y con ellos gran parte de las emisiones contaminantes. Resultado: se invirtió la tendencia, intensificó la convencción y favoreció que el aire húmedo del océano llegase al continente. Los autores del estudio concretan, de hecho, que el descenso de las emisiones de aerosoles pueden explicar aproximadamente un tercio del aumento de las precipitaciones extremas registradas al este de China durante el verano.
"Los experimentos de modelado muestran que la reducción de los aerosoles tuvo un impacto más fuerte en la precipitación que la disminución de los gases de efecto invernadero. Concluimos que a través de reducciones abruptas de emisiones, la pandemia contribuyó de manera importante a las lluvias extremas de verano de 2020 en el este de China", concluyen los expertos, que señalan como fuente principal el descenso de las emisiones locales, no de otros puntos de Asia.
¿Significa eso que si queremos evitar inundaciones como las que azotaron China hace dos años debemos seguir contaminando? No. Ni mucho menos. El problema no está en que se haya reducido la emisión de gases, sino en que ese recorte se hiciera de una forma "repentina" y "abrupta", palabra que los autores llevan incluso al título de su investigación. De hecho los científicos recalcan que una respuesta programada y más prolongada en el tiempo puede ser totalmente distinto.
"Las emisiones se han reducido los últimos años en China para mejorar la calidad del aire. ¿Por qué la respuesta de las precipitaciones a las reducciones de emisiones inducida por COVID en el este de China durante 2020 fue tan diferente de la respuesta de las precipitaciones a las emisiones reducidas en años anteriores? En particular, las emisiones descendieron drásticamente a comienzos de 2020 cuando surgió repentinamente la pandemia, lo que provocó un cambio inmediato y abrupto en varios componentes del sistema climático", recogen Yang y sus compañeros.
"El cambio repentino del sistema climático podría ser muy diferente de los cambios en respuesta a reducciones de emisiones continuas pero graduales impulsadas por políticas", prosigue el equipo de investigadores de China, que recalca que gran parte de lo ocurrido se explica por el comportamiento de los propios aerosoles y sus efectos. "Incluso pequeñas reducciones adicionales durante la pandemia podrían conducir a un cambio más dramático en el sistema terrestre".
"Debido a que las emisiones se redujeron drásticamente a principios de 2020 cuando surgió la pandemia, provocó un cambio inmediato y abrupto en varios componentes del clima.", incide Yang en decalraciones a la BBC; "Hubo calentamiento sobre la tierra debido a la reducción de aerosoles, pero también enfriamiento sobre el océano debido a una disminución de los gases de efecto invernadero, lo que intensificó la diferencia de temperatura entre la tierra y el mar en el verano. Esto, a su vez, aumentó la presión del nivel del mar sobre el mar del sur de China/Filipinas e intensificó los vientos que trajeron aire húmedo al este de China, que luego experimentó intensas precipitaciones".
A lo largo del estudio sus autores señalan además el efecto de la contaminación en el clima, que ha provocado una disminución significativa de lluvias estivales en el este y centro del Gigante Asiático debido, precisamente, al aumento de las partículas de aerosoles en la atmósfera.
Con el COVID, confinamientos mediante, ese escenario dejó copiosas lluvias e inundaciones hace cerca de año y medio. Como recuerda el estudio, a lo largo del verano se acumuló una cantidad de agua de récord, la mayor desde 1961. El río Yangtze, por ejemplo, registró las precipitaciones más intensas en seis décadas, con un aumento del 79 % en junio y julio si se compara con el promedio de las últimas cuatro décadas. La meteorología extrema dejó desperfectos, evacuaciones y víctimas. A mediados de julio se sumaban ya 140 desaparecidos y fallecidos en el centro y este del país.
Imagen de portada | Jéan Béller (Unsplash) y Nuno Alberto (Unsplash)
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