Es posible que usted, querido lector, haya experimentado últimamente cierto desasosiego al intentar ver una película. Por qué es tan lenta, por qué no ocurren cosas, por qué llevo cinco minutazos viendo cinemáticas sin emocionarme. Si a usted también le ocurre, no está solo: es parte de una legión.
Concretamente, la de quienes están tan habituados a vídeos cortos, de estímulo inmediato, que han perdido la capacidad de procesar vídeos mucho más largos, como las películas. No es que no puedan ver vídeo durante tanto tiempo (el usuario promedio de TikTok pasa 95 minutos diarios en la aplicación), sino que son casquivanos digitales: cada vez les cuesta más pasar tanto tiempo viendo un solo vídeo.
El equivalente a una película al día
Las máquinas tragaperras siguen un principio psicológico llamado “refuerzo aleatorio”: a veces ganas, a veces pierdes, y la esperanza de volver a encontrar la victoria es lo que las hace adictivas. “Estas plataformas se diseñan así”, dijo la socióloga Julie Albright en una entrevista con Forbes, en referencia a TikTok, Instagram y Snapchat. “Comparten los mismos fundamentos que los juegos de azar”.
Sabíamos que el smartphone en general ya estaba suponiendo una amenaza para nuestra capacidad de concentración, limitando mucho nuestra facultad para hacer una tarea, como leer, trabajar o estudiar sin que apareciese la tentación de echar un vistazo a nuestras notificaciones o nuestras redes sociales. Pero la comparativa directa, vídeo breve versus película, es aún más evidente: ver una película ya no es solo pasar el rato, ahora es una forma de entretenerse que requiere concentración. La necesaria para engancharse al relato y no dejarnos vencer por el agravio comparativo, pensando que en TikTok o en Instagram ya nos hubiésemos echado doce risas.
“Yo era muy fan de Juego de Tronos, y si la tuviese que empezar a ver ahora no sé si me engancharía a ella. Tiene partes lentas, mucho personaje al principio… es un poco espesa hasta que te familiarizas con todo el universo. No es una serie trepidante que capte tu atención desde el primer momento”, explica Sergio Fernández, ingeniero eólico y autor de Windletter.
Le ocurrió algo similar con una serie reciente: “Vi la primera temporada de ‘La Caza’, que trataba un caso policíaco, y me gustó. Cuando fui a ver la segunda vi que trataba un nuevo caso y enseguida la dejé de ver. No ha podido captar mi atención. No sé si es por la serie, por mi capacidad de atención… Es difícil medirlo, pero sí es cierto que no aguanto tanto tiempo dándole una oportunidad como antes”.
Sara, una diseñadora madrileña que prefiere evitar dar más datos sobre su identidad, ha tenido una experiencia similar. “Breaking Bad es mi serie favorita, pero sé que es imposible que hoy la hubiese podido ver, porque tardó algunos episodios en engancharme".
Siete años después de verla, algo ha cambiado: "Hoy sé que no tengo esa paciencia, y estoy bastante segura de que tiene que ver con lo que me gusta ver tiktoks o Reels durante un buen rato. Con ninguna serie o película disfruto tanto, aunque sé que a la larga me aporta más esa serie o esa peli que los vídeos cortos. Pero cada vez me cuesta más verlas porque como no me enganchen desde el inicio, apago y me voy a TikTok”, explica.
"Eso me pasa con 'Better Call Saul': sé que si me gustó la otra, esta me encantará; sé que está muy bien hecha, pero necesito más acción, me desespera lo lenta que es. Y repito: sé que está bien hecha, pero se me hace muy cuesta arriba verla".
Las plataformas también tienen prisa
Quizás van por ahí los tiros: la paciencia, la capacidad de esperar a que una trama se vaya desarrollando antes de descartarla. Algo que está afectando también a la industria del entretenimiento.
"Casi todas las series comerciales han renunciado a ritmos más propios del cine, de cocer a fuego lento los argumentos, y se han entregado a un bombardeo de estímulos. No todas, pero incluso algunas de prestigio o más orientadas al drama, como 'Succession', miden así a veces sus tiempos", dice John Tones, nuestro redactor especializado en entretenimiento.
"Series como 'The Mandalorian' están planificadas casi algorítmicamente, con clímax repartidos en sus episodios y a lo largo de cada temporada de forma matemática", añade.
Sobre duraciones, tiene más consideraciones: "No hay necesariamente series más breves, seguimos estando en torno a la hora, pero donde se nota de verdad es en la impaciencia de las plataformas a la hora de dar segundas oportunidades a las series, que tienen que funcionar muy bien desde el primer momento, a riesgo de ser canceladas".
La pescadilla que se muerde la cola: el público quiere estímulos desde el principio, y las plataformas consideran un fracaso las series que no funcionan en audiencia desde el primer momento. Y no por número de espectadores, sino por su tasa de completación: la proporción de gente que finaliza una serie.
Con esta mentalidad, difícilmente hubiesen salido adelante títulos que hoy consideramos legendarios. 'Cadena Perpetua' se rodó con un presupuesto de 25 millones de dólares, pero en taquilla apenas recaudó 16 millones. Su éxito llegó con el lanzamiento en VHS y hoy es una fija en cualquier lista de mejores películas de la historia.
'The Office' estuvo a punto de ser cancelada tras la discreta audiencia de su primera temporada, luego se convirtió en una de las mejores sitcom de la historia. Incluso la mencionada 'Breaking Bad' tuvo un debut tan flojo en cuanto a número de espectadores que parecía poco probable que continuase emitiéndose. Resistió y hoy es historia dorada televisiva. 'Fight Club', 'Arrested Development', 'Star Trek: The Next Generation'... Hay muchos más ejemplos de obras tímidas a las que solo la paciencia permitió convertirse en grandes éxitos.
"Hay series que no sabemos si se renovarían por una segunda temporada hoy en día. Es el problema que vemos con Netflix, siempre tan pendiente de ciertos números en lugar de otras métricas, como los beneficios a largo plazo que le da tener ese título", comenta Paco Casado, crítico de cine en Cine en Serio y podcaster en Guión Ausente.
"Más que narrativamente, está habiendo una homogeneización en cuanto al tipo de películas que se hacen: por géneros, por nichos... Y las series están diseñadas para propiciar una especie de consumo pasivo. Tienden a explicar sus tramas a verbalizarlas. Ayer vi 'Ghosted', una película que cada veinte minutos te resume qué está pasando. Tiene muy marcados los puntos de giro, los tiempos... Y por el tipo de realización, es una película que si dejas de verla un rato porque te distraes con el móvil, por ejemplo, no te pierdes nada, te vale con ir escuchándola".
Esto solía ser más habitual en series procedimentales tradicionales, tipo 'CSI', con fórmulas y estructuras idénticas episodio tras episodio. "Las puedes poner de fondo y sabes que aunque te distraigas, alguien sobreexplicará lo que ocurre", añade Paco.
En el otro extremo, las obras que siguen un camino más artístico y menos algorítmico o adaptado a las necesidades del estímulo permanente. "HBO sí va por su lado. Con 'The Last of Us' mucha gente se quejaba de que había capítulos de relleno o de que avanzaba muy lenta. Es una evidencia que esta serie tiene episodios que se alejan de la trama principal, pero no es un fallo, es una decisión artística consciente", explica el crítico.
Los estímulos cocidos a fuego lento, limitados a un momento cumbre a lo largo de cuarenta o sesenta minutos, entran en conflicto con el formato de redes sociales donde el promedio es de veinte segundos por vídeo. Y además, optimizados por un algoritmo que monitoriza qué vídeos vemos y cuáles descartamos, cuántas veces volvemos a ver un vídeo, si lo comentamos, lo guardamos o lo compartimos; si leemos sus comentarios o si accedemos al perfil de su creador. Todo para ir refinando el carrusel y hacerlo lo más adictivo posible para nosotros.
Algo que acaba teniendo consecuencias en la forma en que consumimos obras audiovisuales, obligadas a menudo a adaptarse para poder mantener el interés, como hemos visto con ciertas películas y series, especialmente en algunas plataformas. Y de lo que difícilmente se puede salir, si no es con mucha conciencia para concentrarnos en esas actividades lentas que antes eran normales.
Lo dice el psicólogo Francisco Tabernero: "La atención sostenida es como un músculo, se entrena, como el resto de funciones cognitivas: el lenguaje, la memoria... Cuanto más tiempo le dediques, mejor lo podrás hacer. Si alguien nota que su atención sostenida cada vez es más débil, puede entrenarla con tareas que la requieran, como leer cinco capítulos de un libro o ver una película sin interrupciones".
El auge de estos vídeos nos han adaptado a este tipo de estímulos. "El medio de entretenimiento más recurrente que tenemos son las redes sociales, y el cerebro se está adaptando a ello. Es como la memoria: hace años recordábamos los números de teléfono, pero desde que el móvil lo hace por nosotros, la memoria se relaja", dice Tabernero.
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