El confinamiento repentino tuvo muchas consecuencias, y una de ellas fue ver cómo las clases se vaciaban de un día para otro. Más de siete millones de estudiantes de colegios e institutos, más todo el personal de estos centros, también tuvieron que quedarse en sus casas. Y el curso pasó a ser, forzosamente, online. Días de ciclotimia y puzzles.
Ese salto a la enseñanza a distancia implica un nivel de competencias digitales que no todos los profesores dominan tras años, quizás décadas, habituados a un sistema presencial donde lo online es accesorio. En este reportaje, tres profesoras de secundaria con tres niveles distintos de dominio de las herramientas digitales cuentan su experiencia durante este primer mes sin clases presenciales.
"Prefiero dedicar mi tiempo a otras formas de hacer que mis alumnos sigan con sus clases"
Carmen P; profesora murciana de Bachillerato, cumplirá en unos meses cuatro décadas de docencia. Empezó en cuanto se licenció en Filosofía y Psicología, y el confinamiento le ha hecho tener que afrontar una nueva experiencia de enseñanza para la que prácticamente nadie estaba preparado. En su caso, el salto forzoso a la enseñanza online le ha pillado especialmente a pie cambiado: "La tecnología no me seduce mucho, siento envidia sana de la gente joven cuando les veo manejarse bien con ella, yo lo termino haciendo porque es lo que hay que hacer, pero no es algo con lo que me sienta cómoda", explica.
La pizarra y los pupitres han dado paso a herramientas como Microsoft Teams y plataformas moddle, de una forma abrupta para quien no las usaba en su día a día. "Hemos ido recibiendo formación sobre estas herramientas, pero los puntos de partida no son los mismos para todos. Una cosa son los títulos, y otra lo que hayas aprendido realmente. Al final esto acaba siendo autodidacta, y eso hace que el que ya tiene bases se adapta muy rápido, y el que no, se queda fuera".
Microsoft Teams, por ejemplo, lo había usado poco y de forma secundaria. Pero estas semanas ha sido la herramienta esencial para poder seguir con las clases. Carmen se ha adaptado con el paso de las semanas a su uso básico, pero sin profundizar. "Es como con la cocina: puedes seguir una receta, pero no te pones a ser creativo ni a experimentar. Algo así me pasa: he podido seguir las clases, pero no disfruto profundizando para ver lo que esto puede ofrecer, prefiero dedicar el tiempo a otras formas de hacer que mis alumnos sigan con sus clases. Lo fundamental, reunirme con mis compañeros y enviar las tareas, eso ya lo he asumido".
A Carmen también le preocupa la privacidad, que se vuelve más delicada con el salto al modelo online y con clases que pueden ser grabadas. Uno de sus alumnos empezó a grabar la clase de una compañera sin previo aviso, la profesora lo supo por el aviso que lanza Teams y de ahí no pasó la grabación, pero Carmen no quiere que se repita ni el amago. Aunque no es por desconfiar de todo su alumnado. "Siempre tengo alumnos majos que saben mucho de tecnología y en algunas clases me echan una mano para conectar el proyector, o si el ordenador se cuelga o algo así, de esos siempre hay alguno".
Temarios por Instagram desde antes del confinamiento
"A los míos se lo advertí muy seriamente, también conocí el caso de un compañero cuya imagen acabó en las redes siendo ridiculizado y lo acabó descubriendo su hija, no quiero que mi imagen acabe en Internet, que además eso es para toda la vida". Curiosamente, algunos centros incluso conminan a que sean los profesores los que se graben dando clase y envíen el vídeo a sus alumnos.
"En un claustro hace falta gente de todo tipo, con habilidades diferentes, cada uno domina aquello donde se siente muy seguro", concluye Carmen. "Esto va tan rápido que no has asumido algo y ya tienes que aprender lo siguiente".
En una situación muy distinta está la valenciana Esther Domingo, a quien el paso a la docencia online solo le ha supuesto una extensión de lo que ya hacía antes. Esta profesora tiene una cuenta de Instagram dedicada específicamente a dar recursos formativos a otros profesores y a divulgar contenidos sobre Historia y Geografía para adolescentes; está acostumbrada al uso de plataformas digitales para la docencia. La privacidad también le preocupa, pero desde un plano distinto, hasta el punto de que unos alumnos de secundaria le hicieron un meme y su reacción fue... publicarlo.
Entre sus herramientas habituales en el aula pro-confinamiento están Kahoot, para hacer concursos en los que los alumnos han de usar su móvil durante la clase -hay lugares en los que el móvil está directamente prohibido en el centro-; Microsoft Teams para comunicarse tanto con ellos como con otros profesores, Book Creator para crear cómics relacionados con la materia que estén impartiendo en ese momento o Forms para crear cuestionarios con los que mejorar la nota, entre otras plataformas.
El paso abrupto a la docencia online le pilló en una situación algo más propicia para seguir el curso, ya que todos los contenidos que imparte están digitalizados. "Hay compañeros de otros colegios con los que hablo y me dicen que solo los tienen en cuadernos en papel, imagino que les ha llevado tiempo tener que ir pasándolos al ordenador para poder enviarlos a los alumnos", cuenta desde, obviamente, su casa.
Esther forma parte del programa MIE de Microsoft para la innovación en el aula, y el confinamiento no le ha supuesto tener que adaptarse apenas a nuevas herramientas, ya que ella las había integrado en su día a día desde hacía tiempo. No obstante, no cree que eso le dé una ventaja comparativa constante frente a otros profesores.
"De la misma forma que yo puedo ayudar a compañeros que usan menos la tecnología y esto les pilla de nuevas, luego son los mismos en los que yo necesito apoyarme para otras cosas, como lidiar con algunos padres; ellos son veteranos y tienen muchas más tablas que yo, cada uno destaca en algo, nos necesitamos todos", cuenta la docente.
"Hasta ahora solo usaba el correo electrónico alguna que otra vez"
Entre este ying y yang de la variante online de la docencia está la gallega Irene Otero, que imparte Biología en secundaria. Tiene 25 años, pero pese a ser de la generación de los millennials tardíos, la tecnología no le atrae especialmente. Tiene una cuenta de Instagram a la que tampoco presta mucha atención... y ya. En el aula, su único contacto con la tecnología ha sido el correo electrónico que proporciona la Xunta de Galicia a sus profesores de la enseñanza pública. Y tampoco lo había usado mucho.
"Cuando empezó el confinamiento, todo fue muy caótico. No teníamos ni un listado de correos de los alumnos, ni forma de comunicarnos con ellos. Yo en los días previos recopilé la mayoría de mails de mis 120 alumnos para poder escribirles si nos quedábamos sin clases presenciales, pero a muchos hubo que llamarles a sus casas para pedírselo, el aula virtual no es algo que usemos mucho en mi colegio", explica.
Precisamente el aula virtual es lo que ha tenido que aprender a usar a marchas forzadas. Y no solo eso. "No solamente es haber aprendido a usarla, es que luego he tenido que aprender a grabar mi pantalla con mi voz encima para poder hacer un vídeo en el que explique a mis alumnos cómo ellos han de usar el aula virtual. Y para grabar powerpoints con los que explicar las clases como si estuviese presencialmente".
Este estado también ha acentuado la brecha digital entre niños con recursos tecnológicos y niños sin ellos, algo que puede traducirse en niños que avanzan en el curso y niños que se van quedando atrás. "Al final me he creado hasta un Instagram específico para estar en contacto con mis alumnos, ya que muchos no tienen ordenador o WiFi, solo un móvil con datos limitados. Estoy intentando que me pasen sus tareas de la forma que puedan, muchos me envían simplemente una foto de sus deberes en el cuaderno, con eso me vale, lo que quiero es que el curso no pare para ellos".
La historia de Irene tiene un final, tecnológicamente hablando, feliz: cuando se retome la normalidad piensa aplicar algunas de las herramientas que ha aprendido usar en la rutina del curso. "También dependerá de en qué centro me toque trabajar, y con qué alumnos, de eso depende lo que puedes hacer, pero me ha gustado descubrir algunas herramientas. Aunque me ha supuesto mucho trabajo, cada día paso nueve horas sentada frente al ordenador y en Semana Santa no paré". Autodidacta a la fuerza.
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Imagen destacada | Vicente Vivens (fotografía de Esther Domingo).
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