El patinete eléctrico es sin duda el medio de transporte del momento. Los servicios de alquiler de este pequeño vehículo ofrecidos por empresas como Bird o Lime conquistan día tras día nuevos usuarios en decenas de ciudades, de Los Ángeles a Madrid, de Tel Aviv a Ciudad de México. Pocos saben que el precursor del monopatín de dos ruedas moderno es Wim Ouboter, un empresario y exbanquero suizo que guarda desde hace más de 20 años en un cajón el sueño de revolucionar la movilidad urbana.
Parte de esta historia está recogida en un paper de 2003 realizado por la Universidad de San Galo (Suiza). El estudio describe el auge global del mercado del patinete (no eléctrico) a principios de este siglo, y cómo este objeto se convirtió, en aquel entonces, en uno de los regalos más anhelados por millones de niños y adolescentes. La primera en comercializar un modelo de dos ruedas, según el paper, fue la empresa Micro Mobility Systems, creada cerca de Zurich en 1997. Su fundador y CEO era, y es todavía, Ouboter.
Este empresario, de 58 años y origen holandés —su abuelo había emigrado a Suiza décadas antes de que él naciera, según cuenta a Xataka—, amaba las salchichas de San Galo. Pero todas las veces que salía de su casa a comprar una, sentía que le faltaba un medio de transporte adecuado para cubrir una distancia tan corta como para que no mereciera la pena coger la bici o el coche, pero un poco larga para ir andando.
En el siglo XX ya se habían difundido objetos parecidos al patinete. El paper de la Universidad de San Galo reporta que algunos de ellos se utilizaron en la familia del mismo Ouboter. Pero no existía uno al mismo tiempo suficientemente robusto y comodo para que lo pudiera usar un adulto en la calle, según explicó el exbanquero al medio Citylab.com. Ouboter estuvo dándoles vueltas al asunto durante mucho tiempo.
Así empezó todo
A principios de los noventa, lo tuvo todo más claro. Empezó a pensar en distintos prototipos. Y así llegó a diseñar el primer patinete tal y como lo conocemos hoy, plegable, con dos ruedas alineadas y un manillar para sujetarse. “Un modelo ligero, digamos de tan solo entre dos y cinco kilográmos de peso, y compacto”, lo describe.
En un primer momento, a nadie de su entorno le pareció una buena idea. “Dejé de trabajar en mi prototipo y lo abandoné a tomar polvo en el garaje”, asegura Ouboter.
Un día los hijos de unos vecinos encontraron el patinete olvidado y empezaron a jugar con él. Janin Welti, la mujer de Ouboter, se dio cuenta y logró convencer al marido a retomar su proyecto. En 1997 la pareja, junto al padre de ella, fundó Micro Mobility Systems. Wim tenía estudios de negocios —aunque asegura que fue “un mal estudiante” debido a una dislexia— y una experiencia previa como empresario textil en Estados Unidos. Pero lanzar al mercado su creación no fue una tarea sencilla.
Ouboter buscó socios. Según cuenta, trató de convencer a los creadores de la línea de minicoches Smart, que se estaban empezando a vender en esa época, a incorporar uno de sus patinetes en cada ejemplar. Estaba convencido de que esta combinación fuera perfecta para innovar la movilidad urbana.
La idea les “gustó”, asegura. Sin embargo, el lanzamiento del coche Smart tardó más de lo esperado por unos problemas en las pruebas de seguridad, y el proyecto conjunto con Ouboter fue abandonado. “Para mí fue una gran decepción”, recuerda él.
El mundo se llena de patinetes
El empresario no se echó para atrás. Encontró una empresa de Taiwán, llamada J.D Components Co., dispuesta a producir su modelo. En 1999 lo comercializaron en Japón. Y fue un gran éxito. A partir de allí, la moda de los patinetes se convirtió en un fenómeno mundial, aunque como producto destinado a los niños. “En China empezamos la producción con 500 trabajadores. 16 meses después teníamos a 15.000. Sacábamos 80.000 ejemplares al día”, afirma el exbanquero suizo.
Al poco tiempo, empezaron a aparecer muchos modelos de patinete parecidos al de Micro Mobility (como el Razor, el más exitoso en EE UU, comercializado por el dueño de J.D Components). Distintas empresas comenzaron a darse codazos para lograr superar a las demás en esta competición comercial.
Según un artículo de 2000 de The Wall Street Journal, Ouboter mismo se impuso comercialmente en la venta de uno de los modelos de esos años, de tres ruedas, con respecto al hombre que supuestamente lo había desarrollado, y con el que había tratado de colaborar en un principio.
El CEO de Micro Mobility explica que, entre la competencia que se multiplicaba día tras día y las dificultades para obtener patentes en tiempos rápidos, el mercado no se sustentó. La carrera de los patinetes se interrumpió hasta muchos años después.
La historia prosigue
Mientras que el mundo parecía casi haberse olvidado de ellos, Ouboter se puso a trabajar duro para innovar su oferta, y empezó a pensar en modelos eléctricos. “Creímos que así más gente volvería a usarlo, y que sería mejor para los adultos”. Razor presentó un modelo con incorporada una batería ya en 2003, según se desprende de la página web de la compañía. La legislación suiza, en cambio, no permitió a Micro Mobility sacar al mercado uno así hasta 2013, asegura Ouboter.
“En Suiza no se podía conducir un vehículo electrificado en las aceras. Así que diseñamos un patinete híbrido, con la posibilidad de elegir el modo con electricidad o sin”, detalla. “De esta manera se podía engañar a la policía si te paraba”, bromea. Sin embargo, las ventas de su primer modelo eléctrico no fueron las esperadas, añade.
En todos estos años, Ouboter siguió utilizando patinetes a diario para ir al trabajo en Zurich desde el pueblo donde vive, llamado Wetzikon y ubicado a 45 minutos de coche de la ciudad. Le sirve para cubrir el trayecto entre su casa y la estación de trenes y, cuando llega a Zurich, de la estación de trenes a la oficina.
En su opinión, eso ha permitido tanto a él como al resto de su empresa (que gestiona con su mujer, encargada de las finanzas y sus hijos veinteañeros Oliver y Martin, que se dedican a la parte de márketing y comunicación) no perder de vista nunca su utilidad. “Los usamos de verdad, y todos somos conscientes de que son perfectos para moverse en la ciudad”.
A la caza del futuro de la movilidad urbana
Por eso el boom de este año de los patinetes eléctricos de alquiler ofrecidos por compañías como Bird le sorprendió solo en un principio, asegura. Su empresa, que distribuye productos en 80 países, no tiene la fuerza suficiente como para proponer un servicio de ese tipo, admite. Pero cree que tanto movimiento en este mercado le viene bien. "Para nosotros es el mejor tipo de márketing posible", mantiene.
Ahora, junto con sus hijos está impulsando el desarrollo de Microlino, un minicoche eléctrico de dos plazas. "Es lo que falta. No necesitamos coches grandes, no tenemos espacio suficiente", considera. Ouboter asegura que su visión de la movilidad urbana futura prevé que este tipo de medio de transporte, sumado a bicicletas y patinetes, normales y eléctricos, sustituya los vehículos tradicionales.
El exbanquero asegura que nunca creó su modelo de negocio por dinero, sino para lograr que esa visión se transformara en la realidad. Se siente feliz porque nota que mucha gente está empezando a entender lo que él tenía en su mente ya hace 20 años. Y muestra entusiasmo por lo que todavía no ha llegado. "El futuro de la movilidad urbana ha empezado solo ahora".
Imágenes | Micro Mobility
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