Hay seres acuáticos que son un peligro para la salud y no me refiero a las pirañas, los tiburones y las orcas. Que también. Hablo de peces "cargados" con metilmercurio, una potente neurotoxina que se origina en los ecosistemas acuáticos por los vertidos de mercurio, se acumula en el pescado y representa una amenaza para la salud de todo el que la consume.
Esto lo sabemos desde hace tiempo y ha permitido mejorar la vida de muchas personas de las que hubiéramos imaginado. También ha ocasionado innumerables problemas alimenticios porque lo que no sabemos es qué pasa con esos ecosistemas contaminados. ¿Tenemos que renunciar a ellos para siempre? ¿Hay alguna manera de rescatarlos? ¿Basta con dejar de verter mercurio o tenemos que desarrollar técnicas para limpiar los lagos y recuperarlos? Hoy la revista 'Nature' trae una respuesta.
Neurotoxinas frescas y recién pescadas
El proceso, como decía, empieza con el mercurio liberado como resultado de la actividad humana llegando a los ecosistemas acuáticos. Allí se convierte en metilmercurio y entra en la cadena trófica. El problema es que nuestro conocimiento de la eficacia de los controles sobre las emisiones de mercurio para eliminar este contaminante es limitado.
Sobre todo porque no es un tema fácil de estudiar. Paul Blanchfield y equipo ha estado 15 años manipulando un lago perdido de Canadá para entender cómo se recupera el pescado tras el cese de los vertidos. Durante los primeros siete años, los investigadores suministraron isótopos específicos de mercurio (para monitorear directamente el mercurio agregado) al lago y comprobaron como las concentraciones de metilmercurio aumentaron entre un 45% y un 57% en los invertebrados y peces pequeños, y en más del 40% en los peces grandes, como las poblaciones de lucios y peces blancos.
A partir de ese momento, dejaron de verter de mercurio y se observaron los efectos en la cadena alimentaria durante ocho años. El metilmercurio marcado disminuyó rápidamente en los peces más pequeños hasta el punto que las concentraciones disminuyeron al menos en un 85% al final de los 15 años. Así, poco a poco las cantidades de metilmercurio se redujeron en los peces más grandes. En algunas especies, al final de ese periodo, se disminuyó en un 76%, mientras que en otras la reducción solo llegó al 38%.
No obstante, es una buenísima noticia. Que estos datos, recreados en un espacio real, muestren unas rápidas reducciones en la contaminación por metilmercurio demuestra que reducir los vertidos de mercurio es una buena solución para asegurar la seguridad a medio plazo del pescado de consumo humano.
Imagen | P. Vescei
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