En un 2014 marcado por secuelas, retrasos y esa inamovible sensación de que la nueva generación de consolas ha llegado demasiado pronto, el juego con el que media industria frunció el ceño, ese "sí, pero no" escudado en una tímida campaña de promoción que parecía mantenerlo a la defensiva, se ha convertido en nuestra gran esperanza. Destiny apunta a ser ese juego que pedíamos los jugadores y las compañías se negaban a ofrecer.
Los creadores de la franquicia Halo, expertos en esto de lanzar las expectativas más allá de la estratosfera, se valen del recurso más simple de la industria del videojuego, la mezcla de géneros, para dar forma a un multijugador masivo que acaba dejando regustillo a otra cosa. A algo que no choque con todo lo negativo que se ha versado sobre ese género.
Tras pasar horas pegados a su alfa ahora nos ha tocado hacer lo propio con la beta que hoy da paso a los jugadores de Xbox One. La exclusiva de Sony con Bungie, no hace demasiado el hijo predilecto de Microsoft, ha servido para calentar aún más el ambiente sin la necesidad de usar la carta de la fiel comunidad de PC, ahora apartada a un segundo plano pero con esperanzas de acabar recibiendo también su propia versión del nuevo FPS.
Ya se vislumbraba en aquellas primeras impresiones, pero el nuevo fragmento de viaje interestelar que nos prepara para lo que vendrá en septiembre cuando el juego llegue a las tiendas, deja aún más claro el potencial de un título que nadie comprendió al principio porque, francamente, nadie se aventuró a explicarlo.
Los propios directivos de Bungie lo reconocían no hace mucho, se habían jugado el fracaso por no explicar con claridad qué tenían entre manos, pero el inesperado impacto que ha dejado entre los jugadores difumina ya ese tropiezo inicial. Les ha bastado con un "esto es lo que hay" para que nos tiremos todos a su cuello, y aunque algo así siempre parece más propio de un grupo de adolescentes en celo frente a su idol favorito, hay razones más que suficientes para justificar ese comportamiento prepúber.
Un poco de esto y una pizca de aquello
Su aire de FPS engaña y a simple vista sólo el recurrido abuso del lens flare nos indica que estamos ante algo nuevo. Bajo la apariencia espacial de Halo no sólo se esconde un sistema similar al de Borderlands, también una profundidad propia de un RPG en el que vestiditos y pistolones con estadísticas nos aguardan en los habituales paseos al pueblo de turno.
Ahora viene cuando aquellos no muy especializados en el tema se preguntan si no hay ya decenas de juegos así. Pues sorprendentemente no. El éxito de Borderlands, que comparte con Destiny aspectos como el juego cooperativo, la suma de niveles o el seguimiento de una historia más o menos resultona, ha sido enorme, pero el sistema no parece haber llamado la atención de nadie más.
Buena prueba de ello es que aburridos en su trono han decidido pasarse por el forro la nueva generación para brindar una precuela que sólo estará disponible para PC, PS3 y Xbox 360. La jugada les puede salir cara porque en el futuro contraataque contra Destiny su único as en la manga es su particular humor y encanto.
No diré que el juego de Bungie se valga del más y mejor sólo tras pasar un par de tardes con una versión de prueba bastante limitada en contenido, pero aunque el segundo punto está por ver, lo del aumento de contenido y opciones parece más que evidente. Hay más ambición.
Esto es Destiny
Siguiendo un hilo argumental que a día de hoy aún tiene mucho por demostrar, viajamos a la tierra para encontrarnos con los restos de una guerra contra asaltantes con mala leche y ejércitos en trance. Nuestro papel es el de Guardián, uno de los locos que deja familia e hijos en casa para sumarse a una contienda interestelar en la que las posibilidades de nuestro planeta están a la altura de una partida de poker contra un cartomago.
Para ello nos pondremos en la piel de una de las tres clases disponibles: titán (el de las ametralladoras estilo Rambo), cazador (el clásico francotirador) y hechicero (este creo que no necesita explicación), y personalizaremos nuestro aspecto como si de un MMO más se tratara.
Donde no podremos meter mano es en las habilidades, propias de cada clase y desbloqueables paulatinamente conforme subamos de nivel y superemos retos. Echarle un vistazo al número de opciones disponibles es asomarse a un abismo que promete robarnos gran cantidad de horas y no menos improperios.
Algo similar ocurre al pasear por las tiendas de la base central y descubrir que además de para armaduras y rifles de asalto también tocará ahorrar para nuevas naves o vehículos terrestres con los que desplazarnos con comodidad durante las partidas.
No es la primera vez que el número de objetos a desbloquear apabulla, pero a su favor se encuentra un historial de juegos que ha sabido mantener a los usuarios durante meses valiéndose de esa misma técnica. Tras el pertinente pago de 70 euros lo único que le pedimos a un juego es tener meses por delante con cosas por hacer y objetos que recoger, y ese parece el camino tomado por Destiny.
En solitario o acompañado, tú decides
Tras preparar nuestro personaje indicamos al robot que nos acompaña que queremos dejar ese agujero de jugadores bailongos y comerciantes con poca conversación para viajar a la tierra a cumplir misiones. Lo que durante la beta es un paseo por una región rusa abandonada a su suerte, en el futuro apunta a ser turismo galáctico con visitas a nuestro sistema solar y más allá.
Queda por ver si en Bungie son suficientemente listos para mantenernos ocupados con una campaña pantagruélica, pero ocurra eso o no, el juego no se acaba en las misiones de charla, muerte y recompensa. O sí, porque ahí reside gran parte de la gracia del juego, en que sepa amoldarse a cada tipo de jugador y pueda entregarle a todos lo que esperan de él.
Las misiones que guían la historia podremos jugarlas en solitario o en cooperativo, pasando olímpicamente de los jugadores que nos vayamos encontrando por el mundo o sumándonos a su desfase con pistolas de plasma como atracción principal. Si lo nuestro es ser un lobo solitario nos bastará con pasar de ellos y, una vez llegada a la misión principal, entraremos en una zona en la que sus figuras desaparecerán para quedarnos solos y sin nadie que nos devuelva a la vida.
En dichas zonas habrá que ir con más ojo que nunca, ya que si morimos no habrá punto de control que valga y volveremos a la entrada de la mazmorra para intentar superar el reto desde cero una vez más. Incómodo, sí, pero ahí está el reto, y si además te deslizas por lo que otros verían como una cuesta ascendente siempre tienes la posibilidad de jugar la misión aumentando la dificultad y la recompensa posterior.
Un desafío con potencial
A Halo no me enganché por su historia, ni mucho menos, lo hice porque con su tercera entrega encontré algunos de los combates más memorables que mi mente recuerda. Enemigos más listos que tú, auténticos malnacidos de disparo fugaz y escondite próximo, capaces de entretenerte con granadas mientras te flanquean para darte el golpe de gracia. Gritos de desesperación y diversión a raudales.
No alcanzo a ver esa maestría en Destiny, pero también es cuestión de tiempo y, al fin y al cabo, si lo consiguieron entonces no veo razones para que vuelvan a hacerlo. Sí se intuye por dónde irán algunas de las estrategias y es fácil que los combates se te atraganten si no conoces los patrones de los enemigos, sobre todo con unos simpáticos bichejos que corren en estampida y te dejan la vida temblando de un arañazo.
Aparentemente conscientes de los males que adolecen a la industria, de los vicios que se han instaurado sin necesidad de que los cuatro entusiastas de turno monten una recogida de firmas online, en Bungie han decidido también cargarse de un plumazo a los superenemigos (igual que los enemigos normales pero con cuatro barras más de vida) y nos devuelven a los bicharracos enormes con ataques capaces de dejarte tieso sólo con rozarte y entrañables puntos débiles.
El emblema de la beta resulta ser una araña mecánica gigante con armadura débil en las patas y la necesidad de cooperar entre tres jugadores para que, mientras uno la mantiene ocupada, otro pueda darle cera y el último esté atento para ayudar a los caídos.
Kilos de munición malgastada y paciencia a prueba de santo serán necesarios para acabar con ella, y después, cómo no podía ser de otra forma, el baile de celebración que precede a un nuevo enfrentamiento contra otro engendro gigante aún más tozudo que el anterior.
¿Más Destiny? Sí, por redondear
Cuando te canses de la exploración de los distintos niveles, las misiones cooperativas o la superación de la campaña te espera El Crisol, el sistema que Bungie se ha sacado de la manga para que guardianes amigos durante la aventura se vuelen la cabeza a pie o sobre vehículos.
Pocos juegos se atreven a llegar a las tiendas sin un modo competitivo que intente rascar un poco de mercado a Battlefield y Call of Duty, y en Bungie, expertos en la materia tras lo demostrado en Halo en infinidad de ocasiones, no iban a ser menos.
Las armas y habilidades conseguidas por nuestro personaje se trasladan a enfrentamientos en los que la toma de bandera por equipos o el simple duelo de tú contra el mundo nos ofrecen una forma más de ganar experiencia, dinero y suculentos bienes. No es Halo, aunque sobre una moto voladora que dispara misiles lo parezca, pero su personalidad y jugabilidad es suficiente como para que aquello de "una más y lo dejo" se repita en varias ocasiones.
Destiny: la gran esperanza de 2014
El próximo 9 de septiembre sabremos con certeza qué podemos esperar realmente de Destiny, pero por ahora no veo razón con suficiente peso para no quedarme la noche anterior frente a la consola esperando que se desbloquee el juego tras haber realizado la precarga con suficiente antelación.
Tengo ganas de un shooter con el que echar unas risas en compañía de amigos, más aún de un juego que no me dure dos días y luego acabe relegado a un hueco de la estantería, pero por encima de todo eso de un título que esté hecho con el mimo que Bungie le está entregando a este desarrollo.
No las tenía todas conmigo hace un par de meses y veía a Destiny como otro título intergeneracional más dispuesto a engordar el catálogo de las nuevas máquinas. Que ahora cuente los días para su lanzamiento y esboce una sonrisa tras ver en el calendario que septiembre está más cerca de lo que creía, es suficiente para demostrar que hay algo en él que apunta alto. Algo especial. No se ven muchos de esos últimamente.
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