Hablar de la historia del libro electrónico podría llevarnos todo el tiempo que quisiéramos. No sería por avances o tecnologías que lo hacen posible, sino más bien por referencias y teorías de lo más diversas que más tienen que ver con la filosofía que con el libro digital en sí.
Formalmente el libro digital es cualquier texto almacenado en formato digital. Como tal, para leer esos libros son necesarios los programas denominados lectores, que pueden estar integrados en los ordenadores, teléfonos móviles o lo más reciente, lectores específicos basados en la tinta electrónica. Para nosotros ahí empieza lo interesante y lo que nos ocupará buena parte de este especial.
Digitalización de los libros
A finales de 1971 comenzó la historia de los libros electrónicos de forma global. Fue ese año cuando Michael Hart comenzó su Proyecto Gutemberg.
Esa idea perseguía la creación de una biblioteca digital que fuera completamente gratis, con obras de autores como Dante o Shakespeare.
No sería hasta diez años después, en 1981, cuando encontramos el siguiente paso importante en la industria del libro digital: sale a la venta el primer libro electrónico, el Random House's Electronic Dictionary.
Primeros lectores portátiles con pantalla retroiluminada
En el mercado se siguen produciendo salidas de libros digitales, pero apenas hay lectores dedicados para ello. Además, son dispositivos más parecidos a agendas electrónicas que a los lectores que ahora estamos acostumbrados a ver. De hecho, no hay rastro todavía de la tinta electrónica y todavía tenemos que hablar de equipos portátiles con pantallas retroiluminadas.
De esos años nos quedan auténticos tesoros como el lector Rocket de 1996, con pantalla en blanco y negro y memoria interna de 16 MB en su versión más avanzada. El precio se situaba en menos de 250 dólares de la época.
Pero no fue el único. Tres años después salía al mercado el Softbook. Este modelo tenía precios que iban de los 300 a los 600 dólares, con una suscripción de 20 dólares al mes para tener contenidos, los cuales se descargaban por la línea telefónica.
Ese mismo año probaban suerte el Librius Millenium y el EveryBook, el más espectacular de todos aunque también alejado del camino que tomarían este tipo de dispositivos.
Este equipo tenía una doble pantalla a color con resolución de 1280x1024 píxeles y precio cercano a los 2.000 dólares.
Todavía en el año 2000 era más sencillo encontrar agendas con lectores de libros electrónicos integrados que dispositivos especializados. El Franklin Ebookman llegó ese año, junto con el Hanlin, que ya apuntaba maneras al menos en el diseño.
Stephen King se encarga de su popularización
Sin embargo, hasta que salió a la venta en la red una novela de Stephen King, no podemos hablar de hito dentro de la historia del libro electrónico. El título en cuestión, Riding the Bullet vendió medio millón de ejemplares en dos días. Estamos ya en 2001, y ese título costaba 2.5 dólares.
Fue el momento en el que las editoriales y creadores de contenidos vieron un nuevo mundo y empezaron a incorporar versiones electrónicas de algunos títulos.
Y las marcas de teléfonos móviles y agendas electrónicas comenzaron a incorporar en sus equipos programas para leer en sus diminutas pantallas los textos digitalizados que venían en formatos que solo se podían leer en determinados equipos. Así no nos extraña que la industria avanzara con pasos de enano, y fueran sucumbiendo en el olvido cada lector que salía al mercado.
Menos mal que pronto llegaría la auténtica revolución para el futuro de los libros: la tinta electrónica.
Más información | Wikipedia, Libroselectrónicos, 12didocentedigital.
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