El 4 de abril, un joven de 27 años decidió quemar unos rastrojos en las cercanías de la zona de exclusión de Chernóbil. El viento y la falta de precauciones hicieron el resto. Desde entonces, el fuego ha devastado más de 30.000 hectáreas y, según algunos informes, ha llegado ya a Prípiat, la ciudad fantasma que aún se mantiene en pie a dos kilómetros del reactor que explotó el 26 de abril de 1986.
Mientras unos 400 bomberos, cien vehículos y varios helicópteros e hidroaviones tratan de contener el fuego, las informaciones que nos llegan son contradictorias. Por un lado, ONGs, empresarios y vecinos de la zona avisan del aumento substancial de la radiación y el peligro inminente que supone el incendio; por el otro, el Gobierno ucraniano asegura que los niveles están "dentro de la normalidad" y que "no hay amenaza para la planta, para las instalaciones de almacenamiento, ni para otras instalaciones críticas de la zona de exclusión". ¿Qué está pasando realmente en Chernóbil?
Lo que dicen ONGs, empresarios y vecinos
Durante los últimos días, Greenpeace Rusia está tratando de demostrar, usando imágenes vía satélite, que los fuegos no solo son más grandes de lo que reconocen las autoridades, sino que hay zonas del incendio que están a solo un kilómetro y medio del sacófago que protege el reactor nuclear.
En esta línea, la BBC recogía el testimonio de Yaroslav Emelianenko, un operador turístico que trabaja en la zona, que sostenía que "uno de los incendios había llegado ya a la ciudad abandonada de Prípiat" y advertía que "las llamas estaban a solo 2 km de donde se almacenaban los desechos más peligrosos de la central nuclear".
Para acabar, un día después del inicio de los fuegos, el 5 de abril, Yegor Firsov, jefe interino del Servicio Estatal de Inspección Ecológica de Ucrania, explicó en Facebook que los niveles de radiación en el área habían aumentado sustancialmente por encima de lo normal. Nos hicimos eco de la noticia. Unos días más tarde, después de que el Gobierno rechazara esas afirmaciones, Firsov se retractó, aunque otras organizaciones se reafirmaron en las lecturas.
Lo que dice el Gobierno ucraniano
Como en el caso de Firsov, el Gobierno lleva días rechazando todas estas afirmaciones. Sin negar la existencia de los fuegos y reconociendo que "no podía decirse que estaban controlados", las distintas autoridades del país llevan días diciendo que los niveles de radiactividad están "dentro de la normalidad" tanto en la Zona de Exclusión como en la zona de Kiev y, en palabras del viceministro del Interior de Ucrania, Anton Herashchenko, "no hay peligro para los almacenes de desechos nucleares".
Mientras tanto, la Agencia de Gestión de la Zona de Exclusión está tratando de proteger la infraestructura crítica de la zona de Chernóbil. Eso incluye la planta, pero también las llamadas "tumbas" (donde se encuentran almacenados los equipos y medios que se usaron durante los trabajos para contener el desastre nuclear). "Hemos estado trabajando toda la noche cavando cortafuegos alrededor de la planta para protegerla del fuego", explicaba Kateryna Pavlova, jefa interina de la Agencia.
¿Qué está pasando realmente en la Zona de Exclusión?
Es difícil de saber a ciencia cierta. Por un lado, porque las restricciones vinculadas a la epidemia de COVID-19 impiden los movimientos en una zona ya, de por sí, bastante aislada e inaccesible. La mayoría de informaciones nos llegan desde partes implicadas o desde corresponsales internacionales que no se encuentran en Ucrania. Por el otro, porque Chernóbil sigue siendo una herida abierta, un tema muy sensible para el gobierno y la población ucranianos que invita al sensacionalismo de la prensa.
No obstante, el mundo está mirando. En pocos días, tendremos mediciones independientes de la contaminación que transporta el aire y nos podremos hacer una idea precisa de los avances del fuego gracias a las imágenes vía satélite. Chernóbil está ardiendo, sí; ahora nos queda saber cómo, dónde y cuándo. Ahí es donde realmente está la historia. Y el peligro.
Ver 5 comentarios