Empieza a ser recurrente. Un grupo de científicos modeliza el futuro de las circulaciones termohalinas en el Atlántico y, acto seguido, todos los medios nos lanzamos a asegurar que la Corriente del Golfo tiene los días contados. Y esto, queramos o no, es un problema.
La AMOC es uno de los elementos clave del clima europeo. Lo ha sido durante años y su interrupción tendría consecuencias muy serias sobre el metabolismo social, económico y político del continente. No es algo para jugar a Pedro y el lobo.
El problema es que su debilitamiento es real y, precisamente por eso, conviene entender qué es lo que está pasando (y qué dicen los últimos estudios al respecto).
Empecemos por explicar qué es eso de la Corriente del Golfo. Como el sol no calienta por igual en todos los lugares del planeta y los flujos de agua dulce llegan a los océanos por puntos (y con cantidades) muy concretos, bajo la apariencia calma y chata de las superficies de los mares, hay una enorme red de circulaciones y dinámicas generales. Entre todas ellas, sobresale la circulación termohalina: la vía principal por la que los océanos organizan sus temperaturas y salinidades a escala global.
Y dentro de esa circulación termohalina, la rama que nos afecta especialmente es la "circulación de retorno meridional del Atlántico" (AMOC, por sus siglas en inglés) porque es un elemento clave que asegura las temperaturas templadas de Europa. Se la conoce como 'Corriente del Golfo' porque, en esencia, es "un flujo hacia el norte de aguas cálidas y saladas en las capas superiores del Atlántico, y un flujo hacia el sur de aguas más frías y profundas". Es decir, el calor va del Golfo de México hasta Europa.
Pero el mundo está cambiando. El problema es que, desde hace tiempo, sabemos que la AMOC corre peligro y eso puede tener un impacto enorme en nuestro continente. Un efecto paradójico, la verdad. El efecto del mundo calentándose es que Europa pasaría a sufrir frío, mucho frío. Todo el Atlántico Norte podría sufrir un descenso de temperaturas medias de entre 10 y 30 grados.
Eso conllevaría una cobertura marina mucho mayor (con los problemas que eso generaría al comercio transcontinental), un "fortalecimiento de las borrascas de invierno, con más frecuentes y potentes ciclogénesis explosivas que afectan a Europa", más nieve y una caída generalizada de la productividad de os cultivos. Hay otros muchos efectos, pero estos sería seguramente los más importantes en nuestro país.
¿Por qué estamos hablando de esto ahora? Como decía, estos días se ha publicado la modelización más potente que se ha hecho hasta ahora sobre la evolución de la AMOC y trae malas noticias. Aunque algunos esperaban que el debilitamiento que predicen los modelos desapareciera cuando tuviéramos modelos con más resolución, eso no ha ocurrido.
No obstante, eso no es lo más interesante. Ya sabemos que la AMOC corre peligro y una de las cosas relevantes de este estudio es que nos ha permitido conocer algunas métricas a las que prestar atención. Por ejemplo, "el transporte de agua dulce vinculado a la AMOC en la latitud 34º sur". Las simulaciones han predicho que, cuando ese transporte toque mínimos, quedará medio siglo para que la corriente se interrumpa.
Es un punto de inflexión: uno al que, según el mismo estudio, nos estamos acercando desde hace 40 años.
¿Entonces sabemos lo que queda? Lo cierto es que no. Los investigadores aseguran que con la información actual es imposible sabe cuál será ese "punto de inflexión". No obstante, sí se atreven a hacer una predicción: en la medida en que ese transporte de agua ha ido disminuyendo desde hace décadas, no sería raro que en menos de un siglo veamos que la AMOC se interrumpe.
O sea, la situación está llena de incertidumbres, pero en el último años los estudios que señalan el mismo problema cada vez son más y tienen más argumentos a su favor. No es algo que vaya a pasar de un día para otro, pero definitivamente no es algo que tomarse a la ligera.
Imagen | NASA
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