El historiador neerlandés Rutger Bregman (Westerschouwen, 1988) lleva desde 2014 convertido en uno de los iconos de la lucha por una Renta Básica Universal (en adelante RBU), una idea que sin ser nueva ha ido envolviendo los debates en torno al futuro de las sociedades y de la cuarta revolución industrial. Lo es desde que publicó su ensayo Utopía para realistas, un texto que dio el salto del online a las editoriales.
Para Rutger, la RBU no sería el paraíso terrenal de la izquierda como a veces se señala, sino "el logro más importante del capitalismo", ya que a su forma de verlo, "es una plataforma que dará a cualquiera una herramienta mediante la que arriesgarse y emprender, base del capitalismo".
Capitalista o no, cada vez hay más voces que predicen la llegada de una RBU ya no por cuestiones ideológicas, ni siquiera por manifestarse en su favor o en su contra. Lo ven como algo inevitable y necesario por dos motivos principales:
La automatización del trabajo. Cada vez más robots pueden reemplazar el trabajo de humanos. La llegada de los vehículos autónomos solo acelerará esta tendencia. Esta automatización no pulverizará sin más los puestos de trabajo actuales, más bien creará algunos nuevos en relación con el desarrollo, mantenimiento y puesta en marcha o supervisión de esas máquinas, algunos de los cuales podrán ser ocupados por esos empleados actuales. Un ejemplo que puso Elon Musk: los camiones autónomos no requerirán de conductores, pero sí de humanos que los supervisen y que puedan solucionar sus averías. Llevamos viendo esta automatización desde hace más de 200 años (máquinas de coser, maquinaria agrícola, automóviles...) y en las próximas décadas, con el avance de la tecnología y la inteligencia artificial, será mucho más profunda.
La necesidad de permitir sobrevivir a las personas que se quedan fuera del mercado laboral, en su mayoría trabajadores cuyas únicas habilidades son las que han sido reemplazadas por máquinas. Sin una renta básica se quedarían sin recursos, sin opciones laborales y por lo tanto abocados al desamparo y la pobreza extrema. En el mejor de los casos, quien pudiese permitírselo, a sobrevivir gracias a las ayudas familiares, cuando no a la beneficencia.
A doce años de las quince horas semanales de Keynes
La llegada hasta aquí ha sido paulatina. En la época de la revolución industrial se alcanzaron jornadas laborales tipo de catorce horas diarias, siete días a la semana. En algunos países empobrecidos el panorama no ha cambiado demasiado. El paso de las décadas fue transformando esa jornada: se pasó a descansos de un día (normalmente, el domingo) o de un día y medio (sábado por la tarde y domingo, modelo nacido en Reino Unido que dio origen al término "sábado inglés").
Con el avance industrial y tecnológico, las jornadas laborales se han ido acortando. ¿Quién nos dice que las cuarenta horas no pueden rebajarse?
Las horas de trabajo diario también fueron decreciendo: doce, diez, ocho... Y ya llegamos al estándar actual, ocho horas cinco días a la semana, un cambio que llegó en los setenta motivado en parte por la extensión de una sociedad de consumo que necesitaba tiempo para gastar su dinero en compras y ocio. Ahora se comienza a hablar de jornadas menores, de entre 30 y 35 horas semanales que repartan mejor el trabajo para reducir el desempleo y a su vez permitan mayores descansos a los trabajadores. Cada vez hemos tenido más tiempo libre.
En la hemeroteca encontramos muchas referencias a esta etapa en la que poco a poco vamos desembarcando. Jack Ma, CEO de AliBaba, para CNBC:
"Creo que dentro de treinta años la gente sólo trabajará cuatro horas al día y quizás cuatro días a la semana. Mi abuelo trabajaba dieciséis horas al día cultivando tierras y pensaba que estaba muy ocupado. Nosotros trabajamos ocho horas, cinco días a la semana, y pensamos que estamos muy ocupados".
Hay más. Estamos en 2018 y dentro de doce años llegaremos al 2030, fecha para la cual el economista Keynes calculó una jornada laboral de quince horas semanales en 1929, el año de la Gran Depresión. En 1964, John F. Kennedy dijo que "la revolución cibernética crearía una nación separada de personas pobres, sin habilidades y sin trabajo, incapaz de encontrar otro trabajo o de pagar sus propias necesidades vitales". ¿Les suena? De alguna forma tendrán que salir adelante.
Según Bregman, la renta básica elimina pobreza, cuya ausencia a su vez elimina altas cotas de delincuencia o desempleo mientras la salud pública mejora.
Elon Musk: "la gente tendrá más tiempo para hacer otras actividades, más complejas y más interesantes"
Con la perspectiva de una RBU en el horizonte a la que acceda un mayor o menor porcentaje de personas, la ciudadanía tendrá muchas más horas de recreo y ocio a la semana, en algunos casos de hecho todo su tiempo será libre. Esas personas comenzarán a tener un debate interno, una búsqueda de respuestas, que acabará haciéndose extensiva al grueso de la sociedad: ¿a qué será dedicado ese tiempo? ¿Cómo nos afectará no tener una actividad vital predeterminada como lo es el trabajo?
No es una cuestión baladí. El propio Elon Musk habló de ello en el marco del advenimiento de la RBU:
"Hay bastantes probabilidades de que terminemos con una Renta Básica Universal, o algo similar, debido a la automatización. No sé qué otra cosa podría haber. Creo que es lo que va a ocurrir. La gente tendrá más tiempo para hacer otras actividades, más complejas y más interesantes. Ciertamente, más tiempo libre".
Tiempo libre... ¿para hacer qué? Peter S. Goodman, escritor y periodista económico experto en Renta Básica Universal que estudió el caso finlandés, parte del objetivo es lograr que sus beneficiarios mejoren su bienestar y desarrollen sus inquietudes. "En muchos países, los sistemas de bienestar social están tan cargados de reglas que las personas desempleadas tienden a adquirir una sola habilidad: experiencia en el manejo de la burocracia".
"El ocio y la cultura experimentarían más demanda que nunca"
Marta García Aller, periodista y autora del libro El fin del mundo tal y como lo conocemos, repasa en él algunas líneas maestras del futuro que nos espera tras la revolución tecnológica, y también nos da algunas claves sobre el tiempo libre que nos deje la RBU:
"En el mejor de los casos, una renta universal que permita a las personas vivir dignamente sin tener que trabajar nos permitiría dedicarle más tiempo a la familia, tener más hijos, y fomentaría la innovación, porque nos permitiría arriesgarnos a inventar nuevas ocupaciones que ni siquiera existen todavía. Está demostrado que la innovación y el emprendimiento crece sobre todo en entornos acomodados donde la subsistencia está garantizada, así que tener resuelta económicamente la vida empujaría a innovar mucha gente con talento que de otro modo no habría podido correr ese riesgo.
También el ocio y la cultura experimentarían más demanda que nunca. Habría muchos más virtuosos del violín, filósofos dando paseos y más poetas que nunca. Pero este solo es el mejor de los casos".
Es una teoría relativamente extendida entre quienes dibujan un futuro con una RBU: más espacio que nunca para el desarrollo de artes y humanidades. Más allá del aspecto económico y de dedicación que supone un trabajo, ¿qué ocurre con el factor identitario?
"La principal resistencia a vivir sin trabajar, más que económica o tecnológica, es puramente social. El rechazo a la idea de dar dinero a cambio de nada plantea un reto mayúsculo en una sociedad en la que el empleo no es solo una actividad económica, es también una parte esencial de la identidad. No sólo falta por resolver cómo pagar esa renta universal. Es necesario tomarse en serio la necesidad de darle un sentido a la vida de quienes dejarían de sentirse útiles si no tuvieran una profesión con la que ganar dinero para sus familias.
Con la renta universal no sería la primera vez que los humanos viven sin trabajar (nobles, aristócratas y ricos llevan siglos escapando con éxito del aburrimiento que les proporciona el tiempo libre que da vivir de las rentas). Pero eso nunca ha estado al alcance de todo el mundo. Cambiar la manera en la que se organiza una sociedad es también cambiar su esquema de valores, lo que está bien visto y lo que no. Y eso no se soluciona con una simple tasa para robots".
"No preocuparse por el dinero libera a las personas para ser ellas mismas"
¿Qué dice el tiempo libre obtenido con una RBU de las consecuencias psicológicas de la misma? Ediana Balleroni es una abogada brasileña especializada en Renta Básica. Según ella, el tiempo libre obtenido sirve, ante todo, para "ser tú mismo":
"Los experimentos realizados muestran que una renta básica universal, incluso en pequeñas cantidades de dinero, tiene un enorme impacto en la vida cotidiana de las personas. Lo primero que se reporta es un aumento en la salud mental: saber que se tiene un ingreso estable disminuye la ansiedad y los síntomas de depresión, tiene un impacto positivo en la confianza.
Esto es lo único que motiva a los receptores de la renta básica a realizar actividades relevantes para sus vidas. Puede ser iniciar un proyecto artístico, cuidar de un familiar enfermo, o incluso buscar un trabajo a tiempo parcial sea remunerado o no. No preocuparse por el dinero libera a las personas para ser ellas mismas. En general, esto es lo más relevante que puedes hacer con tu tiempo: ser tú mismo".
En Finlandia también ocurrió algo quizás inesperado tras los primeros meses con una RBU: los que la percibían comenzaron a buscar trabajo más activamente que antes, cuando no la había. Algo que se explica por el hecho de que el gobierno finlandés no elimina esta renta cuando se logra un empleo, a diferencia de la teoría habitual.
Juha Jarvinen, un desempleado que fue escogido aleatoriamente para formar parte de la prueba, explicó para Independent que antes rechazaba empleos o los buscaba de forma pasiva porque su subsidio peligraba y podía no salirle a cuenta. Desde que tiene una renta asegurada aunque logre un empleo, la búsqueda es mucho más activa. El hecho de que su renta básica sea cinco veces menor al salario medio bruto ayuda a ello.
En cualquier caso, este experimento ya llegó a su fin. Aunque el ministerio no hizo públicos sus resultados y conclusiones, los veinticuatro meses que duró dejaron más críticas que alabanzas, por ambos frentes: los defensores de la RBU consideraban que la cantidad económica y de beneficiarios era baja; los negacionistas de esta se opusieron desde el principio. Mientras tanto, ya se pueden hacer algunos cálculos sobre el coste de una Renta Básica en España.
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